Naranjo, uno de los artífices de la caricatura como oficio: Magú
Arturo García Hernández, enviado, Oaxaca, Oax. Ť De monero a monero. De Magú sobre Naranjo: ``¿Qué celebramos en Rogelio Naranjo?, ¿por qué han sido los dibujos de este caricaturista los más comentados en los últimos años?, ¿por qué sus recopilaciones de cartones concitan el interés aquí manifiesto?, ¿qué es lo que sus lectores piensan que Naranjo, vía su caricatura, ha hecho por ellos y por este país?, ¿qué es lo que agradecen?, ¿sus acciones degradatorias del poder?, ¿sus vómitos biliosos con fuerte olor a drenaje profundo que arroja sobre el reluciente oropel del presidencialismo?, ¿su burla y su descreimiento del poderoso señor de Los Pinos? ¿Su constante irreverencia al omnipotente hijo de Don Dedo Indice? ¿Su permanencia voluntaria ya por varias décadas en la cancha, siempre del lado el pueblo?
``¿O quizá le aplauden a Naranjo para consolarlo en su fracaso histórico de haber realizado tantas caricaturas a los presidentes y que ninguno lo haya nombrado siquiera munícipe de su pueblo en Michoacán?, ¿o le agradecen las miles de mentadas virtuales y concretas a los presidentes?, ¿o los millones de rayitas con que ha llenado sus blancas cartulinas? Quizá le agradecen el preciosismo de su elegante y fina línea; su serio, descarnado, ácido, mórbido, feroz y contundente modo de hacer humor. Algo le deben agradecer para que ustedes estén aquí, hayan venido a verlo y a oírme a mí.''
Así habló el caricaturista de La Jornada ante más de un centenar de personas que asistieron, el fin semana, al IAGO de esta ciudad, a la presentación del libro de Naranjo, Los presidentes en su tinta, publicado por Proceso, en el que reúne las caricaturas que ha hecho de los presidentes mexicanos en los últimos 22 años.
Defender lo que se cree
Después de remarcar que es difícil decir de Naranjo nada que no se haya dicho, Magú dijo que le llamó la idea de presentar el libro de su viejo conocido (ambos estuvieron en Excélsior y salieron cuando Luis Echeverría propició la destitución de Julio Scherer de la dirección general de ese periódico, en 1976), como una oportunidad de rendir un homenaje y un recordatorio al oficio de caricaturista: ``Naranjo ha contribuido suficientemente, tan sólo con su puro éxito, tan sólo con su puro trabajo, a acreditar un oficio común que es la caricatura, un oficio muy importante dentro de lo que pareciera ser su sencillez''.
En México -de acuerdo con Magú- existen dos clases de individuos que buscan el bienestar de las familias: uno es el caricaturista político, porque su intención y contenido es promover en los mexicanos las sonrisa satisfactoria y malévola del desquite social. Otro es el presidente de la República. Es claro que no porque quiera el bienestar de las familias, ni mucho menos porque lo logre, sino por todo lo contrario: porque gracias a los presidentes que no logran el bienestar, existen la caricatura y los caricaturistas.Y particularmente existe Naranjo.
``La producción de caricaturistas no está en razón directa de los destrozos del poder. Los caricaturistas no existen sólo por los presidentes. Si así fuera, el país estuviera lleno de moneros. Pero como es notorio, lamentablemente está más lleno de políticos (...) La sociedad es responsable, es contribuyente importante a la existencia de los caricaturistas. Estos existen no sólo porque los presidentes o porque los políticos trabajan mal. Los caricaturistas existen porque la sociedad está a un lado de ellos, está con ellos o está adelante de ellos.''
Entre gracejadas, con la presencia de Francisco Toledo (fundador del IAGO) entre el público y el habitual hieratismo de Rogelio Naranjo, Magú aseguró que ``el caricaturista libre, por su sola libertad y abundancia de trabajo, no cambia por sí solo el estado de las cosas''.
En opinión de Magú, no es el caricaturista ``el que le dice a la sociedad por dónde, sino es el que la acompaña en sus marchas, en su descontento. Así sea muchas veces desde la aparentemente cómoda posición del restirador. El caricaturista político es una ciudadano inconforme que tiene el privilegio de hacer público su descontento, en ocasiones más anticipadamente que el cuerpo social. Porque siempre se batalla más, se trabaja más en organizar una marcha, un plantón, que en hacer un cartón. Aunque esto no es exactamente cierto con Naranjo. Ya saben, quienes conocen su trabajo, que es más difícil hacer un cartón de él que organizar un plantón en el Zócalo.
``He querido decir todo esto sobre el notable cartonista, reconociendo el lugar preponderante que tiene la sociedad para que el caricaturista político libre y valeroso exista. Y porque no quiero acreditarle a la caricatura desproporcionadamente ese papel de vanguardia en los cambios sociales como suelen hacerlo con desmesura otros comentaristas. Hoy, en esta profesión, se debe seguir el impulso de defender aquello en lo que se cree. Sobre todo si en lo que se cree, no cree el gobierno, lleva implícito el enorme riesgo de hacer del caricaturista un personaje respetado y en un descuido, como Naranjo, hasta una celebridad.''
Un libro que se hizo solo: Naranjo
Naranjo venció por unos momentos su timidez y pánico escénico para contar la génesis de Los presidentes en su tinta: ``No fue ninguna valentía hacer el libro. Pienso que era una absoluta inconciencia y falta de responsabilidad haber hecho este libro. Pero se fue haciendo solito durante 22 años, tiempo que tiene la revista Proceso. Anteriormente (a su existencia) no se me permitía dibujar al presidente, ni siquiera en el Excélsior de Julio Scherer, porque también había compromisos. Un periódico de tiraje nacional que llegaba a todos los rincones de la patria y que fuera con ese mensaje, imposible. Hasta que surgió Proceso y que salimos en solidaridad con Julio (Scherer) alrededor de 200 escritores y caricaturistas, entre ellos Magú y yo. Sentí que la revista nueva no tenía ningún sentido si íbamos a seguir autocensurándonos. Yo había hecho algunos dibujos antes, pero se publicaban clandestinamente en hojas de los estudiantes, en sindicatos''.
En Proceso -señaló Naranjo- ``empecé con el de Echeverría. Fue el primero que hice, faltando dos meses para que dejara la presidencia. El de Díaz Ordaz lo hice para mí porque no tenía dónde publicarlo. Después se publicó en la revista Siempre!, en el suplemento cultural que dirigía Carlos Monsiváis. Se publicó en Proceso y se hizo famoso porque al hacer yo ese dibujo, ya todo mundo se arriesgaba a reírse de Díaz Ordaz, a quien durante mucho tiempo todos le teníamos terror''.
Fueron otras circunstancias las que hicieron aparecer el libro: ``Lo que yo tenía planeado al terminar el sexenio de Salinas era publicar los dibujos que hice durante su régimen. Tenía magnífico material. Por angas o mangas se fue retrasando ese proyecto y terminó en un cajón de la casa de Monsiváis todo el material que se iba a publicar. Hasta que me ganó Helio Fores, con un magnífico libro que hizo sobre ese sexenio. Posteriormente Helguera y El Fisgón publicaron otro con la historia del sexenio de Salinas. Todos los dibujos que se hicieron eran bastante fuertes, no puedo decir que los míos eran los más fuertes ni mucho menos. Finalmente ese proyecto quedó abortado porque ya se me habían adelantado dos magníficos libros. De repente surgió una idea de Proceso de que ya era tiempo de hacerme un libro ahí en la revista. Y me ofrecieron que yo mismo dijera cómo iba a ser el libro y yo le encargué a mi hija, diseñadora, que viera el material. Y esto es lo que salió''. Así nació Los presidentes en su tinta.