Mañana,
Jaguares en concierto en el Palacio de los Deportes
Saúl,
caifán que bajó al infierno y retornó a la tierra
como jaguar
Arturo García
Hernández/I n El
infierno está en la tierra y Saúl Hernández lo
conoce. Ha descendido a sus profundidades y, "después de olerle
las nalgas al diablo", está de regreso. Vive para contarlo, sin
tapujos ni lamentos: Caifanes, el ascenso, la fama, la enfermedad, las
rupturas, el vacío, las drogas, la soledad, la sacudida;
Jaguares, las lecciones, el retorno.
El fundador, cantante y
compositor del desaparecido grupo Caifanes --hoy Jaguares--, fue el
primer rockero mexicano en alcanzar, disfrutar y padecer la
condición de lo que en la mitología de la cultura de
masas se considera un auténtico rockstar: ventas
millonarias de discos, giras interminables dentro y fuera del
país, limusinas a la puerta del hotel, megaconciertos ante
decenas de miles de seguidores, entrevistas en radio y
televisión, fama, dinero... En fin, todo aquello que para
muchos representa el más alto grado de la felicidad.
Fue justo en esos
días de triunfo cuando Saúl vio caerse todo ante
sí: "Caifanes estaba en su mejor momento, El nervio del
volcán fue un putazo, vendimos muchas copias,
llevábamos dos años de giras y a mí me estaba
llevando la chingada".
Por eso no le dicen gran
cosa palabras como rockstar o ídolo. Menos acepta que
para su legión de seguidores sea una suerte de gurú: "Se
mezclan muchas cosas. Lo rico es el reconocimiento de la banda
a tu trabajo, que la gente te haga sentir que tu trabajo vale y que le
ayuda a estar viva y feliz. Lo único que yo puedo argumentar en
ese sentido es que soy yo mismo. Soy y escribo lo que veo y lo que
pienso. Lo transmito y de alguna forma son cosas que compartimos la
banda y yo".
El privado de un
restaurante es el escenario para la entrevista que, por obra de la
comida y algunos tequilas, toma rápidamente el curso de una
conversación franca y desenfadada. Por lo mismo, un tanto
dispersa. El motivo de la entrevista es el concierto que Jaguares
ofrecerá el próximo sábado en el Palacio de los
Deportes, con el cual concluye una larga serie de presentaciones
realizadas este año. Con Saúl están dos amigas,
periodista una de ellas, y Maruxa Reyes, su representante desde hace
10 años, quien se limita a observar y escuchar con atenta
discreción. Nada en ella permite descubrir las razones por las
que se le teme, se le odia y hasta se le respeta en el ámbito
musical.
Con el proceso personal
y profesional de Saúl como hilo conductor, son muchos los temas
que afloran durante la plática: el rock y la "cultura del
victimismo", Chiapas y el EZLN, la televisión, su enfermedad en
las cuerdas vocales, la desintegración de Caifanes, el
sometimiento a 17 cirugías, el falso diagnóstico de que
no podría volver a cantar, su relación con las drogas,
su descenso al infierno... Y su retorno.
El punto de partida es
la referencia que hace Fabrizio León al cuidado y la
solidaridad que tienen los fans de Jaguares para con Saúl, como
lo demostraron en el Hard Rock hace unas semanas, cuando no le
permitían cantar para que no forzara la voz.
El cantante responde:
"Una vez, en una entrevista con MTV, me preguntaban: 'ƑPor
qué sigues cantando?' 'ƑPor qué quieres sentirte
mártir?' No quiero sentirme mártir. Te
ngo una enfermedad que
me tocó en las cuerdas vocales, producida por un virus, que se
llama papiloma. Nadie sabe de dónde viene ni a dónde
va. Forma unos tumores en las cuerdas vocales. Haz de cuenta que le
pones un chicle a una cuerda de guitarra, pero es un chicle que crece
y hay que extirparlo. Pero regresa y regresa y regresa. De pronto
pueden ser varias operaciones. Hay casos en que a la quinta o la sexta
operación los tumores ya no se regresan. El problema es que un
mal corte puede dejar cicatrices, la mucosa ya no se regenera y la
cuerda ya no vibra igual, el sonido jamás va a ser el
mismo. Gracias a Dios, no tengo cicatrices".
--ƑNo te
agüitó saber de la enfermedad?
--Al principio, porque
era algo desconocido. Por momentos no entendía qué
pasaba. El malestar empezó después de que tocamos con
los Rolling Stones. Pensé que era un gripa. Fui con el foniatra
y me dice que aparecieron esos tumores. Desde entonces fue una
cuestión de enfrentamiento, de no querer dejar de hacer lo que
quiero hacer. Me aferré. Mi reacción fue decir
ok. Empecé a hacer ejercicio, fui a correr, a
nadar. Tomé una actitud de guerrero.
La detección del
descubrimiento de la enfermedad de Saúl marcaba el principio de
una etapa difícil para Caifanes: "Toda una nube oscura estaba
encima del grupo. Vino el rompimiento, termina algo con lo que
crecí: Sabo, Alfonso, Alejandro, Diego. šTodos! Fue un
momento muy cabrón. Independientemente de mi enfermedad,
enfrente de mí se desmoronaba todo. Me sentía
sacadísimo de onda, pero intuía que era un momento de
limpieza".
El que le pidan que no
fuerce la voz --explica Saúl-- forma parte de la
relación que se da entre el grupo y el público, una
relación de intensa, de mutua protección, por un lado,
pero por otro hasta peligrosa. Una vez, al calor de un concierto,
Saúl se aventó sobre la gente. Decenas de brazos lo
tomaron de donde pudieron: brazos, piernas y un collar del que
empezaron a tirar: "Me estaba asfixiando. Ya no escuché la
música, me empecé a sentir flojito y a ver
borroso. Dije: ya, hasta aquí".
--ƑCómo
vives esas demostraciones que reconocen más al ídolo que
a la música?
--De lo poco que puedo
argumentar es que mueres en la raya. Ahí hubiera muerto feliz,
en mi momento, en mi lugar, donde tengo que morir. Un amigo
quién sabe cómo me vio y gritó:
"šChatoš". En ese momento regresé y empecé a
moverme, logré safar un brazo, me safé y empecé a
respirar, a recuperar el sentido y darme cuenta de todo. Pero a
mí me gustaría que pasara como cuando no existía
la televisión, cuando no veían a Celia Cruz y de todos
modos era un ídolo. Ahora hay todo un fenómeno de
imagen. Creo que en mi caso, si sólo fuera idolatría, la
gente no se entregaría a los cánticos como lo
hace.
--ƑCómo
logras el equilibrio? Porque supongo que como músico te
interesa mucho más la música antes que ser una
imagen.
--Pues no creyendo en
eso, en la idolatría. Nosotros hemos estado peleando que no
somos intocables, que no somos rockstars, somos lo que somos:
chavos que se parten la madre para ser alguien algún día
en la vida.
--Pero tampoco
está mal ser rockstar. Es rico, Ƒno?-- acota
Fabrizio León.
--Lo rico es el
reconocimiento de toda la banda. La gente que reconoce que tu
trabajo vale, que ayuda a que mucha gente en estos momentos
esté feliz y esté viva. Si te platicara tantas
cosas. Por ejemplo, alguien me habla y dice: me voy a suicidar,
tú eres el último con quien hablo. Y tenemos una
plática desde las tres hasta las cinco de la mañana, sin
saber quién en es. Y de repente a un concierto llega una chava
y me da las gracias porque su chavo no se suicidó. No me
preguntes por qué, pero así es.
Durante la entrevista,
Saúl alude varias veces a Dios.
--ƑA raíz de
aquellos momentos difíciles surgió o se agudizó
en ti un sentido de lo religioso?
--No. Siempre ha
estado. Pero después de olerle las nalgas al diablo como que
volteas y dices: "šAliviáname, no?" Pero además
cada que tocamos veo que es como un ritual, veo que hay una
ceremonia. Entonces, ese misticismo siempre ha estado presente. Toda
esa etapa del rompimiento, las operaciones y todo eso, reafirma una
imagen que no sé qué es pero ahí
está.
La formación de
Jaguares y la grabación hace meses del disco El
equilibrio han marcado un retorno venturoso: "No hay disco nuevo
en el mercado, no hay una canción en el radio, ni video en la
televisión, ni campaña de marketing y, sin
embargo, la gira que estamos haciendo ha sido de las más
exitosas que hemos tenido y acabamos haciendo un concierto en el
Palacio de los Deportes".
El recorrido es
largo. Mañana: el EZLN, Chiapas, el rock mexicano, la
televisión y el encuentro, cara a cara, con aquel "monstruo
inservible" que de Saúl habían hecho las drogas.