El arte, reafirmación de la vida en Colombia: Juan Carlos Botero
César Güemes Ť No se queja. Podría, quizá, pero no lo hace. En un ambiente complejo como es el que priva ahora en Colombia, Juan Carlos Botero, hijo del célebre pintor, ha decidido hacer camino propio en el terreno de las letras. Entre Las semillas del tiempo y su más reciente título, Las ventanas y las voces (Ediciones B, Grupo Z), sucedieron dos reconocimientos a su trabajo de considerable tenor, el Premio Juan Rulfo de Cuento y la palma en el 19 Concurso Latinoamericano de Cuento. La conversación es con el bogotano de nacimiento, a su paso por México.
-Colombia y México comparten por lo menos un aspecto de la realidad social que es el incremento de la violencia. ¿Siente que ha tomado algunos riesgos al escribir al respecto?
-Y he asumido las consecuencias por hacerlo. Durante tres años fui columnista de El Tiempo, en Colombia, y ahora realizo un trabajo similar en El Espectador, que a mi parecer es un diario que mantiene una línea muy vertical en los temas de narcotráfico, paramilitarismo y guerrilla. En ambos diarios mis escritos estuvieron y están relacionados con esto de lo que hablamos. Trato de meter algún asunto literario o cultural, pero la otra realidad se impone a tal punto que termina uno haciendo nueve de diez artículos sobre política. He tenido posiciones muy claras respecto a los tres factores que menciono e incluso frente a instituciones que uno no pensaría lo intolerantes que son, como la Iglesia, que es desconcertante. Es por eso que he tenido que asumir las consecuencias, he salido del país varias veces, en torno a mí hay además una situación de inseguridad por mi familia. Esa es la realidad, desafortunadamente. Es mi realidad y he de vivirla.
``Comparto el análisis de que en ambos países se ha incrementado la violencia. Y tengo la impresión de que allá la violencia sufrió un cambio cualitativo muy particular: dejó de ser un fenómeno en el cual una serie de individuos cometían hechos violentos para convertirse en un problema cultural. Es algo como el machismo: no es que los hombres en América Latina nazcan machistas, sino que la cultura es machista, de modo que se ramifica y toca a todas las personas, mujeres, ancianos, niños, varones. En Colombia ha pasado lo mismo con la violencia, ha pasado a ser cultural y la gente tiende a resolver sus conflictos violentamente. Eso desata una espiral que sale de control y es muy difícil de detener''.
-Cuente cómo se decide a hacer Las ventanas y las voces, al que podemos llamar septeto narrativo.
-Comenzamos a hablar de periodismo, pero mi vida es ante todo la literatura, en particular el relato y el cuento. No está hecho, pues, como un anticipo de novela alguna. Tengo un concepto del cuento elevadísimo. Luis Sepúlveda ha dicho que el cuento es la prueba de fuego para un escritor. Yo quería hacer un libro de relatos que tuvieran una doble posibilidad de lectura: la primera a partir de cada texto individual, y la segunda a partir de la conexión establecida por el personaje común que circula en ellos. Ese fue el proyecto, hacer siete aventuras a manera de cuento que se pueden leer incluso como una novela.
-Sin embargo, aunque el cuento no sea preparación para una novela, y ya que este libro es casi una de ellas, tendrá en su escritorio por lo menos alguna que formalmente se inscriba en el género.
-La tengo. Trabajo en una obra sobre el mar, un tema que me apasiona mucho. Quiero tomar ese tema por varias razones. Creo que tiene un potencial literario, estético y humano extraordinario. Además de que me asombra el vacío de literatura de mar que hay en Hispanoamérica, por lo menos en narrativa, pese a que históricamente todos procedemos de una potencia marítima como España. A diferencia de la literatura anglosajona que cuenta entre sus escritores a clásicos en el tema, los que quieras, Melville, Hemingway o Conrad. A mí me sorprende que en lo nuestro haya tan poquito, salvo un cuento de García Márquez, dos novelas de Sepúlveda y lo de Alvaro Mutis, para quien el mar es sólo una presencia, no un actor. Evidentemente, como decía un crítico español hace poco, el gran huérfano de la literatura hispanoamericana es el mar. Esto es una motivación para meterme en el tema con mucha intensidad.
Tres niveles de autores colombianos
-¿Cómo se percibe dentro de su generación, Juan Carlos? Para haber nacido en los años sesenta ya tiene en su haber varios reconocimientos importantes.
-Colombia tiene tres niveles de autores. En primer sitio dos astros, García Márquez y Mutis. Luego una generación que sufrió mucho por la sombra de García Márquez y por el coletazo del boom. Hubo una saciedad en Europa de este tipo de historias, que coincide con el redescubrimiento de la democracia en España y con el ingreso de ese país a la comunidad europea. Eso influyó en esta especie de indiferencia hacia América Latina. Ahora la marea cambia, y por eso creo que este momento es el más propicio para nosotros, los del tercer nivel desde el punto de vista narrativo. En Colombia vivimos hoy una irrupción de escritores jóvenes que trabajan con mucha seriedad. Hay elementos afines temáticamente, como lo urbano, pero donde veo más la semejanza es en la seriedad con que se asume el trabajo. Y me explico esto también por otra razón: el arte florece en tiempos de crisis. En un país como el mío, con tanta tragedia y tanto sufrimiento, el arte termina siendo como una manifestación y reafirmación de la vida. No es anormal ver allá que en medio de toda esa violencia hay una explosión de festivales de música, de pintura, de literatura. Toda esta creatividad me parece que es respuesta a la tragedia que vivimos.
-Necesariamente, he de preguntarle si la figura de su padre pesa sobre su trabajo.
-Pasan dos cosas: a nivel privado con mi padre llevo una relación muy estrecha y lo admiro por encima de todo; creo que ha logrado en las artes plásticas hechos pocas veces vistos en la época moderna. En cuanto al ambiente público el asunto es más complicado: desde hace muchos años decidí no tener nada que ver con su nombre, ni con sus contactos o influencias. Ahora, asumo todos los costos por ser su hijo. Afuera no pasa nada, pero en Colombia sí, le achacan a uno problemas de todo tipo, para no hablar de la inseguridad.
-¿Qué pasa en su caso con la insegu- ridad?
-La amenaza de secuestro es permanente. Mi madre ha estado secuestrada, por ejemplo. Pero estas son mis cartas, para bien o para mal. No me quejo.