Antonio Ordóñez, hondo
Manda y sin brea.
Va y viene el lance jondo
La luz torea.
Yo piso tus arenas
Con firme planta.
Clásica por mis venas
Mi sangre canta.
Antonio Ordóñez gira,
Templa y estira
Natural y de pecho;
toda la lira.
Las 10 de la mañana
Solo en el ruedo.
¡Ay palma cayetana
lenta y lejana!
A la vuelta de abajo
Bronca viñeta
El romántico Tajo
Te desjarreta.
Así le cantaba Gerardo Diego al torero rondeño.
``Ay de Ronda'', la de la serranía redonda y la plaza de toros
cuadrada y balconería en que refulgen dinastías, has perdido no a un
torero ¡Has perdido tu torero! Llore Ronda y llorará por mucho tiempo,
al más clásico, más puro, más hondo, de los toreros. ¡Antonio Ordóñez!
Quien murió este sábado pasado, en su casa sevillana, que es la
entrada a la puerta de cuadrillas de la plaza de caballería de La
Maestranza, frente al río Guadalquivir y La Giralda
contemplándolo.
Antonio Ordóñez fue el gran maestro de estética torera, despojando al toreo que representaba de toda significación sensualista, para dejar a su capote expresar la emoción del toreo, que encantaba, sugestionaba y transportaba el espíritu a la belleza y la gracia.
El cultivo de este decoro estético de Antonio Ordóñez, lo hizo en sus inicios, a la sombra de su dinastía torera, conservando después las tradiciones, creándolas o recordándolas, en ansia inagotable de la belleza, de pureza, llena de misterio ¡esa verónica de Antonio, la más clásica del toreo! que aprendió en su Ronda y cantó con mucho salero el poeta andaluz, Martínez Remis.
``Ronda de piedra dormida
hermética y angulosa
con cien capotes bordados
sus azoteas adorna
con falsetas de sonata
contándonos su historia
mientras hunde sus veletas
en el toro de la aurora''.
Cómo hundió Antonio el capote en los ruedos en que toreó, incluidos los mexicanos ¡Esas gaoneras de rodillas, citando al toro de largo, en el centro del redondel en la recién inaugurada plaza de toros El Toreo de Cuatro Caminos! Ay de ronda, sin su torero ¡Ay de nosotros! Con los novillines de cada ocho días. De chiste fueron los lidiados la tarde de ayer, procedentes de La Venta del Refugio. Claro que con esos chivines, El Juli, que está hecho un torerazo, mostró todas sus gracias, se montó en uno de los suyos y enloqueció a un público navideño. ¡No se vale! Que en corrida de tanta expectación aparezcan esos chivines.
¡Ay de Ronda, sin toros ni toreros! Adiós, Antonio...