Gustavo Viniegra González
Perspectiva de la industria farmacéutica mexicana
La producción mundial de medicamentos o fármacos tiene ventas anuales que sobrepasan los 150 mil millones de dólares (mmd). En México alcanzan los 3.5 mmd, y la compra representa el costo principal de los servicios para la atención de la salud, siendo indispensable para la supervivencia de muchas personas afectadas por enfermedades que antes eran mortales, como las neumonías y las gastroenteritis de los niños.
Por eso, el futuro de la industria farmacéutica mexicana es un tema de gran interés, en relación con su evolución reciente y sus tendencias. México es autosuficiente en la producción de las principales materias primas para la elaboración de los antibióticos, como la penicilina y las tetraciclinas. A su vez, la primera sirve para producir ampicilina amoxicilina, muy utilizados para combatir las infecciones más frecuentes. Sin embargo, las principales empresas productoras de antibióticos tienen una total o creciente participación extranjera.
Pero además de la producción de los fármacos por la llamada industria farmoquímica, se requiere su formulación en píldoras, cápsulas, ampolletas, jarabes, etcétera. De eso se encarga la llamada industria farmacéutica, y es la que vende el producto terminado.
En México, la industria farmoquímica, con capital nacional y productora de nuevos principios activos, casi ha desaparecido o nunca se desarrolló. En cambio, existe una importante industria farmacéutica controlada, en gran parte, por el capital extranjero.
En otras palabras, la producción y venta de medicamentos ha seguido las líneas de otras industrias como la automotriz y la electrónica: se importan las materias primas o se compran de empresas bajo control extranjero. Se procesan, usando mano de obra barata, y finalmente se venden con un bajo nivel de retención del valor agregado.
Por tal motivo la investigación científica en el ramo farmacéutico es muy escasa. Eso se puede documentar con los resultados del 31 Congreso Nacional de Ciencias Farmacéuticas, realizado en octubre de 1998 en el puerto de Veracruz, pues de 181 trabajos libres presentados, sólo 10 tuvieron participación de alguna empresa, y de ellos uno se elaboró en colaboración entre una empresa y una universidad. Esa situación sugiere que las empresas del ramo rara vez destinan fondos para la investigación científica.
Una consecuencia de la falta de investigación farmacéutica en países en desarrollo es la ausencia de estudios a profundidad para prevenir y curar enfermedades típicas de las poblaciones más pobres como la tuberculosis y el paludismo que, siendo endemias en aumento -por el empobrecimiento de grandes masas de la población-, son enfermedades poco estudiadas, pues se considera poco rentable elaborar nuevos productos para los habitantes con escasos recursos económicos.
Con el ascenso de las privatizaciones, el Estado mexicano se ha retirado de ese campo y el resultado final es el regreso de nuevas pandemias (enfermedades generalizadas) que se creían prácticamente controladas hace 20 años.
La salud es un bien intangible, cuyo valor es mucho más grande que su costo económico. Por ello, no debemos sujetarnos a los análisis simplistas de rentabilidad para prevenir y remediar las enfermedades más comunes. El riesgo de no hacerlo puede ser tan grande que haga palidecer las imágenes dramáticas de las pestes del pasado.
Por lo anterior, es necesario que pensemos de nuevo en el sano equilibrio que debe haber entre el mercado libre y la intervención estatal para lograr un objetivo común: garantizar un mínimo deseable de salud para nuestra población.
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