Masiosare, domingo 20 de diciembre de 1998


La heroica terquedad de Lula


Ricardo Kotscho (*)


``¿Cómo está Lula?'', me han preguntado de forma insistente los últimos días, porque saben que soy su viejo amigo. Deben imaginar que está mal, abatido,triste después de la tercera derrota consecutiva en su aspiración a la Presidencia de la República.

Cuando digo que él nunca estuvo tan bien con la vida, con los otros y con él mismo, las personas se sorprenden, no entienden. Voy a intentar explicar.

Existen personas que nacen para vencer y que hacen del poder un grupo de amigos al servicio de vanidades e intereses, sin cualquier otro compromiso más allá de sus biografías y patrimonios.

Otras, como Lula, nacen para luchar y sembrar, y hacen de la propia lucha y del acto de plantar su razón de vivir, sin tiempo -a veces- de ver el árbol crecer.

Lula es una de esas personas que nacen para nadar contra la marea, en el sentido inverso de los surfistas de la política brasileña, siempre en busca de una buena ola. Un solo hecho, haber sobrevivido a la miseria milenaria de los confines de Garanhus y viajar desde tan lejos para traer a su familia a Sao Paolo, trabajando desde muchacho para formarse en tornero mecánico en Senai, ya sería suficiente para hacer de él un vencedor, un héroe entre sus pares.

Pues entonces era poco, apenas el comienzo de una historia que no es de ficción, porque aconteció. Fue a partir de allí que se convirtió, en poco tiempo, en el principal líder sindical en un medio entonces dominado por pelegos(1), como un símbolo de la resistencia de la sociedad civil al régimen militar.

Entonces era poco. Con la osadía de los que no vienen al mundo a pasear, entonces pidió licencia para seguir al frente. Fundó el primer partido verdaderamente de los trabajadores, se lanzó como candidato a gobernador y después -tres veces consecutivas- a la Presidencia de la República.

Como antes, hay gente que no está conforme. Tuercen la nariz cuando ve a Lula entrar a un restaurante o en un avión. ¿Cómo es que los eternos dueños del poder podrían admitir, entonces, que un nordestino, metalúrgico, viniendo de donde viene, tuvo la petulancia de disputar con los doctores el más alto cargo de la nación, después de veinte años de generaciones en el poder?

Mas que eso: ¿Cómo es que Lula no desiste de disputar la Presidencia de la República, sabiendo que tiene en su contra el poder de todos los medios, de todo el poder económico nacional y extranjero, de todos los prejuicios de una sociedad recién salida de la esclavitud, que aún divide al mundo en casa grande y senzala(2), entre quien manda y quien obedece?

Dos días antes de la primera vuelta de las elecciones, que las encuestas ya daban como perdidas hace siglos, comimos juntos en su sencillo departamento en San Bernabé, en la víspera de la batalla.

Con la tranquilidad de un analista político inglés, Lula hizo un balance de la campaña, de la situación del país, de las perspectivas de crecimiento del partido que creó como una idea descabellada en la República del ABC.

Con la conciencia tranquila, por el deber cumplido, a pesar de haberse resistido a terminar con esa tercera candidatura, Lula estaba preocupado, no por su futuro, sino con los rumores de la economía y la degradación generalizada del país, que vio de principio a fin, más de una vez, de punta a punta Brasil.

Preocupado, mas sin sufrimiento y sin perder las esperanzas, Lula contaba aventuras de tantos viajes riéndose de sí mismo, como si las dificultades del momento fueran apenas mas una razón para seguir al frente, otra etapa en la construcción de un proyecto mayor, que es consolidar y ampliar la democracia brasileña, para todos los nacidos aquí y no solo para los hijos ``bien nacidos''.

No tuvo tiempo para curar las heridas de la derrota, como acostumbran escribir los columnistas políticos. Quizá porque, para Lula, las derrotas o las victorias nunca son personales. La contabilidad de él es otra. A cada derrota suya, al final, desde la disputa para gobernador de Sao Paolo en 1982, el PT no paró de crecer, multiplicando el número de gobernadores, prefectos y legisladores en todos las esferas, en todas las regiones del país, como aconteció también este año.

Apenas se contaban los votos de la primera vuelta. Lula ya estaba en campaña de nuevo, ayudando a los candidatos de la oposición. El día de su cumpleaños -tiene 54- tenía buenos motivos para celebrar, en especial las victorias de Olivio y Zeca(3), sus compañeros de la lucha sindical, antes de la fundación del PT.

Sin el desapego al poder personal y la toma partidaria de Lula, su capacidad de sacudir la pereza y su empeño por nunca entregar los triunfos, ¿quién podría imaginar que figuras como Olivio y Zeca, ambos sindicalistas bancarios del PT e hijos de indios, llegarían al poder en sus estados antes del año 2000?

En vez de dar tiempo, por lo menos para festejar su aniversario, con media docena de tres o cuatro amigos y los hermanos Vavá y Frei Chico, que lo secuestraron para almorzar con una botella de Barra Funda, Lula ya estaba nuevamente empeñado con sus planes para un frente de oposición en lucha contra el paquete del FMI, mostrando que el país tiene alternativas no suicidas para salir del hoyo.

Mientras otros políticos descansan en la Plaza Atenea, en París, entre una derrota y otra, Lula siempre batalla por las próximas conquistas, no de él, sino de otros, de la mayoría de los excluidos que temían votar por doctores, sus enemigos.

En cada elección crece el número de los que sueltan los cabestros de los coroneles por él, reforzando en Lula la certeza de qué importante es el camino, el rumbo, cualesquiera que sean las dificultades.

Al tiempo, es muy bonito convivir en una tierra que tiene como líder de la oposición al mayor político de masas de Brasil de la segunda mitad del siglo, un tornero mecánico que no tuvo miedo del tiempo ruin no deja desfallecer a ninguno a su lado, sabiendo que mañana, después de mañana, cualquier día de estos, ha de ser otro día.

Notas

(1) Así se le denomina en Brasil a los charros sindicales.

(2) Las viviendas que ocupaban los esclavos negros en las haciendas.

(3) Olivio Dutra y José Orcínio Miranda de Souza, Zeca. Abanderados por el PT, ambos fueron electos, en segunda vuelta, gobernadores de las provincias de Rio Grande del Sur y Mato Grosso del Sur, respectivamente.

(*) El autor publicó este texto en el Diario Popular de Brasil. El PT lo difundió en la Internet, como un homenaje a Inacio -Lula- Da Silva y clausuró así la fase electoral de sus campañas en Brasil. Para mayor información sobre la campaña de Lula y el PT, conectarse con la página http://www.pt.org.br.