Fernando Benítez
La guerra

Saddam Hussein, hace dos años y medio, nos mantuvo ocupados a todos los periodistas del mundo. Se apoderó de Kuwait, un pequeño país dueño de una gran parte del petróleo que se consume en el mundo. Al mismo tiempo mantuvo en palacios --bien atendidos-- a periodistas y niños, que visitaba con frecuencia.

Naturalmente intervinieron Estados Unidos y sus aliados. Se decía que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva (químicas, balísticas, nucleares y biológicas). Estados Unidos y sus colaboradores mandaron sus barcos de guerra y sus aeronaves de combate al Golfo Pérsico, en tanto que Hussein también mandó su ejército, sus barcos y sus aviones a defender Kuwait.

Hussein pensaba que su ejército y sus naves de guerra podían vencer a todos sus enemigos. Después de un cerco prolongado se libró una batalla decisiva que ganaron Estados Unidos e Inglaterra, desbaratando el poderío de Hussein, que se declaró vencido y liberó a sus rehenes que, como hemos dicho, mantenía en palacios.

Ahora el presidente Clinton --apoyado por Inglaterra-- declaró la guerra a Irak, un día antes de que la Cámara de Representantes debatiera sobre su destitución, debido a las complicaciones legales de su relación impropia con Monica Lewinsky. Estados Unidos, con respaldo de Gran Bretaña, lanzó centenares de misiles sobre Bagdad, en un ataque en el que aún no se conoce el número de víctimas.

Bombarderos estadunidenses B-52 y misiles Tomahawk lanzados desde el portaviones USS Enterprise, emplazado en el Golfo Pérsico, surcaron el cielo de Irak durante una serie de cuatro ataques en un lapso de tres horas, a los que Bagdad respondió con baterías antiaéreas. Estados Unidos tiene 24 mil efectivos, además de 22 barcos de guerra en la zona.

Hoy estamos en guerra y no sabemos qué pasará más tarde.