Estados Unidos le ha añadido nuevos y sangrientos bombardeos al criminal bloqueo que desde la guerra del Golfo ha causado ya cerca de 600 mil niños iraquíes muertos por falta de alimentos o de medicinas. El ataque se produjo a pesar del rechazo del Consejo de Seguridad y de toda la Organización de Naciones Unidas, cuyo secretario general había mediado con éxito. La agresión es una doble infamia porque viola abiertamente el derecho internacional y todas las cartas y documentos firmados también por Washington, y pretende imponer al mundo la prepotencia de Estados Unidos y sus decisiones unilaterales, ni siquiera respaldadas legalmente por resoluciones del Parlamento local. Además, porque su motivo es interno, ya que busca distraer a la opinión pública estadunidense de la cuestión del impeachment.
Este ataque es exactamente lo contrario de la prisión de Pinochet, que pone el respeto de los derechos humanos por sobre los aparatos judiciales nacionales manipulados por el gobierno local. En efecto, coloca la decisión de la Casa Blanca por sobre los derechos humanos y las leyes internacionales e incluso por sobre las instancias constitucionales de decisión en el mismo EU que prohiben declarar la guerra sin una resolución del Congreso. Los argumentos de Washington no son sino meros pretextos insostenibles. Irak no puede amenazar a nadie, ni a sus vecinos más cercanos, y menos aún a la primera potencia mundial y a su sirviente, Inglaterra. Saddam Hussein fue durante años el hombre de Washington en la región y los ataques obligan al pueblo iraquí a cerrar filas detrás del gobierno del Baas, aunque sea por nacionalismo o por instinto de supervivencia. Clinton y Blair convierten nuevamente a Saddam Hussein en héroe nacional. Además, Inglaterra, que ha formado y financiado una oposición que actúa como gobierno sombra iraquí en el exilio, sólo trabaja contra toda oposición, en general, en Irak, ya que el pueblo no aceptará a los que lleguen en los furgones militares del opresor extranjero.
Inglaterra, o mejor dicho el liberal-laborista Tony Blair, escoge el papel de lacayo para mantener sus pretensiones de ex potencia colonial en esa región. La infamia de los laboristas, como la de Clinton, no tiene límites pues el ataque estadunidense a Irak, entre otras cosas, tiene como objetivo imponerle una hipoteca a la posible Europa unida, arruinándole su política en el Mediterráneo y en el Cercano Oriente con relación a los pueblos árabes y, sobre todo, en lo que respecta al abastecimiento petrolero. El ``progresista'' Clinton y el ``progresista'' Blair, modelos de los llamados demócratas de izquierda italianos hoy en el gobierno de Roma, demuestran lo que son: imperialistas defensores a toda costa de su poder, aunque eso les lleve a violar el derecho de autodeterminación de los pueblos, la legalidad internacional y la más elemental ética, así como todos los compromisos firmados mil veces. Clinton se ha puesto nuevamente en el papel de un Netanyahu, que bombardea el Líbano o asesina civiles inermes en las tierras que ocupa sin buscar pretexto alguno y rechazando todas las resoluciones de las Naciones Unidas.
Este ataque criminal, por consiguiente, es también un bombardeo contra el Palacio de Vidrio pues la ONU es nuevamente ninguneada y, con ella, son despreciados todos los países que se oponen a la guerra y la misma validez de los tratados internacionales y del derecho internacional. Clinton sacrifica toda la diplomacia para acercar a China, a Rusia o pacificar Medio Oriente. Clinton para salvar su puesto; como es evidente, está listo para combatir hasta el último iraquí y, si es necesario, mañana, hasta el último cubano o norcoreano. El autonombrado gendarme del mundo quiere imponer a todos su poder imperial. Para colmo, éste está en decadencia, lo cual lo hace aún más peligroso ya que sobre el individuo que está en la Casa Blanca penden ahora no una sino dos espadas de Damocles: el impeachment citado y el euro, que nace el mes que viene y reducirá el poder absoluto del dólar. Es necesario detener esta locura uniéndose a la protesta rusa, francesa, china y estigmatizar duramente en la ONU esta violación de los derechos humanos. Naciones Unidas debe condenar formalmente y por aplastante mayoría a Estados Unidos y sus pocos sirvientes que la están hundiendo, tal como la guerra de Etiopía de los fascistas hundió en los años 30 a la Sociedad de las Naciones