La Jornada 20 de diciembre de 1998

Quise hacer una poesía de celebración: Olga Nolla

César Güemes, enviado, Guadalajara, Jal. Ť De la poesía pasó a la prosa luego de varias escalas. Su obra hasta el momento consta de los poemarios De lo familiar, El sombrero de plata, El ojo de la tormenta, Clave de sol, Dafne en el mes de marzo y Dulce nombre prohibido. Entre sus novelas se cuentan La segunda hija, El castillo de la memoria y la nueva El manuscrito de Miramar (Alfaguara), que vino a presentar en México dentro del marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Puertorriqueña, Olga Nolla fundó en los años setenta la revista Zona, carga y descarga, al lado de Rosario Ferré; ha sido profesora, guionista de televisión y directora de la revista Cupey, de la Universidad Metropolitana de Puerto Rico.

-Su país fue el invitado especial a la FIL. ¿Percibe una responsabilidad extraliteraria al representar a una nación como Puerto Rico?

-Sin duda. La he sentido ahora en el caso de la feria y en otras ocasiones que me ha tocado representar a mi país en Estados Unidos, por ejemplo, aquí mismo en México o en Colombia.

-¿Cómo ha sido la respuesta del lector en estos diversos foros donde le ha correspondido participar?

-Cálida, y pienso que tiene que ver más con la obra que con el hecho de que sean trabajos realizados en Puerto Rico. En el caso de Colombia, por ejemplo, llegamos a contar 7 mil personas en las lecturas de poesía. No era nada más yo, naturalmente, sino que fueron poetas de varias regiones los que ofrecimos el recital. En ese caso mi poesía tuvo muy buena recepción. Creo que eso se debe a que es una escritura muy alegre. De hecho comencé a escribir poemas en rebeldía contra el hecho de que los textos poéticos femeninos fueran tan lamentosos, tan tristes, siempre trágicos. Yo quise hacer una poesía alegre, de celebración de la vida y la sexualidad.

-Ciertamente en su haber hay muchos más títulos de poesía que de prosa. Se ha dedicado más a ese género.

-Inicialmente la razón por la cual empecé a escribir fue para demostrar que había otra veta poética además de la desgracia. Eso fue toda la primera etapa. Pero ya en el 90 hice un libro de cuentos, y de ahí en adelante no he dejado de escribir poemas, pero sí he puesto atención en la prosa. Por ejemplo, cuando terminé El manuscrito de Miramar, volví a la poesía.

Posibilidades expresivas de la novela

-La sedujo, pues, la novela.

-Siempre me ha gustado. Es un género con muchas posibilidades expresivas. La forma de la novela se presta para decir gran cantidad de cosas. A mí me encanta cómo las obras de Saramago parecen poemas largos, por ejemplo, pero en realidad son precisamente novelas. Las narraciones pueden ser eso o muchas otras cosas. En el caso de El castillo de la memoria, la pensé como una rescritura de la historia de mi país. Tomo a nuestro conquistador y le doy la inmortalidad para que regrese a Puerto Rico, y con ese pretexto reviso lo que ha sido mi nación. En la novela todo se vale siempre y cuando se haga con cuidado. Creo que es uno de los géneros literarios más libres y que más invitan a la imaginación formal en la escritura.

-En El manuscrito de Miramar no hay historia externa sino interna, la que se da entre madre e hija.

-Ese tema me interesa mucho, aunque es algo muy difícil de abordar aun en los tiempos en que estamos viviendo. Como la sociedad industrial ha requerido que la mujer se integre al trabajo, las cosas comenzaron a cambiar. Los hombres nos culpan de muchas cosas, pero lo mismo somos víctimas de los procesos históricos. Hoy, las mujeres latinoamericanas nos atrevemos a hablar porque hemos pasado por la vida del trabajo y esto nos generó independencia económica. Todos somos víctimas. No sé quiénes puedan ser los victimarios, quizá las grandes corporaciones que están sacando provecho de esta circunstancia. Entonces, como me interesaba trabajar esa relación madre-hija, me acerqué de nuevo a la novela para explorarla.

-¿Diría que encontró respuestas?

-Quizá encontré algunas, pero antes de escribirlas no las tenía. No es una novela de consejos para las relaciones familiares. Es una obra que intenta poner luz donde no la hay o casi no la hay. Esa relación de que te hablo está siempre en penumbra, por lo menos en nuestro ámbito. Pese a que haya madres e hijas por todos lados y en todo momento, lo que pasa entre ellas, o sea entre nosotras, es algo de lo que se habla muy poco. Hay una complicidad de silencio basada en el temor. Nunca he estado de acuerdo con que se den así las cosas, aunque no puedo negar que de esa forma suceden. Por eso he hecho una obra en la que trato el tema. No sé si podría haber hecho esto en poemas, pero dentro de la forma narrativa sí por lo que decía antes.

-Esta novela suya, que comienza al modo en que termina, efectivamente es libre en su forma. Echa mano, por ejemplo, de largas parrafadas en cursivas, un recurso que había caído en desuso.

-Tuve que emplearlas para que fuera claro que ese es el manuscrito rescrito, no el original. La estructura me pareció que me servía para lo que necesitaba decir, aunque pienso que pude haber dicho más. Lo que pasa es que las relaciones de las hijas con sus madres se vuelven difíciles. Aunque ahora las mujeres tengamos independencia económica y nos atrevamos a hablar más, hemos sido siempre muy reprimidas, hemos tenido miedo a decir cómo nos sentimos y lo que verdaderamente pensamos. El hecho de que hoy podamos hablar un poco, nos asusta, además de que nos crea rechazo. A los hombres no les gusta que las mujeres les digamos que no somos como ustedes creían. La verdad los inquieta. De la misma manera en que a la hija de mi novela le molesta que su madre sea de una manera en particular y no como ella creía; así les pasa a los varones. Para ese personaje la madre estaba en un altar, como solemos hacer en Latinoamérica, pero cuando se encuentra con un texto en el que se muestra a la madre como una mujer entera, llena de pasiones y debilidades, eso la hace sufrir. En esa angustia, al descubrir a una persona que se ama pero que no se conoce, me baso para hacer El manuscrito de Miramar.

El binomio madre-hija

-¿Es una angustia que personalmente ha solucionado?

-Por lo menos en cuanto a lo literario, pienso que sí, y eso ya es decir que hay avance.

-¿Hay filtraciones autobiográficas?

-Sí y no. Estoy hablando en mi novela de la mujer de hoy, de la sexualidad femenina, que tiene mucho que ver con el binomio madre-hija. En Puerto Rico, por ejemplo, aunque esto no esté más que implícito en la novela, me acuerdo que las madres nos decían que los estadunidenses eran mejores maridos que los hispanoamericanos, porque no eran machos. Esa idea existía y era popular. Así que ya te das cuenta de cómo las cosas han cambiado. Por otra parte, la historia que se cuenta en el texto no es mía. Si lo fuera no me hubiese atrevido a contarla por temor al rechazo, y no tanto por la palabra infidelidad, sino por la palabra aborto. De lo que el personaje se siente más culpable es de eso, y es lo que la lleva a rescribir el manuscrito. Esa historia que cuento, entonces, no me ha pasado a mí, pero la he visto suceder en otras mujeres.

-El proyecto, por último, ¿era desacralizar la relación madre-hija?

-Es posible, aunque de antemano no lo pensé de esa manera. Sólo quería explorar lo que pasaba y revelar la naturaleza de la sexualidad femenina, quitar el miedo a decir la verdad que tenemos las mujeres. Y sí, hacer posible que aceptemos a nuestras madres y a nuestras hijas más allá de los modelos mediatizados. Aceptarnos nosotras como mujeres con todas nuestras debilidades y contradicciones.