La Jornada 18 de diciembre de 1998

El líder de la protesta y un capitán, a Venezuela; temen represalias

Roberto Garduño y Juan Manuel Venegas Ť Pocos lo creían porque nunca había pasado una marcha de soldados, sin armas, con uniformes reglamentarios, bloqueando Paseo de la Reforma para protestar por la detención de mil 500 militares en las prisiones castrenses de este país.

A las 13:21 horas, la sorpresa sucedió a la incredulidad: 50 integrantes del Ejército Mexicano descendieron de tres microbuses que cerraron los carriles centrales de Paseo de la Reforma esquina con Burdeos, muy cerca del monumento a los Niños Héroes. De ahí rumbo a la torre de El Caballito realizaron su insólita manifestación.

``Estamos exigiendo nuestros derechos. ¡Estamos exigiendo justicia! ¡Viva México! Las autoridades deben mandar obedeciendo al pueblo. ¡Pueblo, despierta! México está dormido y lo vamos a despertar'', gritaba a los atónitos automovilistas el teniente coronel Hildegardo Bacilio Gómez, mientras sus compañeros se alineaban a cada orden, desplegando la bandera nacional y un estandarte de la Virgen de Guadalupe. ``Viva la virgencita y el pueblo'', se decían entre sí los soldados.

Acatando cada una de las órdenes que les dictaban sus superiores, desenrollaron las pancartas en las que plasmaron sus demandas: desaparición del fuero de guerra; liberación de ``nuestros hermanos injustamente encarcelados en prisiones militares'', y aumento de sueldo para oficiales y en especial al soldado que ``vive en la total miseria''. Ante los ojos de los que transitaban por ahí responsabilizaron ``de nuestra integridad personal y de nuestras familias al secretario de la Defensa Nacional; al Poder Judicial y al Presidente de la República''.

La caminata comenzó. ``¡Tranquilos, tranquilos, traaanquilooos! Este es el mejor desfile que hemos tenido en nuestra vida, es un desfile de dignidad!'', animaba vehementemente, muy erguido y con la mirada fija al frente el teniente coronel Bacilio Gómez. Pero los militares de bajo rango estaban nerviosos, caminaban inseguros frente al silencio y sorpresa de las mujeres y hombres que los miraban.

El contingente se dividió sobre los carriles de Reforma para que todos los curiosos, fotógrafos, camarógrafos, agentes de Gobernación y de la Policía Auxiliar pudieran leer las pancartas. Al cruzar por la Diana Cazadora subió el ánimo de los militares; los automovilistas que esperaban por los cortes a la vialidad los observaban sin utilizar las bocinas de sus vehículos. Frente al cine Diana dos señoras los animaban: ``Bien muchachos, bien muchachos, hoy o nunca''. Más adelante, los hombres que esperaban en una parada de autobús les aplaudían y entre palmas les reiteraron ``ustedes pueden, ustedes pueden''. Entre los que veían aquel suceso, también surgían exclamaciones: ``¡Ay, güey, no mames, ahora son los militares!''

Detrás de los uniformados caminaban los hijos y mujeres de algunos integrantes del Ejército Mexicano que purgan penas en las prisiones militares, entre ellos los hijos del general Francisco Gallardo, a su lado, una mujer con una niña portaba una manta con la leyenda: ``General Cervantes, quiero de vuelta a mi hijo Miguel Galindo, teniente de infantería desaparecido desde el 8 de mayo de 1993''.

Los caminantes cruzaron Insurgentes y con los puños en alto respondieron a las muestras de apoyo, que sobre todo les hicieron las mujeres que por ahí caminaban, ``vaya, vaya, ya era hora''.

Sin perder la marcialidad, los soldados enfilaron a paso más rápido por la avenida para llegar a la Torre de El Caballito. Frente a la Lotería Nacional, la marcha que había transcurrido sin incidentes propició un notable embotellamiento vehicular, sólo se escucharon las bocinas de algunos automóviles que estaban a lo lejos, pero quienes veían aquello que nunca había pasado se ocuparon más de su sorpresa que de la prisa.

Ya en El Caballito, el teniente coronel Hildegardo Bacilio Gómez protestó por que las oficinas del Senado que ahí se encuentran fueron cerradas. ``Somos ciudadanos y solicitamos entrar a esta oficina pública, venimos a entregar nuestro pliego petitorio a (Porfirio) Muñoz Ledo o Pablo Gómez''. El militar evidenció desconocimiento respecto a los cargos legislativos de los dos personajes a quienes hizo alusión. No sabía que son diputados. Un reportero le corrigió, dijo que ahí sólo había senadores. ``Pues que baje un senador'', respondió envalentonado el médico militar.

Eran las 14:18, casi una hora duró el recorrido de la marcha de protesta de los 50 soldados, tiempo suficiente para creer que eso estaba ocurriendo, minutos que conmocionaron a la opinión pública del país. Militares que recurrieron masivamente a las autoridades civiles para enfrentar lo que ellos llaman la persecución del Ejército.