La Jornada 19 de diciembre de 1998

No entiendo la caricatura para dar aplausos, dice Helio Flores

María Rivera Ť No entiendo la caricatura de aplausos, afirma contundente Helio Flores. Sabe de lo que habla. Durante 39 de sus 60 años ha recreado con trazos gruesos, y sin concesiones, la atmósfera de novela negra en que se ha desarrollado la política del país. Aunque ha pasado por algunos de los más combativos diarios y revistas, rechaza las soluciones fáciles y pretendidamente radicales para retratar a lo poderosos del momento. Hay maneras que hacen más mella, explica: ``subrayando las caricaturas que ya son ellos''.

Considerado por muchos de los nuevos moneros como maestro de la síntesis gráfica, sólo reconoce como influencias a Rius, por su contenido, y al noruego Finn Graff, en la composición. Su dibujo, basado en texturas y sombras, lo considera resultado de sus largos años de experimentación. Pausado en su hablar, explica que en estos tiempos de apertura el reto para los caricaturistas no ha cambiado, o sea que, más allá de que el espectro de temas a tratar se haya ampliado, ante la hoja en blanco el objetivo es simple y sencillamente hacer una buena caricatura.

Le gusta trabajar en solitario

-¿Cómo prepara su cartón? ¿Prefiere trabajar en su casa?

-Me gusta trabajar en solitario. A algunos colegas les gusta hacerlo en el periódico, porque tienen material a la mano -como archivo fotográfico y esas cosas-, pero yo me he acostumbrado a dibujar en mi casa. Me gusta oír música, tomar café, moverme de un lado para otro. Yo no soy de ponerme en un restirador dos o tres horas y ¡traz, traz! Preparo el cartón desde que estoy leyendo el periódico. Al ver una noticia surge la punta de un hilo que me dice que por ahí puede ir un cartón. Después empiezo a hacer bocetos, porque me gusta ir resolviendo la idea gráficamente, no armar el cartón mentalmente, y luego ponerme a dibujarlo.

``Sólo trabajé en una redacción durante el tiempo en que estuve en La Jornada, en sus comienzos, porque me pidieron que estuviera ahí. Pero yo me sentía raro, no agarraba el paso''.

-Y si hay una noticia importante en la noche, ¿cambia su trabajo?

-No, no cambio el cartón del día. Yo tengo la idea de que un caricaturista es un comentarista que no necesariamente tiene que ir con la noticia del día. Los colegas de La Jornada, por ejemplo, hacen generalmente su trabajo con la información más importante del momento. Eso es bueno, porque van al mismo paso que el periódico, pero yo no lo hago, porque me tardo más en armar una idea. Me gusta digerir un poquito más la noticia. Me he dado cuenta que así resulta mejor mi trabajo.

-¿Qué elementos debe incluir un caricaturista en su cartón?

-En mi caso lo que busco es hacer los comentarios que, según yo, son los que están haciendo también los lectores. No se trata de que uno como caricaturista les abra los ojos y les diga: ``mira, mira, esto está mal, no debería ser así''. Yo siempre he pensado que entre el caricaturista y el lector debe establecerse una especie de complicidad.

-¿Hacerle un guiño?

-Sí. Establecer el puente para que diga sí, es cierto, por ahí va la cosa. Uno debe pensar igual que el lector. El chiste es saber lo que está pensando la mayoría, hablar su mismo idioma.

-Pero en su caso también se nota una voluntad de estilo, de búsqueda de nuevos elementos para enriquecer su cartón.

-El estilo es lo que hace la diferencia con otros caricaturistas, aunque estemos tratando de dar el mismo mensaje, con las mismas herramientas. Hay algunos que dibujan a pura línea y hacen unos dibujos sencillos. Ellos sienten que es la mejor manera de que el lector entienda lo que quieren decir; otros pensamos de otra forma. A mí, por ejemplo, esos dibujos de puras líneas y con monitos se me hacen como muy ligeros. Se me caen de la página. Yo procuro remarcar los volúmenes y las sombras, no perderme en los detalles de las costuras del zapato. Trato de sorprender siempre, de no repetir la misma composición. A mí no me interesa hacer un dibujo muy elaborado, con muchos detalles. Me parece que los que lo hacen están diciendo: ``miren, qué bien dibujo''. Yo creo que el objetivo es que no se note.

-Pero en su estilo hay un especial cuidado en las texturas, por ejemplo..

-Sí, sí. A mí me atraen mucho las texturas. Trato de alejarme de lo que están haciendo los demás. No porque piense que está mal, sino porque hay otras soluciones. Yo veo los trabajos de algunos colegas y no salen de lo mismo, y además no les importa que su trabajo se confunda o se vea igual al de muchos. Hay un caricaturista muy famoso, que se llama David Levin, que tiene seguidores en todos los países, y en México hay Levines hasta para echar para arriba.

Muy común, caer en excesos

-¿Cuáles son los mayores pecados a los que se enfrenta un caricaturista en su búsqueda de originalidad?

-Yo creo que es muy común caer en excesos, ir uno más allá del límite.

-¿Y cuál es el límite?

-Es difícil señalarlo. Uno se da cuenta cuando ya lo pasó. Me acuerdo que en mis inicios llegaba frecuentemente a esos excesos. En lugar de dos manos, les ponía cuatro a los personajes, y cosas así. Era una solución engañosa, una falsa identificación. Yo creo que el estilo no es eso.

-Helio, ¿qué es lo que ha ganado su caricatura con el paso del tiempo?

-Yo pienso que con los años uno va sintiéndose más seguro de qué es lo que quiere hacer y hacia dónde ir. En una ocasión platicaba con un caricaturista que me decía: `Lo que pasa es que cuando uno ya tiene experiencia nada más piensa la idea y la hace. En cambio, cuando está empezando busca la idea, pero a la hora de dibujarla ya no es tan fácil. No puede dibujar lo que quiere'.

-Ahora que aparentemente se puede decir todo, ¿cuáles son los retos para el caricaturista?

-El reto sigue siendo el mismo: hacer una buena caricatura. Es cierto que ahora se pueden trabajar casi todos los temas y todos los personajes, pero también empezamos a caer en abusos, como que se engolosina uno. Por ejemplo, hacer la caricatura del Presidente es una tentación muy grande, ya que es el responsable directo de casi todo lo que sucede en el país. Pero eso no justifica estarlo pintando cada tercer día, porque terminaríamos quitándole impacto. Uno debe ir midiendo cuándo resulta más efectivo hacerlo. También veo que en muchas de las caricaturas de ahora se ponen palabrotas: pendejos, pinches y chingados. Yo digo que su uso está bien de vez en cuando, pero ponerlas seguido como que es contraproducente y no se consigue lo que se pretende. Utilizar los espacios o la apertura de la que se dispone ahora para usarlo en eso, se me hace un desperdicio. Se puede hacer más mella poniendo a los gobernantes tal como son; subrayando sus errores. El `no tengo cash' retrata a Zedillo sin que uno agregue nada. Es más efectivo subrayar las caricaturas que ya son los funcionarios. Lo que tienen de absurdo y contradictorio sus actitudes.

-¿Cómo ve la caricatura que se está haciendo actualmente en México?

-Me parece que la caricatura, sobre todo la hecha por los jóvenes, está pasando por un periodo brillante. Hay muy buenos caricaturistas en la actualidad. La mayoría empieza con una actitud crítica, no como se acostumbraba hace 20 o 30 años, en que los jóvenes hacían lo mismo que los maduros. Los de ahora toman la caricatura como lo que realmente es: un instrumento de crítica, de lucha. Por otra parte, yo creo que si ahora hay más caricaturistas buenos que antes es porque los lectores ya no se conforman. Los mismos medios han tenido necesidad de ampliar sus espacios. Cada diario tiene hasta seis o siete moneros, y los oficialistas sólo están de relleno, porque los que destacan son los críticos.

-¿Cómo evaluaría la aportación de los caricaturistas de su generación a la apertura de espacios en los medios?

-Yo siempre he sido optimista. A mí no me desanima haber estado 20 o 30 años empujando la misma puerta. Yo creo que tampoco la caricatura es tan poderosa como para abrir esa puerta. Nuestro trabajo es sólo parte de un todo. Uno hace la partecita que le corresponde o que uno quiere asumir. Hace rato hablábamos de que ahora hay mayores posibilidades de hacer caricaturas de temas que antes no se hacían, y esto se debe al empuje de los medios y también de los lectores que obligan a que se den los cambios. Un periódico de los actuales que hiciera las mismas cosas que uno de 30 años atrás no vendería ya nada; nadie le creería lo que publica. Ahora los lectores son diferentes y la situación del país también lo es. Sí ha habido cambios y sí ha valido la pena.

-Ante este nuevo panorama, ¿qué función debe cumplir la caricatura?

-Estamos acostumbrados a identificar el poder con los malos funcionarios. Los caricaturistas actuales tenemos poca experiencia de trabajar con autoridades que funcionen bien o que pertenezcan a partidos distintos del Partido Revolucionario Institucional. Con la oposición en el poder tenemos la deformación profesional de ser un poco parciales y no tan exigentes. Nuestro trabajo no debe hacerse con el afán de regocijarse, sino de corregir y destacar lo que no se está haciendo. No entiendo la caricatura de aplausos.