Imparable marcha de la cinta Estación Brasil, de Walter Salles
Dpa, Madrid, 18 de diciembre Ť El triunfo del cine brasileño, en especial del filme Estación Brasil (Central do Brasil), y de los taquillazos que consiguieron diversas producciones nacionales han marcado la trayectoria del cine iberoamericano en 1998. Perfilada como una de las candidatas al premio estadunidense Globo de Oro para mejor película de habla no inglesa, la producción, dirigida por Walter Salles Jr., parece imparable en su marcha, que ya cuenta con 24 premios internacionales.
Para el Globo de Oro, Central do Brasil compite también en el rubro de mejor actriz dramática, con Fernanda Montenegro, quien establece paralelo de actuación con estrellas consagradas de la pantalla grande como Meryl Streep, Susan Sarandon y Kate Blanchard.
El Oso de Oro, que en febrero Walter Salles consiguió en el Festival de Berlín, no sólo es muestra del buen quehacer de este joven realizador, sino que también constata el resurgimiento de esta cinematografía, aportadora de obras interesantes en los últimos años. Su pieza ya obtuvo también el premio del público y de la juventud en San Sebastián (España), la Cámara de Oro en Macedonia, el premio especial de Cine Humanista en Kazajastán, el premio del público en Sarlat (Francia), de la crítica en Fort Lauderdale (Estados Unidos), el Golden Frog en Polonia y de mejor película extranjera del año, según la Asociación de Críticos de Cine en Estados Unidos. Además, fue acreedora del premio especial del Jurado en La Habana (Cuba) y de varios reconocimientos en Brasil.
El fenómeno de resurgimiento cinematográfico en este país sudamericano se debe a la recuperación del público nacional, que vivió el gran momento de su cine con los dos padres del cinema novo: Glauber Rocha y Nelson Pereira dos Santos, junto con una nueva ley de cine que estimula la producción.
En otras naciones como México, Argentina, Chile, Perú y España se produjo un hecho insólito, pues producciones nacionales han resultado verdaderos éxitos de taquilla. La trama juvenil -que sigue los esquemas del serial estadunidense- de La primera noche, del mexicano Alejandro Gamboa, consiguió contactar principalmente con un público joven, que es también el que más visita las salas de cine de este país. Algo parecido ocurrió en Chile con Gringuito, de Sergio Castilla (La niña en la sandía), quien también consiguió una nada despreciable taquilla con la historia de un niño que regresa a Chile contra su voluntad. En tanto, el peruano Francisco Lombardi atrajo a su público con una historia sobre la homosexualidad y la doble moral de la clase acomodada limeña en No se lo digas a nadie (basada en la novela homónima de Jaime Bayly), mientras que su compatriota Alberto Durant consiguió reabrir heridas al revivir en Coraje, el relato de la lideresa feminista María Elena, víctima de Sendero Luminoso.
En Argentina, a mediados de 1998, la producción cinematográfica se encontraba prácticamente paralizada, debido a recortes en los subsidios que otorga el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, acompañados por serios cuestionamientos a la gestión de su director, Julio Mahárbiz, y medidas de protesta por el boicot de la industria local al Festival de Mar del Plata. En este contexto llamó la atención el caso del realizador Juan José Jusid, quien este año consiguió éxito de boletería con Un argentino en Nueva York, de corte televisivo, pero con la presencia de los ganchos actorales de Guillermo Franchella y Natalia Oreiro.
También suscitó polémica que la cinta que representa a Argentina ante la Academia de Hollywood sea Tango, del español Carlos Saura. Con un elenco casi exclusivamente argentino, el filme fracasó con la crítica y el público del país sudamericano. En otro sentido, causó sorpresa la Concha de Oro que ganó en el Festival de San Sebastián el argentino Alejandro Agresti por El viento se llevó lo que. Por último, España retrocedió en el número de películas. Los estrenos más destacables han sido la comedia Torrente, el brazo tonto de la ley, de Santiago Segura, y la tragicomedia La niña de tus ojos, de Fernando Trueba.
Mientras, las obras de algunos grandes maestros no obtuvieron el reconocimiento esperado. Así, el cineasta mexicano Arturo Ripstein sólo contó con su público fiel a la hora de aclamar El Evangelio de las maravillas, al igual que el argentino Fernando Pino Solanas con La nube.
Desde Colombia llegó la segunda película de Víctor Gaviria, La vendedora de rosas, que conmovió en Cannes y en La Habana, donde consiguió el tercer premio Coral. Pero la vencedora absoluta del duodécimo Festival de Nuevo Cine Latinoamericano en aquella isla fue la única producción enteramente cubana: La vida es silbar, de Fernando Pérez, quien de nuevo hilvana una crítica al país con su poético código narrativo.