Adolfo Sánchez Rebolledo
El PAN ¿traidor?

La crisis del Fobaproa llega a su fin de la peor manera posible, sin un acuerdo parlamentario capaz de revertir el desgaste causado por largos nueve meses de forcejeos, incertidumbre y despilfarro de los muy escasos recursos públicos. Aunque las tempranas denuncias del PRD permitieron evitar un desastre peor, sacando a la luz la podredumbre del caso, las consecuencias no serán exclusivamente económicas, por lo pronto se desvanece aquella nueva mayoría (el ``bloque opositor'' famoso) que debía sintonizar al país con los regímenes presidenciales donde se dan con toda naturalidad los ``gobiernos divididos''. En su lugar se ha reconstituido la coalición entre el PAN y el gobierno que desde hace ya varios años es el sustento verdadero de la gobernabilidad. En los hechos no hay tal gobierno dividido.

El PRD pensaba que el Fobaproa ofrecía una oportunidad singular para obligar al gobierno a reconocer la agenda pendiente de la reforma política del Estado, estaba seguro de que el PAN seguiría en esta ruta hasta el final asumiendo que la crisis financiera era un tema instrumentalizable para resolver otros problemas pendientes de la transición. En suma, el PRD supuso que el PAN aceptaría la hipótesis perredista sobre la transición como expresión de una gran coalición antipriísta que incluya a toda la oposición. Ahora, con los resultados a la vista, el PRD habla de traición y traslada la disputa a las elecciones del año 2000, pero nos debe una explicación a fondo sobre su estrategia parlamentaria.

Seguramente hay mucho que decir sobre el comportamiento panista y sus lamentables chalaneos, incluso sus traiciones puntuales, pero el discurso político, con sus grandes apariencias de autonomía, no puede esconder el hecho elemental de que detrás de las actitudes de los políticos hay intereses (Oh ¡poor Marx!) que se filtran hasta condicionar sus decisiones. Pese a la crítica ``humanista'' del neoliberalismo emprendida por el PAN, mediante innegable inspiración vaticana, la verdad de las cosas es que en las cuestiones fundamentales de la economía de hoy, el gobierno y el PAN tienen más coincidencias entre sí que el mismo gobierno con su partido, que cual aprueba de mala gana las decisiones tomadas por la pequeña cúpula de expertos que rodean al presidente. No es casual que la disidencia priísta tenga muchos más puntos en común con el PRD que con el PAN. Y si no, verifíquese las posturas de Bartlett contra el neoliberalismo, así como los planteamientos de ``renovadores'', ```galileos'', ``reflexivos'', ``exhortos'' (sic), cuyo malestar con el fundamentalismo de la política económica presidencial es evidente.

Conviene recordar que el PAN fue el primero, antes que Salinas, en predicar las ventajas de una economía abierta, definitivamente fundada en la acción privada y en la exclusión del Estado. ¿Por qué habían de darle la espalda a esa política cuando van ganando?

Todavía es muy pronto para medir las implicaciones políticas que el asunto Fobaproa dejará en el escenario, pero una cosa es evidente: ya no se pueden seguir tejiendo ilusiones en torno al ``derrumbe'' del gobierno desde la acción concertada de toda la oposición. ¿Cuál política de alianza hará el PRD?