Zedillo ha trazado el camino y, como ocurrió durante el gobierno de Salinas de Gortari, el PAN ha decidido acompañarlo junto con un sector del PRI, el que es mayoritario en el Congreso de la Unión, el que ha votado a favor del Fobaproa.
El camino decidido por Zedillo es contrario a la historia y a los cambios evidentes que se han dado en Europa y que se han iniciado en América Latina con el triunfo de Chávez en Venezuela. En Europa, como consecuencia de las grandes movilizaciones de 1995 y 1996, que culminaron en la gran marcha a Amsterdam de 50 mil trabajadores en junio de 1997, el panorama político ha cambiado a favor de gobiernos socialdemócratas que si bien no han resuelto los problemas del desempleo y la discriminación sí han renovado la esperanza de los 20 millones de desempleados y de los 50 millones de pobres producidos por casi dos décadas de neoliberalismo. (En junio de 1999, por cierto, se llevará a cabo otra gran concentración de trabajadores europeos, en la ciudad de Colonia, Alemania.)
La insistencia de Zedillo en sostener sus proyectos neoliberales tendrá costos políticos de gran envergadura. Por un lado, como en Europa, las fuerzas sociales no controladas por lo que queda del charrismo sindical, se están organizando y, de continuar así y no darse por vencidas en el proceso, para el 2000 --como han dicho los de El Barzón-- se la cobrarán al PRI y al PAN. Por otro lado, la población mayoritaria de México, como en Venezuela, ya ha podido distinguir con claridad meridiana que las políticas de Zedillo, junto con el PRI y el PAN, son las causantes de su mayor pobreza, pobreza que no será superada en corto plazo ni aunque de golpe subieran los precios del petróleo. El partido que cosechará los frutos de la desesperanza, a pesar de algunos errores en la selección de candidatos, será el PRD; para lo cual tendrá que definir en corto plazo no sólo su distinción con el PRI y el PAN, sino un plan de gobierno claro y entendible para todos los mexicanos.
Gracias a Zedillo y a sus socios partidarios y financieros, el país vive ahora una polarización: los defensores de la continuidad neoliberal y el resto de la población. Para la mayoría de la población la perspectiva no es fácil, pues tanto social como partidariamente está dividida, en buena medida atomizada. Una opción para contrarrestar la fuerza del aparato gubernamental, con el control de los medios que ya conocemos, y con los métodos de compra y coacción del voto que también conocemos, sería que para el 2000 los partidos progresistas, las organizaciones sociales independientes y los priístas y panistas antineoliberales (que los hay) formaran, al estilo Argentina, Uruguay y Venezuela un frente amplio electoral o una coalición en torno de un candidato comprometido con un programa mínimo y alternativo al que representan las fuerzas defensoras de la continuidad neoliberal. No puede pasarse por alto que para el sistema da igual si el próximo presidente sale del PAN o del PRI, siempre y cuando garantice la continuidad del statu quo. El PAN está jugando con esta variable (y Fox es su carta más fuerte), Zedillo también y, desde luego, los gobernadores priístas que sólo en apariencia contradicen (en el discurso) la política del actual gobierno, como si en el sexenio pasado, también neoliberal, no hubieran sido cómplices de lo que ahora dicen que rechazan. Hemos llegado al momento de las definiciones y de las grandes alianzas: por la continuidad o por un cambio de rumbo.