La Jornada jueves 17 de diciembre de 1998

Orlando Delgado
Fobaproa e IPAB: diferentes pero iguales

Luego de nueve meses de una intensa discusión que desbordó el Palacio Legislativo, el PAN, el Ejecutivo y el PRI llegaron a un acuerdo que, como en los tiempos de la mayoría absoluta priísta, fue impuesto a la Cámara de Diputados y al Senado y, en consecuencia, a toda la población.

El arreglo se cocinó fuera del recinto parlamentario, primero en la llamada Mesa de Alto Nivel; después, por las cúpulas del PAN, Hacienda y Gobernación, y más tarde lo validó el PRI.

El examen de la solución al Fobaproa involucra numerosas cuestiones tanto de carácter económico como estrictamente políticas. Entre las económicas, destacan tres: uno, ¿el monto total del pasivo disminuyó?; dos, ¿efectivamente se redujo el rendimiento de los pagarés Fobaproa?; tres, ¿mejoró la situación financiera de los bancos? Políticamente, el análisis puede remitirse a lo siguiente: ¿quién ganó?, ¿se redujo la incertidumbre?, ¿cómo afecta al futuro de las relaciones políticas? y ¿qué contenido revela para el 2000?

Es conocido que los panistas festinaron que su propuesta reducía el 50 por ciento del monto del pasivo de Fobaproa que se transferiría al Instituto de Protección al Ahorro Bancario (IPAB). Sin embargo, el acuerdo votado establece que se respaldan los pagarés emitidos y se agrega que se venderán los activos; pero precisamente eso era lo que establecía la propuesta original del Ejecutivo. No es posible cuantificar la cantidad que se podría recuperar al vender la cartera comprada, pero es obvio que no aumenta porque el IPAB las venda; por ello se oculta que el ahorro logrado es nulo.

En relación con el pago de intereses y su monto, antes que nada hay que señalar que es falso que al país le costó 100 mil millones el debate y que el acuerdo detiene el crecimiento del pasivo (ver H. Aguilar Camín, La Jornada, 14/12/98). Los pagarés Fobaproa se pactaron a una tasa entre Cetes +1 y Cetes +3, según el banco involucrado; si se hubieran convertido en deuda pública, evidentemente hubieran generado intereses a la tasa negociada en los propios pagarés, de modo que el incremento del saldo por la capitalización hubiera sido el mismo. El IPAB sustituirá los pagarés por nuevas garantías que generarán intereses a una tasa que no se ha especificado; suponer que estas garantías no generan rendimientos, más que ingenuo es tonto.

Tan es así, que el nuevo instrumento que sustituye los pagarés será negociable, lo que implica que el día de su entrega a los bancos será convertido en dinero; para que sea convertible, el papel tendrá que ser atractivo para los nuevos tenedores, lo que se conseguirá por su rendimiento, es decir, el interés que produzca y por su negociabilidad. Precisamente por esto, los bancos mejorarán la calidad de este activo, ya que al sustituir el pagaré Fobaproa no sólo dejarán de fondearlo, sino podrán utilizar el dinero para nuevas operaciones.

Esto, además, demuestra que el supuesto no panista a la conversión a deuda pública de los pasivos no es tal, ya que los nuevos papeles emitidos por el IPAB, lo mismo que el papel gubernamental, deberán ser liquidados a su vencimiento, lo que ocurrirá inevitablemente porque sus tenedores estarán dispersos y serán ajenos a los bancos.

Por otra parte, es evidente que no gana México, ganan, en primer lugar, los bancos que no tendrían que aportar nada adicional; sólo se establece una redacción que buscará distribuir equitativamente las pérdidas posibles provocadas por el monto recuperado de la cartera vencida. Gana, también, el Ejecutivo y la tecnocracia; el festejo fue, por supuesto, en las casas de Ortiz, Werner, Arrigunaga, Fernández, Zamora, et. al. El PAN se negó a ser consecuente con sus propios acuerdos.

El arreglo, se dice, da certidumbre económica y política al país; y lo hace porque muestra a la Cámara de Diputados como un espacio capaz de llegar a acuerdos trascendentes. Hoy sabemos que el Ejecutivo y el PAN, o más precisamente la fracción panista que se ha aliado a la tecnocracia, llegaron a acuerdos fuera del Congreso, así que la única certidumbre es que se ratifica la operación de un régimen de concertación en el que la verdadera discusión y las correspondientes cesiones de las partes, se ocultan. ¡El viejo PRI y el nuevo PAN juegan del mismo modo!, ¿quién será más dinosaurio Bartlett o Fox?

La posibilidad de un futuro político basado en el diálogo constructivo y abierto, ha recibido un duro golpe. Los nuevos acuerdos seguramente se ratificarán en el presupuesto y en la ley de ingresos; nadie se sorprenderá de ver al PAN votar a favor del nuevo impuesto telefónico; será por México, asegurarán Calderón, Medina y Fox. Tampoco será sorpresa si la campaña de Fox para la presidencia en el 2000, es coordinada por Guillermo Ortiz.