Luis Linares Zapata
Compromisos que matan

El compromiso legislativo que marcará los años venideros de los mexicanos quedó sellado por las firmas de las fuerzas mayoritarias de Acción Nacional y las del Revolucionario Institucional. Quedan por ver, de tal acción, los beneficios o los perjuicios causados a la fábrica nacional, al margen decisorio del gobierno, a la legitimidad partidaria y al bienestar de la población de hoy y de mañana. Mucho de ello depende de la perspectiva desde donde se observe el panorama.

Los augurios son, por un lado, devastadores, o de una alegría sospechosa, por el otro, pero de todas maneras, sean celebrados por el oficialismo o condenados por la oposición efectiva (PRD, Verde, PT), no dejarán de nublar la convivencia organizada. Unos alegan traición (PRD) y los demás (PAN, PRI-gobierno) soluciones al alcance de un México que ``sigue adelante'' y de los bolsillos colectivos en ``razón de los altos intereses de la Nación''. ``Los salvamos de una crisis mayor'', dicen los priístas con un dejo de conciencia distribuida entre las penas, las disciplinas y los agandalles. ``Lo hicimos por el bien de los ahorradores y de México'' y porque ``somos un partido responsable'', se desgañitan diciendo los panistas para poner a salvo una imagen encomendada a ciertas agencias extranjeras de relaciones públicas que les aconsejaron, desde hace meses, ``lavar'' los verdaderos compromisos que ya habían sido adoptados por sus dirigentes.

Los analistas y difusores situados desde la perspectiva de los hombres del poder nos transmiten su beneplácito por los acuerdos entre los diputados como un logro fundamental. Lo que se negocia, las condiciones y sus consecuencias pasan a segundo plano. Lo que cuenta es el arreglo, lo pactado. Una muestra adicional de lo que significa y, por tanto, cuesta el accionar democrático. Lamentan, eso sí, los costos incurridos por la tardanza y los achacan a la incapacidad de los actores políticos de lograr consensos oportunos. Ignoran o disfrazan que los intereses a pagar por la compra de cartera y respaldados por los pagarés del Fobaproa, (dos puntos por arriba de los Cetes), los garantizó, no se sabe el porqué y con su insolvente firma, el subsecretario Werner de todos los malfarios argentinos a partir de una fecha precisa y con un vencimiento también asegurado, independientemente de cuando se diera la aceptación de los diputados y senadores.

Si este acuerdo parlamentario logrado hace dos días se hubiera alcanzado hace un año, de todas maneras el costo mensual de los compromisos adquiridos sería el mismo. La diferencia se hubiera dado, en efecto, con la conversión de los pasivos contingentes a deuda pública pero la transparencia sería, en este caso, por completo inmanejable.

Cifras del 97, cuando el Ejecutivo mandó la malhadada iniciativa nos hablan de 552 mmdp; y la siguiente declaración, a septiembre del 98 después de un escurrido alegato del secretario Gurría, de 609 mmdp. Tal diferencia absorbe, se supone, los intereses devengados y alguna ``miscelánea'' adicional que aún se desconoce.

De todas maneras, la negociación interpartidos y entre intereses reales no es de despreciar. Al contrario, es la materia misma de los trabajos legislativos y de la política. Pero lo que ahora importa es esclarecer las reales consecuencias del ``salvamento'' bancario que es, también, el de muchos grandes empresarios abusivos que no lo merecen y de otros tantos banqueros que se cuelan entre las rendijas oscuras de todo este merequetengue para asegurar sus puestos de mando y prestigio.

Para comenzar, el presupuesto para el 99 no trasluce el efectivo costo del Fobaproa. Se especifican 18 mmdp como partida concreta, pero se sospecha que las ocultas son las interesantes y pueden abultar de tal manera los recursos destinados a la deuda (se habla de otros 80 mmdp) que harán intolerables los recortes y las limitantes del gasto programable. Muy a pesar de los deseos tanto del PRI como los del PAN, la ciudadanía no podrá reconocerles sus ``sacrificios y valentías'' por la sencilla razón de que el quiebre financiero provocado imposibilitará el desarrollo del país durante largos y angustiantes años por venir y, por tanto, el deterioro de su calidad de vida está más que asegurada.