El último nudo en el que estaba metido el país, el rescate bancario de nombre Fobaproa (Fondo Bancario de Protección al Ahorro), quedó finalmente aprobado por la mayoría en el Congreso. Han pasado nueve largos meses desde que el Poder Ejecutivo envió la iniciativa al Congreso. Sería inexacto decir que la iniciativa aprobada por los diputados y senadores del PAN y del PRI, es la misma que envió el presidente Zedillo en marzo pasado, pero al mismo tiempo no se puede negar que el costo del rescate bancario será muy alto para el país y, como en una deuda de guerra, todos los mexicanos tendremos que pagar durante muchos años miles de millones de pesos del presupuesto público -ahora convertidos en deuda pública-, que hubieran podido destinarse para hacer escuelas y hospitales, mejorar los salarios y combatir la pobreza en todo el país. ¿No aprobar el Fobaproa era mejor para México?, ¿cómo se repartirán los costos políticos del paquete de salvamento financiero?, ¿cómo impactará esta aprobación el escenario de la sucesión presidencial?
Las posiciones políticas del gobierno y de los partidos, que inicialmente fueron tres, se transformaron en dos: por una parte, quedó el polo de encontrar una solución y aprobar; y, por la otra, estuvo el perredismo como un oponente. Los márgenes no eran muy amplios, la postura de no aprobar es, en cierto sentido, más fácil de llevar, e incluso puede tener más legitimidad social en una primera vista; la postura más difícil y complicada es la otra, la de encontrar una solución viable al problema. Así es la política, no hay situaciones ideales que permitan volver a comenzar la historia, el daño del rescate está hecho; la crisis de 1994-1995 fue terrible; la quiebra de la mayor parte de los bancos es una realidad; las medidas del rescate bancario se hicieron a espaldas del Congreso de la Unión; en muchos casos hubo un manejo fraudulento de los recursos; se hizo un gran río revuelto en donde ganaron unos cuantos y la mayoría perdió. Todas estas premisas son ciertas, pero ¿era posible otra solución?
Los partidos de oposición se ubicaron en polos diferentes y antagónicos. Con la aprobación del nuevo Instituto para la Protección del Ahorro Bancario (IPAB), se inició una guerra de imágenes para cobrar y pagar costos. El perredismo quiere quemar en leña verde al panismo y culparlo de haber autorizado un robo a la nación; el PAN, por su parte, emprende una campaña para legitimar su voto y explicar las supuestas ganancias; el gobierno y el priísmo celebran la ``solución''.
Frente a las diversas posiciones no se sabe de qué forma se vaya a construir el escenario de la sucesión presidencial, es decir, quién vaya a pagar los costos del rescate bancario y quién se beneficiará. De cualquier forma las apuestas han sido emplazadas: el PRD apostó todo y fuerte a que el escenario del año 2000 sea de un eje opositor anti-sistema y anti-PRI, en el cual el voto mayoritario de la ciudadanía sea por una imagen de oposición completa. Por su lado el PAN le apostó a un eje dividido en el que comparte una responsabilidad pública y, al mismo tiempo, es oposición que hace cambios con lo cual se quiere ubicar como una opción que puede dar certidumbre de gobierno. Una parte importante de la factura que está pagando el panismo se debe a su misma forma de negociación, porque cuando se publicita una posición irreductible y luego se cede, queda una sensación de derrota que es muy difícil cambiar. El PRI y el gobierno aceptaron hasta cierto punto las condiciones panistas, pero tampoco le dieron la posibilidad de ganar alguna bandera política grande, como la renuncia de Guillermo Ortiz, que les hiciera menos costoso su voto.
Todavía falta ver algunos episodios más de este rescate, como los resultados de las auditorías y la forma de operación del IPAB. Resulta muy extraño que al final de cuentas, además del alto costo para el país, este rescate no permite saber todavía quiénes fueron derrotados y quiénes ganaron algo, para eso tendremos todavía que esperar a julio del año 2000; por lo pronto, a pagar...