Rodrigo Morales M.
Fobaproa: todos pierden

La reciente culminación del largo proceso de negociación del Fobaproa es una buena muestra del deterioro que sufre nuestro sistema político o, si se quiere, de la incapacidad de los actores e instituciones actuales para hacer frente a situaciones inéditas. En realidad, con el Fobaproa todos pierden algo: no hay vencedores netos y el tejido político queda más deteriorado que antes. Veamos.

El Congreso pierde en la medida que no fue capaz de procesar internamente algún arreglo, no fue espacio para el diálogo y los personajes de las negociaciones no fueron los legisladores, además de que mostraron su propensión a no entender el trabajo legislativo y a confundir la tribuna de la Cámara con una caja de resonancia para el ruido e incluso para la violencia.

El Ejecutivo no ostenta mejores cuentas; el costo de haber sacado adelante su proyecto de rescate bancario se traduce en una inadmisible polarización social que coloca a los banqueros como los villanos de la película, según considera una buena parte de mexicanos, eso sin contar las irregularidades que se irán documentando y que hicieron del debate del Fobaproa una suerte de velo que al descorrerse fue revelando una multitud de problemas. Al parecer, la transparencia no es un activo bancario.

Pierde también el Banco de México, ya que, independientemente de las consecuencias prácticas que vaya a tener el segundo transitorio, es un hecho que la figura de su gobernador no es la óptima para conducir la política monetaria de manera confiable. Si su inclusión en el Banco de México pretendía apuntalar a una figura que garantizara la continuidad económica en un esquema de eventual alternancia en el poder, es obvio que Ortiz no tiene las credenciales necesarias para desempeñar ese papel. El Ejecutivo, en su necedad de sostenerlo contra viento y marea, demostró lo inamovible de sus convicciones, pero no hizo la mejor jugada en términos de costos. Tuvo la fuerza, pero no la razón.

Los partidos también pierden. Al PRI parecía moverlo más la oportunidad de derrotar a sus adversarios que la convicción de suscribir todo cuanto el Ejecutivo proponía. El PRD optó por marginarse del diálogo y acentuar su perfil de opositor que denuncia, por sobre un partido que negocia y propone. El PAN se fue quedando solo con la decisión y actuó evitando la catástrofe; no son menores los costos que habrá de pagar por ello.

Desde alguna perspectiva se podrá alegar que estos momentos de alta tensión política forman parte de la normalidad en un proceso de transición, sin embargo, basta ver el saldo para advertir que mientras la pluralidad se siga presentando como sinónimo de polarización, lejos estaremos de cimentar un camino cierto para andar el trecho que tenemos enfrente. El desgaste de los actores, hasta ahora, no se ha correspondido con la aparición de nuevas formas de hacer política que eventualmente vayan supliendo estos reflejos políticos tan acendrados como improductivos. Finalmente, hoy se evitó una eventual catástrofe financiera, no se le dio respiración boca a boca al dinosaurio, simplemente se le dieron aspirinas a un sistema plural que, a pesar de su juventud, acusa un serio deterioro en su salud.