Ernesto Márquez Ť ¡Azúcar! Grita Celia con ese su vozarrón cubano. Suena la música. Y... ¡candela, mi negro!
Es la noche de la presentación de su nuevo disco Mi vida es cantar, ante un selecto público que la ve arrobado. La guarachera de Cuba luce feliz. Asombra su brío y entusiasma su coquetería. Esta mujer lleva más de medio siglo repartiendo sones, regando sabor por los escenarios del mundo y aún no se han quebrado su voz ni su figura.
Todo mundo sabe dónde nació, pero no la fecha. Seguir ocultando ese dato se ha convertido en una cuestión de principio, casi un guiño más de su desparpajo; de su manifiesta vocación de coquetear y hasta de jugar socarronamente con sus interlocutores. Un ministerio el de la edad que impregna de ambigüedad sus biografías, pero que es a la vez el decorado inevitable de sus entrevistas, casi un elemento más de la parafernalia que le acompaña, como sus pañuelos blancos, sus inusuales zapatos y vestidos luminosos. Y es que la reina de la rumba no sería ya la misma si pregonara su edad y dejara de usar esas extraordinarias pelucas.
¡Azúcar! Grita la negra más zadunguera mientras sus movimientos no encuentran tope ni a derecha ni a iquierda. Preparada para el flash, extiende su figura como una felina cariñosa y las pestañas y las uñas postizas y el resto de sus truquillos entran en acción. Y así intenta superar a la dinámica Celia Cruz de los años cincuenta, cuando en sus inicios la salsa se hacía llamar música cubana a secas.
Oferta Celia sus nuevos sones, que vienen en soporte CD y con la garantía RMM. Un paquete de nueve temas de los cuales selecciona dos: El no te quiere ná, autoría de Isidro Infante, y el que le da título al disco compuesto por Arabella y que al decir de Celia es el que mejor retrata su vida: ``Lo que soy, es la gracia de Dios, su amor me dio este talento que te brindo con mi voz'', cita ya para el final.
Aunque la orquesta que le acompañó (el inefable Grupo Contraste) no estuvo a la altura de la reproducción musical, Celia echó pa'lante. Con ella no hay trucos ni malas mañas. Así lo mismo en la tierra como en el cielo. Cantando en directo como en el estudio. La mujer es neta. Lo mismo en un pimentoso merengue con Kinito Méndez (Me están hablando del cielo) que en una salsa aflamencada (Canto a Lola Flores) que en la salsa brava (Cal y arena) o en el bolero (Siento nostalgia de palmeras).
La producción del disco está a la altura de las expectativas de Celia, quien desea con este trabajo ganarse (``a ver si ahora sí'') un Grammy. Una escucha atenta basta para encontrar esos valores que ella presume, sobre todo el de su voz, por la que el tiempo no parece pasar.
Mi vida es cantar, el disco número 73 de Celia Cruz, es un trabajo gozoso, no quizá el esperado de la reina para despedir el siglo, pero tampoco uno que pase desapercibido. Tiene lo que debe de tener, principalmente mucha ¡azúcar!