La poesía de Raúl Ortega, como cuchilladas en su vientre: Navarro
Arturo Jiménez Ť Desde el territorio de la valentía y la verdad poéticas, el cubano Raúl Ortega Alfonso muestra las ``cuchilladas en su vientre'' para expresar -expresionista- no la belleza del mundo externo, sino ``los horrores del mundo moral'', señaló el escritor Osvaldo Navarro.
Navarro, con Rafael Carralero y Lucía Raphael de la Madrid, presentaron ayer el poemario de Ortega Con mi voz de mujer (Ediciones Arlequín, colección Canto de Sátiro), como parte del último día de las Jornadas de la Cultura Cubana, en la Casa Lamm.
Carralero aseguró que Raúl Ortega Alfonso (1960) es una de las voces ``jóvenes y poderosas'' de la nueva poesía cubana y que su obra es bastante original y personal. El escritor resaltó la pluralidad de estas jornadas y advirtió que en una parte muy importante la cultura cubana se está creando fuera de la isla.
Al final de la presentación, Ortega, quien escribió Con mi voz de mujer en 1994-95 en Cuba, dijo que su libro es ``muy amargo y agónico'' y que no trata de imitar al sexo opuesto sino a su voz. El ha publicado además Las mujeres fabrican a los locos (1992) y Acta común de nacimiento (1998). Poemas suyos han sido traducidos al alemán.
Poeta, narrador y periodista radicado en México, Osvaldo Navarro (Cuba, 1946) señaló que el libro de Raúl Ortega Alfonso es un ``desesperado llamamiento de SOS'' y pretende ``transmitir en clave el testimonio de una verdad, que no por cruda y descarnada deja de ser expresada con orden, belleza y auténtica espiritualidad''.
Evocando a Dmitri Lijachóv, Navarro -autor de El Caballo de Mayaguara, testimonio novelado sobre un legendario revolucionario cubano- planteó que ``para un escritor no existe disyuntiva entre decir la verdad o no decirla, pues para él ello equivale a escribir o no escribir''.
Apoyado en José Martí, agregó que ``quien oculta lo que piensa o no lo dice, no es un hombre honrado''. Y cerró con la visión de Bertolt Brecht, para quien la verdad es ``algo belicoso que no combate únicamente la falsedad, sino también a determinadas personas que la defienden''.
De la utopía al absurdo
Lo que sorprende y entusiasma a Navarro de la poesía de Ortega es ``la valentía con que se asume a sí mismo y la sinceridad con que expresa no sólo la extraña y original mixtura de su individualidad, sino la apreciación que tiene del mundo y de las demás personas con quienes le ha tocado convivir o coexistir''.
Y señaló que Raúl Ortega ``viene marcado por la realidad de su país'', la cual, alguna vez soñada como utopía, ``terminó siendo un absurdo''.
Navarro se pregunta: ``¿Qué cantidad de fenómenos negativos, adversos, dislocados, antinaturales pueden haberse generado en una sociedad como para que existan tantos seres humanos que prefieran no vivirla, no sólo escapando de ella, sino borrándose a sí mismos?''
E insiste: ``¿Hasta dónde habrá llegado el nivel de violencia, tosquedad, brutalidad, suciedad -moral, por supuesto- y fealdad que un poeta, que se supone sea el mayor amante de la belleza, declare que sólo su fetidez es exquisita y advierta que `no queda un resquicio por donde pueda introducir una palabra amable?'''
Nadie debe buscar en este libro, advirtió Navarro, ``bellezas rebuscadas'', pues Ortega, ``un muchachón generoso y de extrema sensibilidad, crispada por la hostilidad y las adversidades, ha venido ante nosotros, sin la más mínima queja, a levantarse la camisita humilde para que veamos las cuchilladas en su vientre escuálido y cómo se le salen `los mondongos al poema'''.
Entonces, precisó, ante la imposibilidad de Ortega para hablar de las bellezas del mundo externo, habla de los ``horrores del mundo moral'', es decir, ``de inmundicias, miserias, epidemias, pudriciones, manquedades y sufrimientos''.
Aseguró: ``La felicidad o algo que se le asemeje parece no haber tocado jamás las puertas de este infeliz, en todos los sentidos de la palabra, que ha encontrado precisamente en la palabra la única tabla de salvación, una especie de balsa en la que se ha lanzado a conquistar la tierra prometida''.
Dijo que los versos de Ortega, si pueden calificarse así, ``carecen de cualquier musicalidad, porque su intención no es agradar, aunque tampoco agredir, sino expresar -en el sentido del expresionismo- verdades''.
Comentó que el libro es un llamado de reflexión y que Ortega parece preguntar de frente: ``¿Todo lo que hicieron fue para esto?''. Y Navarro, por lo pronto, ofrece su respuesta:
``Hijos, disculpen a sus padres por ilusos y por haber entronizado esta locura en la familia. Pero no olviden nunca que algunos tuvieron la suficiente valentía para mirar de frente la verdad y no sólo echarse a llorar ante sus errores y pedir perdón, sino de levantar la cabeza con el ánimo de comenzar de nuevo y con la seguridad de que todo se puede rehacer de una manera más humana, es decir, más amorosa y más bella''.
En su turno, Lucía Raphael de la Madrid dijo que Raúl Ortega habla desde su ``lado femenino'' y agregó que ello ``no tiene nada que ver con los clichés feministas ni trasvestistas'', ni con aquellos que ``nos invaden'' desde los medios de comunicación.
``Raúl -agregó- es una puta, es una anciana, es una niña de La Habana que se prostituye por comida. Raúl es su madre y se ríe de los hombres que juran entenderla. Raúl soy yo, las yo que quisiera ser y otras que a través de él me son cada vez más cercanas''.
Mediante esa reubicación de perspectiva de Raúl Ortega Alfonso, señaló, ``su voz canta de nuevo, después de la sequía nos deja esperanza, nos deja la convicción de una comprensión desde la víscera, de un compromiso''.