La Jornada 14 de diciembre de 1998

Es tiempo de crear un nuevo público para reactivar nuestro cine: Villaseñor

María Rivera Ť Juan Pablo Villaseñor, director y guionista de Por si no te vuelvo a ver -su ópera prima que compite esta noche por los arieles en 19 de 21 categorías-, explica que su apuesta es por el cine narrativo, que tenga como personajes a la gente común, y con el que se identifiquen los espectadores, en la mejor tradición cinematográfica mexicana de los años 40 y 50.

El cineasta, nacido en Morelia en 1956, es realista en su apreciación del momento de crisis por el que atraviesa la industria. Reconoce que los espectadores tienen desconfianza en las producciones nacionales -``ante los atentados a la inteligencia que se hicieron en los 80''-, pero considera que es el momento de recuperar y crear un nuevo público con mejores políticas de exhibición, que ``le permitan al espectador al menos saber dónde se pueden ver películas mexicanas que hablen de su realidad''.

-¿Qué clase de cine le interesa hacer?

-Contar bien una historia. El tipo de cine que más me interesa es el cine narrativo, el que nos dice algo que podemos recordar, que nos deja huella. No me atraen las películas formalistas, que se basan en la imagen. Me parecen como una moda. El lenguaje de videoclip y todas esas cosas son un discurso mucho más convencional que moderno. Es algo más viejo que el caminar. En ese cine metes la mano y no encuentras nada. El que a mí me gusta también se interesa en el discurso de la imagen, pero como un medio para contar algo.

Pequeñas historias de la gente común

-Con personajes comunes y corrientes...

-Sí, con gente sencilla, normal. Las pequeñas historias de la gente de la calle no parecen tener mucho atractivo entre los que empiezan a hacer cine. Hay una especie de tradición de hablar narcisistamente de sí mismos o de preocuparse solamente de gente extraordinaria. Yo pienso mucho en la tradición del cine mexicano de los 40 y 50, que hablaba de la gente de los barrios, de los campesinos, de los pescadores. En esa época los espectadores se involucraban con los personajes, se reconocían dentro de esos ambientes, con esas voces. Eso es algo que hemos perdido. Ya no hablamos de lo inmediato, de lo que tenemos más a la mano, de lo que nos es cercano.

-¿Qué directores de esa época le interesan en particular?

-Yo no pretendo colgarme de la tradición de un cine que no sea el mexicano, porque es dentro del cual crecí y el que más conozco. Me gusta el cine de Alejandro Galindo, de Luis Alcoriza -al cual considero el gran guionista del cine mexicano- y el del Indio Fernández. Alcoriza en particular tenía un oído extraodinario. Si hacía una película en la costa, los personajes camaleónicamente asimilaban el habla del lugar. Ahora las películas pueden ocurrir en un puerto o en la selva, y tanto el discurso como el acento son como si fueran capitalinos. Falta autenticidad. Yo creo que el cine vale en la medida en que es auténtico. Y para eso tienes que aguzar bien el oído, los ojos, el cerebro, el corazón y muchas otras cosas.

-Menciona a Alcoriza como una de sus mayores influencias. El también, como usted, creaban sus propios guiones...

-Yo creo que el cine vale en la medida en que es auténtico. Para mí la honestidad es lo más importante de todo. Lo que hago trato de interpretarlo con mucha sinceridad. Yo no me imagino haciendo cosas sobre gente que no conozco. A mí me han ofrecido otro tipo de películas y no las he hecho, porque no me siento capaz de adquirir un compromiso con ese material. En Por si no te vuelvo a ver visité asilos de indigentes y de gente muy rica. Pero las gentes que yo conozco son las de clase media; si me metía a los asilos miserables para contar lo que ahí ocurre no iba a conocer sus códigos. Me iba a ver muy falso. Tenía que buscar un grupo social con el que me identificara, que pudieran ser mi papá o mis tíos -de los cuales conozco su mundo interior y su entorno.

-¿Tuvo problemas para vender una historia de estas características, teniendo en cuenta el culto a la juventud que existe en la actualidad?

-No, porque estaba vendiendo una historia en sí, no a los protagonistas de este guión. Es cierto que a priori no existe un público de gente mayor, porque la gente que más va al cine tiene entre 15 y 30 años, y buscan historias que hablen de su vida y de las cosas que les interesan. No se puede decir que haya un público de gente mayor. Los viejos no van al cine. Sin embargo, la película ha gustado. La más grande satisfacción que yo tengo es saber que la película gustó, independientemente de si la gente era mayor o joven. Cuando se estrenó, los espectadores aplaudían al final de las funciones, y eso lo mismo ocurría en Polanco, que en Miramontes. Eso para mí es motivo de un orgullo inmenso. Eso sólo sucede en los festivales o la muestra.

-Es una película muy esperanzadora.

-Sí, porque para mí es muy importante el tema de la dignidad. Y lo que en la película se muestra es el envejecer con dignidad. En las visitas que yo hice a los asilos para preparar el filme, pude palpar que los atisbos de esperanza, la búsqueda de la felicidad o los intentos de tener algún acercamiento de tipo amoroso son muy mal vistos. No se supone que se esté en edad para esas cosas, sino para sentarte en un lugar, ver la televisión, recordar y tener una vida contempla- tiva. El hecho de que ellos tengan el arrebato de hacer algo inusual es visto como una anormalidad, una patología o algo subversivo.

Hollywood contrata obreros de lujo

-En estos tiempos en que la mayoría de los cineastas mexicanos quiere hacer carrera en Hollywood, ¿cuáles son sus aspiraciones?

-Yo no puedo decir si se me antoja ir allá o no. Para empezar, nadie me lo ha propuesto, y no me voy a poner a trabajar en función de ese objetivo. Pero yo veo que en Hollywood más que contratar cineastas, contratan obreros de lujo. Por poner ejemplos, está el caso de los cineastas australianos o neozelandeses. Las cintas hechas en sus países de origen son maravillosas y no se pueden comparar con las que han hecho en Hollywood. En éstas es imposible reconocer la escritura de uno u otro. Hollywood tiene la extraña capacidad de desaparecer al director detrás de la película. Son filmes que pudieron ser hechos por cualquiera. En el caso de los directores mexicanos es lo mismo. Yo en lo particular prefiero el trabajo que hicieron aquí, porque lo veo más auténtico.

-¿Pero qué tantas posibilidades hay en México de filmar en los actuales momento de crisis?

-No me parece tan difícil hacer cine en México, a pesar de la carencia de recursos. Hay otras maneras de levantar un proyecto. En este momento uno no puede pensar en hacer cosas descabelladas, sino pensar en una película que pueda financiarse fácilmente. En cambio lo que realmente me parece un problema bastante grave es la distribución de las cintas. Hay mucha gente que ha filmado, y uno se pregunta dónde están sus trabajos. Otro de los problemas son las políticas de exhibición. Un filme está una sola semana en cartelera, y no recibe el apoyo que debería, para que la gente al menos sepa dónde puede ver cosas que hablen de su realidad. Yo creo que a la gente sí le interesa ver películas mexicanas. Se ha demostrado que en los 40 y 50, y más tarde en los 70, había un público muy numeroso para el cine nacional. Después, en los 80, lo perdimos, porque lo que se producía eran atentados contra la inteligencia de los espectadores. Ahorita la gente tiene desconfianza, pero es el momento de volver a recuperar o crear un nuevo público para reactivar la industria.