Luis Benítez Bribiesca

La ciencia y los legisladores

Gran alarma y preocupación han causado en la comunidad científica los anunciados recortes presupuestales para ciencia y tecnología. Pero esos recortes son sólo una parte de otros, como los que se prevén para las universidades y otros centros de enseñanza superior y los más dramáticos enmarcados en el exiguo presupuesto federal para el año entrante que afectarán a toda la sociedad. A eso debe agregarse la amenaza de una devaluación mayor de nuestra moneda y el gran desasosiego social y la descomposición política que va in crescendo.

El origen de esa desafortunada situación está, sin lugar a dudas, en el insensato manejo político-económico por el que atraviesa el país. Son los políticos los únicos encargados de proponer, asignar y equilibrar el presupuesto para la ciencia ya que, paradójicamente, los científicos no son tomados en cuenta.

La Comisión de Ciencia de la Cámara de Diputados está integrada por políticos generalmente ayunos de información científica. Parecen no tener una idea clara de qué es y para qué sirve la investigación científica, ni saber del impacto que tiene a largo plazo la inversión en desarrollo científico en las sociedades modernas. Actúan como si el presupuesto en ciencia fuese un lujo del cual pudiera prescindirse, pero tampoco atinan a asesorarse con expertos en ese tema, que sería lo menos que deberían hacer si reconociesen su deficiente conocimiento en esa área. Tal actitud, sin embargo, no es privativa de ese comité y parece ser el denominador común de todos nuestros legisladores, quienes ante el gravísimo problema que enfrenta el país han demostrado ser irracionales, egocéntricos y antipatriotas.

Son irracionales porque son incapaces de emitir juicios lógicos y bien fundamentados. No hacen propuestas concretas y factibles, basadas en estudios serios, que permitan destrabar las ataduras político-económicas que frenan nuestro desarrollo. Se limitan a lanzarse insultos mutuos y a clamar la cabeza de los supuestos culpables en éste y otros gobiernos. ¡Como si llevar a la guillotina a los responsables fuese a enderezar el rumbo de nuestra economía! Ese es un pensamiento mágico y carente de raciocinio propio de merolicos y demagogos.

Ante el vendaval, la conducta lógica sería unir esfuerzos. Si cada quien tira de cuerdas diferentes y da bandazos a estribor y babor, la nave se hundirá. Nuestros legisladores, que tanto anhelaron la democracia, se olvidaron de que los inventores de ese sistema en la Grecia de Pericles eran precisamente los más instruidos, y que con los filósofos y sofistas descubrieron la retórica y la forma lógica del pensamiento, abriendo así el camino para el progreso humano.

La democracia no es pleito insensato ni imposición del más fuerte, sino una forma racional de convencer con argumentos. Para ello se requiere gran capacidad de juicio y madurez de pensamiento. Pero nuestros diputados actúan como niños caprichosos, necios e inmaduros, sin el menor asomo de cordura y educación.

Son egocéntricos porque piensan que sus propuestas son las únicas válidas. Exhiben una sordera total ante los que pertenecen a otros gremios y descartan cualquier argumento externo simplemente porque viene de fuera, haciendo gala de una pedantería insultante. Esa actitud es reveladora, nuevamente, de su infantilismo intelectual.

Son antipatriotas porque anteponen sus intereses egocéntricos y partidistas al interés general de la nación. Se olvidan, o quizás nunca lo han aceptado, que su función como legisladores es cumplir con una obligación suprema que es lograr el progreso y la consolidación del país. Para eso fueron electos, no para tomar el poder, hacer sus caprichos y mofarse de los demás. ¡Lástima que la sociedad carezca de algún mecanismo para descalificar a esos ineptos que pecan de lo mismo de lo que culpan a otros!

La comunidad científica será una de las más afectadas por la insensatez de nuestros legisladores. Por ello, esa comunidad que representa el más alto nivel intelectual de la sociedad tendría que levantar su voz en un enérgico reclamo, para que los integrantes del Poder Legislativo cumplan patrióticamente con su deber. Hay que evitar la parálisis del país.

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