Ambulantes de cuello blanco invaden el mercado informático en el Centro
José Galán Ť El ambulantaje en la ciudad de México presenta una nueva faceta: con la cara limpia y el cuello blanco ofrece lo último en programas para computadoras, a precios que constituyen una verdadera declaración de guerra al comercio establecido, a lo largo de una trinchera que ocupa dos de las principales calles de la antigua San Juan de Letrán, en pleno Centro Histórico.
Entre Mesones, República de El Salvador y República de Uruguay, en la acera oriente del Eje Central -zona de gran actividad comercial-, hombres y mujeres, aun madres de familia con hijos en brazos, ofrecen todo tipo de programas grabados en disco compacto. Al grito de ``¿qué programa busca, joven?'', presentan sin mayores preámbulos una carpeta lujosamente encuadernada con la carátula de cada uno de los programas en existencia. Algunas de ellas exhiben más de 150 productos.
``¿Tú crees que voy a ir a comprar a un negocio de Polanco, la Del Valle o la Nápoles, dónde los programas como el Adobe Illustrator puede llegar a costar hasta 4 mil pesos?'', pregunta Gonzalo de los Santos Tomás --diseñador free lance, pelo largo, arete en la oreja, coche importado estacionado a unos metros--, mientras hojea un catálogo. ``Ni loco, maestro, no me conviene. Y si la tuviera, se la meto a mi computer, no a los programas. Yo tengo una Mac, y con un buen programa antivirus ya la hice''.
Títulos como Adobe Illustrator, con tres discos y a 450 pesos; Adobe Photoshop, a 325 pesos, e incluso programas como Private Investigator, que se anuncia como el programa pornográfico de vanguardia para el adulto contempóraneo. Incluso programas educativos e interactivos para niños, además de simuladores de vuelo, videos deportivos y toda la gama de videojuegos que en su edición original cuestan alrededor de 70 dólares, y que aquí son vendidos en 20 o 30 dólares gracias a la piratería.
Pedro Navarro, empleado de una tienda dentro de la llamada Plaza de la Computación, ubicada entre República de El Salvador y Uruguay, con frente en el Eje Central, sostiene que esos enganchadores son promovidos en parte por comerciantes establecidos cuyos locales no dan a la calle, y que así se desdoblan, incluyendo comerciantes ilegales que rentan departamentos cercanos a guisa de bodegas donde guardan el material.
``Todo el mundo se hace el ciego, porque ronda mucha lana'', afirma. ``Usted, como cliente, va a buscar el mejor precio, y con la subida del dólar nos salimos del mercado. De allí que no sólo los programas, sino también el hardware, es decir, el equipo de cómputo. Pero lo fuerte es la venta de programas y juegos''.
Por si fuera poco, este ambulantaje de altos vuelos ofrece al ciudadano común toda la gama de productos Microsoft 1998, desde el Windows hasta los programas opcionales para aumentar su potencia y velocidad, incluyendo hojas de cálculo en Excel, programas para contabilidad casera, de arquitectura, diseño e ingeniería, ajedrez y juegos de mesa, enciclopedias como la Encarta, el Atlas del Mundo y el Cuerpo Humano.
También se ofrece otro tipo de programas, relacionados directamente con el poder federal: las ediciones de las Suprema Corte, la Presidencia de la República, el Archivo General de la Nación, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, además de mapas de las principales ciudades de la República, bajo la marca Guía Roji.
``Orale, ¿y si nos llevamos uno de esos para el piojito?'', le pregunta en broma Alejandro Márquez Silvestre a su novia Sofía. ``Así, mientras instalamos los programas que compramos, nos divertimos'', agrega, para ponerse serio de inmediato y sentenciar. ``Conste que es broma. No lo vayas a poner''.
Capítulo aparte merece la cantidad de títulos de origen asiático que se ofrecen al cazador de todo tipo de pornografía: juegos interactivos con prácticas tipo kama sutra; videos sadomasoquistas hiperreales, pornografía con adolescentes y niños, sexo con todo tipo de objetos o ``juguetes de adultos'', particularmente de manufactura japonesa.
Y mientras continúan los operativos en el área del Centro Histórico --pero no detrás de Palacio Nacional, donde ayer por la mañana resultó prácticamente imposible transitar debido a la cantidad de toreros allí instalados--, los ambulantes que ofrecen alta tecnología, de pie sobre el Eje Central, sin más puestos o changarros que un simple catálogo en los manos, charlan amigablemente con agentes de la Policía Fiscal, de la Procuraduría General de la República, e incluso de Seguridad Pública, sin ser molestados.