Nuevo Laredo, Tamps. Las camionetas y autos de lujo circulaban por las calles de esta ciudad con nombres pintados en los cristales traseros.
Era un símbolo de estatus. Mientras más conocido o peligroso el apelativo, mayor la impunidad de los propietarios.
La moda cambió en marzo.
Debilitado el cártel del Golfo, las dos bandas rivales que tenían permiso para trabajar empezaron a disputarse el territorio.
Ahora, la impunidad se demuestra de otra forma. El parte de guerra de Nuevo Laredo arroja, sólo en 1998, un saldo de 15 ejecuciones, cinco desaparecidos y ningún detenido.
Este año, además, se abrieron otros frentes de batalla: 10 ejecutados en Valle Hermoso, 17 en Reynosa, cuatro en Ciudad Mier, cuatro en Ciudad Miguel Hidalgo...
Según el Centro de Estudios Fronterizos (CEF), hasta el 30 de noviembre se cometieron 131 homicidios en los ocho municipios ribereños al río Bravo. La mitad fueron ejecuciones.
En medio de la disputa territorial, el tráfico de cocaína se mantiene. Estimaciones del CEF indican que, en promedio, cada mes cruzan cinco toneladas de cocaína a Estados Unidos tan sólo por los puentes internacionales de Nuevo Laredo.
Otras se quedan en la ciudad, a la espera de una oportunidad para llegar a su destino.
La muerte no afecta al negocio.
Por el contrario, cada vez son más los convidados al festín: en Nuevo Laredo, por ejemplo, son policías quienes disputan el control de la plaza, cobran cuentas, desaparecen personas.
En Reynosa y Matamoros los sobrevivientes del cártel de Juárez pelean contra los restos del imperio de Juan García Abrego. En Laredo, El Güero Palma pretende instalar una sucursal, mientras que desde hace tres meses emisarios de los hermanos Arellano Félix recorren la zona en plan de negocios.
Hasta militantes de partidos tienen vela en el entierro. El 30 de septiembre el delegado del PRI en Nueva Ciudad Guerrero, Artemio Canales Díaz, fue detenido con 300 kilos de mariguana, mientras que el alcalde electo de Ciudad Miguel Hidalgo, Raúl Rodríguez, fue uno de los 500 elementos de la Policía Judicial Federal que fueron despedidos por el panista Antonio Lozano Gracia.
Se trata de una situación inédita en la historia de la frontera chica. ``Ya es evidente'', dice Raymundo Ramos, coordinador del CEF. ``El narco se apoderó de Tamaulipas''.
La rosa de la frontera
Este año Nuevo Laredo festejó su 150 aniversario con una canción de Sergio Esquivel, ``La Rosa'', que en uno de sus párrafos dice: ``Eres la puerta de México, río de unión, puente de hermandad...''
A la raza laredense no le gustó el regalo y prefirió quedarse con las composiciones de Beto Quintanilla, especialista en corridos de narcos.
``Para ser traficante'', por ejemplo, suena en casi todas partes: ``Para ser traficante hay que ser de estampa fina, tener muchos espolones, y productos de gallina...''.
Sí. En Nuevo Laredo los corridos de Beto Quintanilla amenizan la pelea por el territorio. Un pleito en el que, dice el ex director jurídico del diario El Mañana, Miguel Angel Martínez Sánchez, hay mucho más que homicidios.
En su despacho, lleno de placas metálicas, reconocimientos y fotografías suyas, el litigante explica en cinco minutos la geografía del narcotráfico:
Al este de la avenida Guerrero, donde se ubican las colonias residenciales, es el territorio de José Dionisio García, El Chacho, a quien el mismo Juan García Abrego le dio permiso para trabajar la plaza.
Del otro lado trabajan Los Texas, una de las bandas más antiguas de la ciudad y que en el sexenio pasado casi fue desterrada de Nuevo Laredo. De hecho, su máximo líder, Arturo Martínez Herrera, está encerrado en el penal de máxima seguridad de Puente Grande.
Las bandas convivieron más o menos en paz hasta hace dos años. Pero la captura de García çbrego abrió la caja de Pandora.
Según Martínez Sánchez, en Puente Grande el jefe de Los Texas se re encontró con su compadre, El Güero Palma, y desde allá fraguaron la alianza que tiene en jaque a la ciudad.
Pero eso no es lo peor.
``La mayoría de los policías municipales están a sueldo con Los Texas'', dice el abogado, ``y los judiciales federales están controlados por El Chacho García. Entonces, aunque se sabe quién mata a los municipales nunca se esclarecen los casos, y cuando los muertos son de la otra banda tampoco se investiga''.
Más. En algunos casos, ``son los propios agentes federales quienes ayudan a cobrar cuentas pendientes, secuestran gente, la desaparecen. Hay testigos de todo esto''.
No es teoría. Raymundo Ramos, del CEF, es aún más pesimista. ``En Tijuana y Juárez ya no se puede trabajar'', explica, ``y por eso se fijaron en Nuevo Laredo. Para darse una idea: aquí la PGR nomás tiene 11 elementos, ¿qué pueden hacer con eso?''
El Güero, El Chacho
y el abogado mensajero
Parte de guerra de Nuevo Laredo. 7 de febrero de 1998.
Ese día, un comando secuestró a José Clemente Ortiz Medina, jefe de la banda de Los Ortiz, gatilleros al servicio de El Chacho García. Sus guardaespaldas lo defendieron y en la balacera murió el empresario Guillermo García Buenabad, que pasaba por allí.
Cinco policías municipales presenciaron el plagio. No movieron un dedo para evitarlo.Ê
El secuestro duró muy poco. Incluso la Policía Ministerial (judicial del estado) responsabilizó del hecho a Juan Vielma Negrete, La Rana, y al ex policía Tito Villanueva Ibarra, quienes semanas después salieron libres.
Pero el mensaje, cuentan en Nuevo Laredo, ya estaba entregado. Las hostilidades se desataron.
El 26 de marzo agentes de la Policía Judicial Federal catearon la residencia de Ortiz Medina, donde encontraron 10 kilos de cocaína, 125 mil 707 dólares y armas largas. El abogado Alberto García Gárate estuvo presente, como asesor legal del sospechoso.
El litigante no tenía buena imagen en Nuevo Laredo. De hecho, según ex compañeros suyos, sus nexos con El Chacho eran un secreto a voces.
Durante el cateo, García Gárate recibió otro mensaje.
``Un comandante lo sacó de la casa y le dijo: `por el bien de todos es mejor que El Chacho deje el campo libre, porque El Güero Palma está interesado en la plaza''', cuenta un abogado. ``Ya estaban amarrados. Una semana antes El Güero les regaló una tonelada de cocaína para que la presentaran como decomiso''.
La guerra se intensificó.
El 8 de junio tres sujetos trataron de secuestrar al policía municipal Oscar Rivera Hurtado, quien vigilaba la residencia de la diputada federal y ex alcaldesa Mónica García Velázquez. El uniformado escapó, pidió refuerzos y logró capturar a sus plagiarios.
Los tres salieron libres.
Un día después, a las siete de la noche, Concepción González Gloria fue levantado por cuatro sujetos que viajaban en una camioneta Suburban. Todavía no aparece.
Concho, como le decían sus amigos, cuidaba la casa de Héctor Medina, El Nico, principal distribuidor de drogas de la colonia Guerrero.
Y, según su mamá, Olga Gloria García, a principios de 1998 ``un licenciado Gárate le dio una tarjeta a mi otro hijo que está en el penal, para que Concho lo fuera a ver y le ayudara a salir más rápido''.
¿Cumplió Concho con esa cita? Es un misterio.
El 25 de junio fue secuestrado Federico Iruegas Gutiérrez, madrina de la Judicial Federal. Y después, el 2 de julio, desapareció Martín Ramírez Olvera, El Chuco.
Diez días después fueron ejecutados Adrián Norberto Lazcano y su esposa María Elba González Ramos. Los cuerpos aparecieron en la Curva del Diablo, al poniente de Nuevo Laredo.
Para ese momento el enfrentamiento abierto entre corporaciones policiacas alcanzó dimensiones de escándalo. Tanto así, que incluso dos pelotones del Ejército tomaron las instalaciones de la Policía Municipal, el 26 de julio.
Oficialmente se informó que se trató de un cateo para decomisar armas no reglamentarias. Pero los policías dicen que el objetivo fue otro. ``Revisaron todo, no nada más la armería'', cuenta un patrullero asignado a la zona centro.
El operativo se realizó por la mañana. En la noche un grupo de jóvenes disparó desde un auto en marcha contra los clientes de la discotecas Señor Frogg«s y Firenzzi«s. No se supo quién o quiénes eran los objetivos de los atentados, pero en Firenzzi«s murió el joven Ismael Garza Zepeda, que nada tenía que ver con la guerra de bandas.
La respuesta, sin embargo, se presentó tres días después. La madrugada del 29 de julio policías municipales se enfrentaron a tiros con agentes federales, muy cerca de las instalaciones de los primeros. Aparentemente no hubo lesionados.
El 13 de agosto una decena de judiciales federales secuestró al carpintero José Luis Osoria Carrales, quien años atrás trabajó con Carlos Aguilar Garza, ex delegado de la PGR en Tamaulipas, asesinado en 1994.
La disputa por la plaza alcanzó su clímax en el mes de septiembre.
El día 6 apareció el cadáver del contador público Julián Almanza Peña, con un disparo de cuerno de chivo. Dos días después fue ejecutado un miembro de la banda de Los Ortiz, Alejandro Ortiz Moreno. El día 13 Víctor Hugo Salinas recibió un tiro en la nuca, mientras esperaba su auto en la discoteca de Plaza San Miguel.
El 25 de septiembre le tocó el turno al abogado Alberto García Gárate, el mismo que recibió la última advertencia antes de que se desataran las hostilidades. Su cuerpo apareció siete días después, amordazado y amarrado de pies y manos.
Cuatro días después los policías municipales Gilberto Martínez, La Pili, y Gloria Margarita Zamarripa fueron secuestrados a plena luz del día, cuando estaban en servicio.
La Pili no era perita en dulce. Tres meses antes fue acusado de secuestrar y torturar a un lavacoches que se negó a limpiar su casa. Gloria, en cambio, tenía un expediente limpio.
Con la ejecución de los policías municipales Jesús Delfino Puente Martínez y José Victorio Saucedo Miranda, el 28 de octubre, la batalla por Nuevo Laredo pareció entrar en una tregua. Desde esa fecha no se han presentado más ejecuciones, aunque para algunos se trata de un espejismo.
``Estas muertes son sólo la punta del iceberg'', reconoce el abogado Martínez Sánchez. ``Todo mundo sabe que éste es territorio del cártel del Golfo. Si El Güero Palma logra meterse quién sabe lo que vaya a pasar''.
Cosas de la vida
-¿Tiene caja de seguridad?
El recepcionista del hotel hace como que no oye, mientras a su espalda un bell boy suelta la carcajada. ``Había, pero se la volvieron a robar'', dice, y señala un hoyo en la pared. ``A cada rato se la vuelan''.
No es la primera sorpresa. Con naturalidad el adolescente platica que las ventanas de todas las habitaciones están clausuradas, ``porque luego a los gringos les da por aventarse''.
El hotel está a cinco calles de la línea fronteriza, y en Nuevo Laredo es famoso porque los fines de semana se llena de estadunidenses que cruzan a comprar pastillas o heroína.
A unos pasos, en la Plaza Hidalgo, el taxista Luis Medina cuenta una de vaqueros:
``La semana pasada se paró una patrulla con el radio a todo volumen y me llamó la atención que se oían puras groserías. Entonces le digo al cuico: `¿qué, los están regañando?'. `Nombre -me dice- son los juniors de narcos que así se divierten'''.
- ¿Y a poco se meten a la frecuencia?
- Ellos mismos se las dan pa que sepan donde andan.
Otra.
Cada tercer día, Leonardo Coss, cajero de una casa de cambio, recibe una bolsa negra llena de dólares en billetes y monedas para que los deposite en algunas cuentas.
Quienes dejan las bolsas nunca saben cuánto dinero entregan. ``Llegan y dicen `son como 300 mil dólares, ahí los cuentas'. Lo más extraño es que los billetes siempre están manchados de grasa y apestan a gasolina. Quién sabe en dónde los meten''.
-Sorprende la penetración del narco en la sociedad.
-Ocurre porque la autoridad lo dejó crecer -responde Raymundo Ramos-. Desde hace diez años el narcotráfico se convirtió en una fuente de empleo, hay colonias enteras que viven de eso. Eso lo sabe todo mundo, pero nadie actúa.
-¿Miedo?
-Eso, y que todos están comprometidos. En Tamaulipas no ha habido un solo decomiso importante que sea resultado de la investigación. A la PGR no le interesa proteger la plaza, más bien se dedican a extorsionar grameros.
Concluye: ``Nos quieren convertir en otra Juárez o Tijuana''.
¿Es Nuevo Laredo una narcociudad?
No, dice el presidente local de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra), Alejandro Valenzuela Fajardo. ``Es algo que se presenta en todo el país, no es exclusivo de nosotros''.
-¿Se han cancelado inversiones por la inseguridad pública?
-Los empresarios que llegan ya saben que hay narcotráfico y lo toman como un problema más.
El presidente del Centro Patronal, Desiderio González, es más específico: ``Dos pelaos que se agarran a balazos no tienen por qué afectar la vida de 500 mil personas''.
En camiones con cebollas y limones, oculta en documentos oficiales o dentro de cartones de cerveza... cualquier camino es bueno para transportar la droga a la frontera chica.
A las poblaciones ribereñas los cargamentos llegan todos los días, prácticamente con vía libre a pesar de los retenes militares y de la PGR.
Y para cruzar la droga a Estados Unidos, la imaginación de los narcos se desarrolla.
En Reynosa, por ejemplo, los pateros (traficantes de ilegales) tienen dos maneras de cobrar el cruce del río: en efectivo (500 dólares tarifa mínima) o con un servicio.
A quienes eligen esta última alternativa les cuelgan una mochila con mariguana o cocaína, la cual deben entregar en cuanto libren la vigilancia de la patrulla fronteriza.
Es una práctica que cobra popularidad en la frontera chica, aunque hasta el momento es más usual en Reynosa y en el puente de Colombia, Nuevo León.
A veces se pasan de listos. Así le ocurrió, por ejemplo, a Homero Castro Alvarez, a quien por no pagar la cocaína que consumió en la zona roja de Reynosa dos pateros lo golpearon, subieron a una camioneta y lo obligaron a cruzar el puente internacional.
Nunca llegó a su destino.
¿Cuánta droga se mueve en la frontera chica?
Un dato que podría dar luz: en los primeros seis meses del año, la DEA decomisó 144 toneladas en Texas. La PGR, en nueve meses, consiguió la captura de 65 toneladas.
Las razones de las cifras se encuentran en, por ejemplo, las residencias lujosas que abundan en Ciudad Miguel Hidalgo, un municipio que no tiene maquiladoras, ni produce artesanías y con agricultura de temporal.
O en los apuros del jefe de la policía de Reynosa, Roberto Galván Ramírez, para desaparecer la caja fuerte del comandante a quien asesinaron con un bombazo en su casa a mediados de septiembre.
El día de la explosión agentes suyos se llevaron la caja, y cuando la reclamó la PGR regresaron otra... vacía.
Pero tal vez la mejor explicación a las cifras de los decomisos se encuentre en la PGR. Por ejemplo, el subdelegado de averiguaciones previas, Aurelio Soto Huerta, dice que no existe ni existió el cártel del Golfo: ``Es un invento de los periodistas''.
Cuatro meses después, Armandina Vázquez todavía no sabe por qué la Policía Judicial Federal desapareció a su esposo, José Luis Osoria Carrales.
La madrugada del 13 de agosto una decena de sujetos que se identificaron como agentes federales lo sacó de su casa en la colonia La Sandía, en Nuevo Laredo. Desde entonces nada se sabe del carpintero.
``Si anduviera metido en el narco se entendería, pero pos la verdad es que nomás se dedicaba a su chamba. Hasta tuve que empeñar las escrituras de la casa pa ir a denunciar en México'', cuenta Armandina.
-¿Cómo sabe que se lo llevaron agentes federales?
-Porque ya identificamos a uno que nos dicen es agente. Mire, aquí está su foto en un operativo donde pescaron gentes con droga, se llama Jesús Castañeda Medina. Y la camioneta en que se lo llevaron estuvo un rato estacionada afuera de la federal.
Muestra la copia de un ejemplar de El Mañana donde el agente aparece sonriente, mientras carga una caja. La gorra en su cabeza dice PJF.
Identificar a uno de los plagiarios de su esposo no ha servido de nada: hasta hace un mes el probable responsable se paseaba sin problemas por Nuevo Laredo. ``Ni a los de derechos humanos les hacen caso'', lamenta Armandina.
Hace cuatro años, Osoria Carrales fue guardaespaldas de Carlos Aguilar Garza, quien fuera delegado de la PGR para la zona norte, pero se retiró de los cuerpos policiacos en 1994, cuando su ex jefe fue asesinado.
Desde entonces se dedicó a realizar trabajos de carpintería en Laredo, Texas, ciudad a la cual cruzaba casi todos los días en un modesto automóvil.
¿Por qué el secuestro?
En Nuevo Laredo nadie ofrece respuestas, pero existen indicios de un posible encubrimiento.
Además de la identificación del judicial federal, los vecinos de La Sandía cuentan que la noche del 13 de agosto el convoy de camionetas donde viajaban los plagiarios fue interceptado por patrullas de la Policía Federal de Caminos.
``Nos dijeron que se quedaron platicando un rato y luego los dejaron ir. Preguntamos a la (Policía) de Caminos, pero allí dicen que no saben nada''.
Hasta el momento, a ninguno de los agentes de la Policía Ministerial asignados al caso se le ha ocurrido interrogar a estos vecinos.