La Jornada 13 de diciembre de 1998

MAR DE HISTORIAS ¤ Cristina Pacheco

La cena de Guadalupe

El: Lupita, ¿te sirvo otra copa?

Ella: Claro que sí. El vino está delicioso.

El: Lo delicioso es verte tan feliz. Siento que hoy estamos más cerca uno del otro... Por eso me atrevo a decirte algo que siempre me ha molestado. Es una insignificancia, pero si podemos corregirla...

Ella: ¿Hice algo mal?

El: ¿Cómo puedes decir eso, Lupita? Sabes que nunca haces nada mal.

Ella: ¿Nada?

El: Nada... y menos eso. ¿Te disgusta que sea tan directo?

Ella: Al contrario: me fascina. Ojalá me dijeras cosas así más seguido.

El: En todo el tiempo que llevamos de casados es la primera vez que me lo pides.

Ella: En casa es difícil hacerlo: llegas cansado del trabajo, están los niños...

El: Lupita, por favor: aunque sea con un día de retraso, estamos festejando tu santo. Hoy no existen el cansancio, ni los niños, ni nada: sólo tú y yo. ¿Más vino?

Ella: Ya queda poco.

El: ¿Quieres que pida otra botella?

Ella: No, terminaríamos borrachísimos.

El: Qué va, cuando uno está contento, relajado, no se le sube. ¿Verdad que fue buena idea salir a cenar?

Ella: Ramón, te acordaste de mi santo, qué lindo eres.

El: Desde que me dieron mi bono pensé en invitarte. No te lo había dicho porque deseaba que fuera una sorpresa.

Ella: Hoy me siento distinta.

El: ¿Distinta de qué?

Ella: Pues de como soy todos los días. Muchas veces me pregunto si no te aburrirás conmigo. Siempre me ves ocupada con el quehacer o ayudando a los niños en sus tareas.

El: Los idolatro, pero ahora no pensemos en ellos. Quiero mirarte, Lupita. ¿Sabes cuánto me gusta tu sien derecha?

Ella: ¿Mi qué..?

El: Tu sien derecha. Me fascina ver esta venita que la cruza. Late cuando te emocionas, cuanto estás ansiosa, cuando...

Ella: Por favor, te van a oír.

El: Nadie está oyendo, sólo nos miran.

Ella: Pensé que eran imaginaciones mías.

El: ¿Y te das cuenta de por qué nos miran? Porque se nota que estamos enamorados. ¿No es maravilloso que esto suceda después de haber vivido juntos doce años? Nos casamos en 1986. Qué pronto pasa el tiempo.

Ella: Olvida el tiempo y bésame. Los enamorados lo hacen, ¿no?

El: Lupita, me conoces: sabes que si te beso ya no podré controlarme.

Ella: No me interesa que lo hagas, al contrario.

El: ¿Qué te parece si nos vamos? Y ni creas que voy a llevarte a casa. ¿Pido la cuenta?

Ella: Lo que tú digas, mi amor.

El: Un último brindis, por ti. Salud... Joven, la cuenta por favor... Lupita, ¿me pasas mi tarjeta?

Ella: No la traigo. Te la dejé encima del buró. ¿No la viste cuando tomaste la cartera?

El: Por Dios, Guadalupe: ¿cómo iba a verla si no me dijiste que la habías puesto allí?

Ella: No pensé que fuera necesario decírtelo. Creí que la encontrarías al tomar tu cartera.

El: A ver, Guadalupe, busca en tu bolsa. A lo mejor sin darte cuenta metiste allí la tarjeta.

Ella: ¿Cómo crees que voy a meter tu tarjeta en mi bolsa? No soy tan distraída.

El: ¿No? Sólo recuerda la cantidad de veces que has dejado las llaves dentro del coche.

Ella: Porque siempre tengo que hacer mil cosas al mismo tiempo.

El: Menos las importantes. En esas jamás piensas.

Ella: ¿Me estás diciendo que soy una estúpida?

El: Guadalupe, por favor, no te pongas nerviosa.

Ella: Te equivocas: estoy tranquilísima.

El: Es inútil que quieras mentirme, Guadalupe. Estoy viendo cómo te late la sien derecha.

Ella: Para ser tan buen observador, no me explico que no hayas visto la tarjeta que te dejé en el buró.

El: No entiendo por qué no se te ocurrió simplemente meterla en la cartera. ¿Te pareció algo muy difícil o qué?

Ella: No, tuve que ir a la tintorería por tu saco, y después me puse a plancharte la camisa y la corbata.

El: Guadalupe, ¿no entiendes que quería verme bien porque iba a salir contigo? No me mires así. Aunque no lo creas, desde que me dieron mi bono pensé en que este año, con todo y crisis, sí podríamos salir a festejar tu santo.

Ella: ¿Y por qué no pensaste en la tarjeta?

El: Porque supuse que tú me la habías metido en la cartera.

Ella: Otra vez lo mismo. ¡Que fastidio!

El: Guadalupe, por favor no grites. Todo el mundo nos está mirando y ya sabes que no me gustan las escenitas.

Ella: Hace un rato no te importaba que nos vieran besándonos... Si ya no vas a tomar vino pásame tu copa.

El: No te vayas a emborrachar. ¿Quieres que los niños te vean así cuando lleguemos a casa?

Ella: ¿A casa? Prometiste que iríamos a otra parte.

El: Guadalupe, no seas estúpida, ¿cómo diablos vamos a ir a otra parte si ni siquiera podremos salir de aquí?

Ella: ¿Por qué no?

El: ¿No lo sabes? Porque a ti no se te ocurrió ponerme la tarjeta en la cartera.

Ella: Es tu cartera y es tu tarjeta. ¿No te parece que también era tu obligación guardártelas en el bolsillo del saco?

El: Al menos reconoce tus errores, Guadalupe.

Ella: Esta vez no pienso hacerlo, porque el error fue tuyo.

El: De acuerdo, soy un perfecto imbécil, soy lo que quieras, con tal de que no te pongas a llorar delante del mesero, que ya viene con la cuenta. ¿Con qué voy a pagarle? Esto es horrible.

Ella: Lo siento, te juro que no pensé...

El: No seas idiota, no te estoy reclamando nada. Voy a ver cuánto traigo... No me alcanza. ¿Tú tienes algo?

Ella: Sólo un billete de cincuenta.

El: ¿Y el dinero que te di?

Ella: Lo dejé en la casa. Tú mismo me has dicho que no debo salir con más de cincuenta pesos a la calle, porque pueden asaltarme.

El: ¿Y tu tarjeta?

Ella: La cancelé desde el día que te enojaste porque gasté en comprarle su regalo a mi mamá.

El: Qué estúpida eres. Nunca te dije que la cancelaras, nada más te pedí usarla con moderación, y sólo para emergencias.

Ella: ¿Y cómo iba a imaginarme que se presentaría una emergencia el día de mi santo? No hubiera ocurrido si hubieses tomado la tarjeta que te dejé.

El: Ya no repitas lo mismo, imbécil. Ahora lo importante es ver qué hacemos para pagar la cuenta.

Ella: Muy fácil: ve a la casa por tu tarjeta o por dinero. Lo guardé en el clóset, bajo mi ropa interior.

El: Por Dios santo, ¿cómo se te ocurrió ponerlo allí? Es el primer lugar donde siempre buscan los ladrones... Estoy hablando en serio, no sé a qué viene tu risita.

Ella: A que estoy contenta de saber que faltan 363 días para que festejemos de nuevo a las Guadalupes.