Sin duda uno de los grandes placeres en la vida lo proporciona el arte; admirar una obra bella enriquece la mente y el alma. Ahora precisamente, en el Centro Histórico de nuestra ciudad, nos podemos dar un auténtico banquete con varias exposiciones a la altura de las que se presentan en las principales capitales del mundo.
Para abrir boca, el Museo de San Carlos muestra nada menos que Rubens y su siglo, en el exquisito palacio dieciochesco que lo aloja, obra de Manuel Tolsá, marco perfecto para esta importante colección que permite apreciar en vivo y a todo color las obras de este maestro de maestros que fue y sigue siendo Rubens.
Unas cuadras adelante, en otro soberbio palacio --Bellas Artes-- representativo de los albores de este siglo, nos maravillamos con los grandes del impresionismo: Cézanne, Degas, Gaugin, Manet, Renoir, Van Gogh, Pissarro y tantos otros que nos trasladan a un mundo de luces y color.
Por increíble que parezca, aún hay más. El gobierno del Distrito Federal, a través del Instituto de Cultura, ha organizado en el Museo de la Ciudad de México la magna exposición Cinco continentes y una ciudad, en la que se exhibe obra magnífica de artistas de todo el mundo y varios de los mejores exponentes del arte mexicano actual, entre los que destacan Estrella Carmona, Franco Aceves, Miguel Castro Leñero, Boris Viskin y Agustín Hernández, todos menores de 40 años y muchos ya con reconocimiento internacional.
Pero la cosa no queda allí. El antiguo Colegio de San Ildefonso nos ilustra y deleita con A fin de siglo: cien años de arquitectura, que brinda una magnífica visión de la historia de la arquitectura y el urbanismo en el siglo XX. Y como remate, el museo José Luis Cuevas, en el soberbio claustro del que fuese convento de Santa Inés, muestra cerámica y escultura en piezas de excepción creadas por el propio Cuevas, inspiradas en la poesía del español José Miguel Ullán, mismas que se acompañan, en otras salas, de una excelente exhibición del catalán-chileno José Balmes.
Resulta verdaderamente admirable que en esta época de severa crisis económica podamos tener en nuestro país exposiciones de este nivel, lo que prueba que cuando hay imaginación, trabajo y un auténtico amor a la cultura, se pueden hacer muchas cosas que a veces parecen imposibles. Esto da confianza y estimula a ser creativo y a actuar positivamente, con la certeza de que saldremos adelante.
Definitivamente, esto merece un brindis, y un buen lugar es el tradicional bar La Opera, en 5 de Mayo número 10, que por cierto en el siglo pasado comenzó como confitería. Su decoración rococó, sus grandes espejos dorados y terciopelos rojos ayudan siempre a crear un ambiente cálido y amistoso, lo que se refuerza si lo atiende don Cándido con su proverbial amabilidad. Son recomendables los caracolitos en caldillo de chipotle, la sopa de médula y el cabrito.