La Jornada 13 de diciembre de 1998

Concluyó el primer Encuentro de Son Jarocho y Décima

Angel Vargas, enviado, Cosamaloapan, Ver., 12 de diciembre Ť Más que buscar su entendimiento, el son tiene que sentirse. Es alegría, emoción y fiesta, expresión pura del espíritu que el pueblo jarocho denomina como fandango. Lamentablemente, de medio siglo a la fecha varias de las regiones veracruzanas, como ésta que es bañada por el río Papaloapan, de forma paulatina han volteado la espalda a este tipo de tradiciones ante los embates de los medios masivos de comunicación.

De ahí la importancia de que sean los propios habitantes de estas tierras quienes se percaten de tal situación y, en consecuencia, se encarguen de recuperar y revitalizar sus costumbres. Organizado por el gobierno local, con el apoyo del Instituto Veracruzano de Cultura (Ivec) y el grupo musical Hikuri, Cosamaloapan vivió desde antenoche y hasta las últimas horas de ayer su primer Encuentro de Son Jarocho y Décima.

Realizado dentro de las fiestas patronales de la Virgen de la Concepción, este festival reunió a 18 grupos de son jarocho y a una veintena de decimeros, al mismo tiempo que abrió sus espacios a un par de exposiciones de alumnos de la Universidad Veracruzana, una integrada por 34 grabados alusivos al tema y otra en la que se reprodujo un taller rústico de laudería. Asimismo se le rindió homenaje a Manuel Pitalúa Flores por su trayectoria no sólo como decimero, sino también como poeta.

Ensayo con público

Aunque el encuentro duró poco más de 24 horas y sólo programó cuatro actividades -a las ya mencionadas se les sumó una mesa redonda y un encuentro de soneros y decimeros-, a decir de su organizador, Daniel López, del grupo Hikuri, sirvió de ``ensayo con público'' para ver la respuesta de la población y en el futuro irlo consolidando.

``Buscamos que éste sea un festival de renombre y un foro en el que vengan a expresar sus inquietudes artísticas tanto los músicos reconocidos como las personas que sin dedicarse propiamente a la música toquen son jarocho y quieran compartirlo'', indicó.

Agregó que este primer encuentro surgió por el interés de las autoridades locales en rescatar los valores y tradiciones que, ``ante los embates de los medios de comunicación'', se han ido perdiendo en la región de Cosamaloapan: ``Dentro de la ciudad, el fandango ya tiene muchos años que no se hace, pero en las rancherías y en las comunidades del municipio hay gente que toca y sí hay fandangos, aunque sea de forma aislada. Y justamente lo que ahora estamos procurando es reunir a esa gente que está por ahí más o menos perdida, para que vuelva a mostrar lo que sabe''.

Indiferencia de autoridades

Durante la inauguración, la noche del jueves, el presidente municipal de esta ciudad, Juan Chiunti, recordó cómo hasta hace todavía 50 años los habitantes de esta región veracruzana se re-unían para bailar y divertirse con el son y el huapango, y cómo se fue perdiendo esa costumbre, ante la indiferencia de las autoridades.

Con sólo dos años más a cargo del municipio, el funcionario se comprometió a buscar las medidas pertinentes para que el festival trascienda los cambios de gobierno, porque ``la inversión en cultura impulsa la corriente de prosperidad y bienestar de un pueblo''.

Antes del colorido y sabroso fandango que se celebró anoche para clausurar el encuentro, en el que grupos como Chuchumbé, Siquisirí y Flor de Caña, entre otros, hicieron sonar los tacones al ritmo de sus jaranas y requintos, y decimeros como Miguel Cházaro Lagos, Eustolio Yépez y Pascual Chiunti declamaron esos diez versos octosílabos que son las décimas, se realizó una mesa redonda acerca del son jarocho.

En ella, Félix Rodríguez, de la Fonoteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia, consideró un error referirse al son jarocho como un género único, dada la gran cantidad de variantes que éste tiene. Señaló, asimismo, que en la parte central de Veracruz se hace un tipo de son rápido, mismo que dio origen al de género comercial, mientras en el sur de la entidad se practica uno de tipo más lento, al cual se le conoce como son abajeño.

El investigador centró su ponencia en hablar de la leona, especie de guitarra, la más grande que se utiliza en el son, que tiene una función melódica aunque su sonido sea de bajo. Se trata de ``un tambor con piel de guitarra'', dijo, ya que los negros provenientes de Africa trasladaron a ella la notación y melodía de sus tambores, ante la prohibición que tenían de tocarlos por parte de sus amos.

En tanto, Rubí Oseguera, bailadora de son y estudiante de antropología, consideró que si bien ha habido un interés por recuperar el son jarocho, en la parte musical se ha omitido estudiar la importancia del baile, del zapateado, como un instrumento de percusión.

Ambos participantes manifestaron su beneplácito por la organización del encuentro, pues, apuntaron, es un esfuerzo que se agrega a los ya existentes para mantener y desarrollar este género de alegría, emoción y fiesta, que más que comprenderse debe sentirse, como lo plantea el siguiente verso:

``Nos enseñó Bejarano,/ la jarana no es para gente ilustrada/ sino para el hombre llano/ es para alegrar al hermano,/ para brindarle consuelo,/ es para vencer el desvelo/ de aquel que tiene un pendiente/ y es para beber aguardiente/ en compañía del abuelo''.

Concluyó el primer Encuentro de Son Jarocho y Décima. Habrá que esperar el año entrante su segunda versión.