Guillermo Almeyra
Las moscas blancas

Hay moscas blancas. También hay militares progresistas y no sólo en el pasado reciente (los Velasco Alvarado, los Torres, los Prats, los militares portugueses y tantos otros, en todos los continentes) sino también en el presente. Esta es la precaución primera que habría que adoptar al analizar el caso venezolano y al mismo Hugo Chávez, para concederle por lo menos el beneficio de la duda. Además, los movimientos no se explican muchas veces por sus líderes sino que éstos se explican por aquéllos. En efecto, lo fundamental es ver la base sociológica, política, cultural, de esos grandes levantamientos que no responden sólo a la demagogia ni al carisma de los jefes pues han sido preparados largamente en la vida subterránea de la sociedad, en la elaboración de un nuevo tejido social el cual sólo revela su im- ponencia en un momento preciso (una elección, un paro masivo, etcétera). Los líderes deberán responder a esos movimientos aunque puedan creer que los dirigen. Y las masas que los componen no son propiedad de aquéllos, pues piensan, critican, esperan, desconfían. Esto nos lleva a cuál puede ser la causa de estas olas de fondo. No es la desesperanza sino la crítica y la voluntad de cambio, o sea la esperanza. Y eso permite también esperar de ellos y de su maduración, pues no pueden evitar, dada la parálisis de la izquierda, entrar por canales no adecuados, sean éstos militares con ideas poco claras u honestos políticos reformistas, con ideas igualmente escasas y confusas.

Tanto en uno como en el otro caso, esos movimientos son democráticos, porque en ellos aparecen como protagonistas las mayorías aunque los jefes crean que ellos solos determinan el carácter democrático de estas ondas telúricas y piensen que las mismas deban adecuarse a lo que ellos creen oportuno hacer. Hay, por lo tanto, una contradicción entre estos movimientos y sus líderes. Porque hay un proceso de maduración de masas las cuales no son solamente electoras sino que actúan todos los días y esperan resultados y, por lo tanto, se radicalizan o se desmoralizan si no los hay. Se engañan los líderes que proyectan al futuro su apoyo en las urnas, por abrumador que el mismo sea, porque lo que se ha ganado debe ser conquistado nuevamente cada día, consolidado, perfeccionado, para que subsista. Y, sobre todo, para que pueda cambiar realmente la relación de fuerzas entre las clases y entre la nación (los trabajadores y a los pequeños comerciantes y empresarios e intelectuales antioligárquicos y antimperialistas), sin la cual el gobierno no puede transformarse en poder y no habrá independencia frente al capital financiero nacional e internacional.

Los militares nacionalistas y populistas, como los curas de la Teología de la Liberación, expresan la ruptura de los organismos que son pilares del orden, porque todas las clases medias, en periodos de grandes crisis nacionales, se diferencian internamente y segregan capas minoritarias radicalizadas que se unen al pueblo. En los países dependientes, militares de origen pobre y popular pueden entonces evolucionar hacia la izquierda y otros, como Yon Sosa o los militares salvadoreños democráticos, pue- den llegar incluso a las guerrillas. Eso no significa que haya que esperar de ellos la salvación frente al neoliberalismo, pero sí que hay que ver que la lucha contra éste entra por cauces insospechados y plantea entonces la necesidad de entender a esos pueblos y de no separarse de sus sentimientos aunque no se compartan sus ilusiones. ¿Acaso no sucede lo mismo con la rebelión indígena en nuestra América, que hay que apoyar y comprender sin perder la objetividad crítica? El nacionalismo y el populismo pueden ser un arma parcial y transitoria de la liberación nacional y social aunque tengan aspectos peligrosos. Por supuesto, Chávez presidente puede desmentir al Chávez candidato, pero también puede intentar llevar a cabo el cambio que la crisis y la presión popular le imponen. No se gana nada con apuntar el peligro de que trate de saltarse la organización de su apoyo masivo: todos los caudillos civiles lo hacen, y pretenden además ``engañar'' al adversario con concesiones que sólo confunden y desarman a sus seguidores. Lo que hay que intentar, en cambio, es dar el suficiente apoyo al pueblo venezolano para que profundice sus alianzas con la base de Acción Democrática y de Copei y con importantes sectores de las clases medias y amplíe al mismo tiempo su autorganización, su actividad democrática, sin delegarla al gobierno y, por el contrario, lo controle.

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