Miguel Barbachano Ponce
Muestra 32: impresiones iniciales

Una me la produjo la excelente calidad de las copias positivas de Casablanca (Michael Curtiz, 1942) que circulan en la Muestra XXXII. Calidad que permitió avalar no sólo el estilo expresionista de la iluminación a cargo de Arthur Edeson (uno de los más grandes camarógrafos estadunidenses), sino también la belleza de Ingrid Bergman encarnando a la romántica e indecisa Ilse. Pero, ¿qué edad tenía la actriz sueca cuando interpretó a la amante de ``Rick'' y a la esposa de Victor Laszlo, en aquel bar de Casablanca? La respuesta, después de breve investigación, resuelve esta cuestión menor: Ingrid, entonces, tenía 27 años de edad, pues había nacido en 1915. Y para terminar, ¿cuál era la edad de Humphrey Bogart en aquel filme pleno de fatigas políticas y amorosas? 43 años, pues Bogart (``Rick'') nació en 1899 y murió de cáncer en 1957.

Otra -mayor- surgió después de enfrentar en compañía de una audiencia que manifestaba ininterrumpidamente su disgusto, El Evangelio de las maravillas (Arturo Ripstein, 1998). Impresión -tercera- que debemos plantearnos así: ¿es, acaso, ésta versión cinemática de los episodios bíblicos y los rituales cristianos sacrílega o satírica? Para el creyente ortodoxo es sacrílega. Ahora bien, para aquellos que navegan más allá del viejo y el nuevo testamento es satírica. Para otros no es ni sacrílega ni satírica, sino simplemente una reconstrucción visual-verbal de las manipulaciones que ejercieron en un pueblo de la provincia mexicana una secta místico-religiosa ante el final de milenio.

Carácter, multipremiada obra de Mike van Diem, me causó inesperadas impresiones. Una ocurrió cuando Jan Decleir, actor que otorga aliento al soberbio, despiadado, intransigente Deverhaven, aparece en un rincón de la pantalla cubierto por un oscuro gabán de alto cuello afelpado. Recordé, con el flash-back memorístico, a Nosferatu, el vampiro recorriendo las callejuelas de Hamburgo, creadas por Murnau en su famosa película silenciosa, sobre el mítico personaje siempre ávido de sangre humana.

De manera diferente, pero con idéntica intensidad, Carácter me impresionó por el documentado acercamiento anímico y corporal de aquellos que padecieron la crisis económica y social que estremeció a los que fatigaron la segunda década de nuestro siglo terminal. Si las impresiones mayúsculas y minúsculas que me provocó la cinta de Van Diem fueron estremecedoras -permanente confrontación-colisión caracterológica familiar-, Siempre la misma canción (Alain Resnais, 1997), por el contrario, me instaló en una nostalgia positiva al volver a escuchar en jocosos, pero no por eso menos románticos play backs, las canciones que 40 años atrás articularon, entre otros, Edith Piaf, Charles Aznavour y Gilbert Becaud.

¿Y qué decir acerca de las medusas que se agitan sobre las cabezas de los protagonistas en la última secuencia del filme? Más allá de canciones y medusas y del estilo siempre desconcertante del francés, Corazón de luz, de Jacob Gronlykke, me impresionó por tres motivos. Uno, por la frigorífica presencia de espacios solitarios cubiertos por inmensos témpanos de hielo. Otro, por la redonda belleza de las mujeres groenlandesas que engalanan con sus cálidos trajines aquellos paisajes bajo cero. Otro -tercero- por la vocación documental, al viejo estilo del cinema-verité, que utiliza el cine-director danés para articular aquella trágica historia en búsqueda de la identidad que otorga cuerpo a la película.

Abajo de la piel, trabajo inicial de Carine Adler, en Inglaterra, ¿Gran Bretaña? Mi inicial impresión hace referencia a esa cuestión, que me formulé cien veces una vez terminada la función: ¿cuáles fueron los motivos que decidieron a British Film Institute, Channel Four y otras cuatro productoras para contratar a la joven cineasta nacida en Río de Janeiro (Tercer Mundo) para dirigir una complicadísima cinta sobre las tribulaciones que padecen dos hermanas británicas a la muerte de su madre? La respuesta es la calidad del guión creado por ella después de una profunda investigación (entre otros libros Mother, Maddona, Whore, de Estella V. Welldon) a propósito de la sexualidad femenina.

Para terminar, una impresión poética con los diálogos en verso de El perro del hortelano, penúltimo filme de la fallecida Pilar Miró. ¡Sería injusto no referir la vibración que nos causó la presencia en el lienzo de Emma Suarez encarnando a Diana, la condesa de Belfor!