Luis González Souza
¿Adónde va México?

Si alguien vislumbra medianamente el futuro de México, merece el Premio Nobel de Prospectiva, tal vez de próxima aparición. Si alguien ha visto al proyecto de nación del México neoliberal, debe asumir la dirección de Locatel.

Desde su nacimiento hasta hace poco, México siempre se había guiado por grandes metas. Hoy, la mayor meta que conocemos es evitar ``otra crisis sexenal'' o, puesto en positivo, lograr una tasa no muy alta de inflación. Antes se buscaba un México independiente, un México desarrollado, un México vanguardia (por lo menos del Tercer Mundo) y cosas por el estilo. En cambio hoy, México vive al día: el grupo que lo gobierna sólo parece preocupado en sacar para el gasto.

¿Gasto para qué? Ya ni eso sabemos. Ni siquiera sería para evitar la quiebra financiera del país, porque ésta ya ocurrió con todo e hipoteca. El Fondo Monetario Internacional y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos bien que lo saben. Así, la mejor hipótesis sería la del gasto para que el grupo gobernante pueda continuar como albacea del desastre o, si se prefiere, simplemente para continuar como el grupo en el poder.

Si ello es así, obviamente el futuro no interesa a ese albacea-gobernante. De hecho, el futuro de México viene muriendo de tiempo atrás. Específicamente, desde que el país fue ensartado -no insertado- en una globalización tanto más desnacionalizadora cuanto menos resistencia, imaginación o liso pudor, ha encontrado en los gobernantes mexicanos.

Entre las primeras estocadas al futuro de México destaca la firma de un TLC previsiblemente leonino, que por cierto ya se acerca a su quinto cumpleaños. A final de cuentas dicho tratado legaliza una vecindad crecientemente dispareja. Para nuestros buenos vecinos, el TLC es una bocanada de oxígeno en su angustiosa lucha contra la pérdida de hegemonía mundial. Para nosotros, es una sentencia al atraso perpetuo. Sobran los indicadores inclusive cuantitativos, que son los preferidos de la tecnocracia neoliberal.

Otra estocada profunda tiene que ver con la guerra en Chiapas. En vez de aprovechar la insurrección zapatista para reconstruir a México ya sin lastres como el racismo y la injusticia extrema, el albacea-gobernante asume aires de guerra y se vuelca a silenciar esa última llamada para regresarle su futuro a México. Y otra estocada más tiene que ver con el Fobaproa. Toda la mugre que secreta y sigue secretando, es un golpe seco contra la moral que toda nación requiere. Y la nueva concertatranza que ya se avisora entre el PRI -perdón, ``el gobierno''- y el PAN, será un golpe demoledor contra la esperanza de un México mínimamente limpio.

Si ésas son las estocadas, la puntilla ya está a la vista y consiste en un desprecio suicida por la educación. Mientras una sociedad cuente con educación, siempre tendrá futuro sin importar cuán grave sea su presente. Porque finalmente la educación sirve para descubrir soluciones a todo tipo de problemas y fórmulas para mejorar. La educación existe para contar, al menos, con un futuro soportable.

Por ello es suicida el golpe presupuestal contra la educación, anunciado estos días por el gobierno. Lo es en un sentido histórico y filosófico, más que técnico. Ciertamente será un gran daño disminuir casi un 40 por ciento la inversión proyectada para 1999 en materia educativa. Pero el daño letal asoma en el desprecio por la educación que de esa forma termina de exhibir la tecnocracia gobernante. Concebir un mundo sin educación sólo cabe en una cabeza por completo cosificada.

El grupo-albacea-del-desastre-mexicano prefiere salvar bancos y empresarios mafiosos, que escuelas y jóvenes estudiantes. Prefiere dejar a México sin futuro, con tal de rendir buenas cuentas a sus jefes herederos: acaso un vecino, más listo que bueno, dispuesto a recoger los pedazos mexicanos para darles la forma de un protectorado. Y al parecer las cuentas han de rendirse lo más pronto posible, para así poder cobrar la comisión.

Por cierto que entre menos testigos conscientes y críticos -o sea, con una buena educación- tanto mejor para ese proyecto de un México con todo, menos futuro. El único problema es que todavía somos muchos quienes aún contamos con una conciencia crítica. Y quienes, por tanto, siempre nos opondremos a un México sin futuro, es decir, sin educación. Una educación de calidad y para todos.