César Baldaccini, un artista innovador*

Teresa del Conde

El escultor marsellés César Baldaccini es conocido internacionalmente sólo a través de su nombre de pila, que se pronuncia acentuado en la última sílaba. Al parecer es el artista francés por antonomasia hoy día, pues a figuras tan notables como Fautrier, Nicolas de Stael, Henri Michaux y otros de la misma generación, no los han sucedido artistas que tengan tal relieve, si exceptuamos a dos escultores más: Louise Bourgeois, hoy día naturalizada estadunidense, y Niki de Saint Phalle. Christian Boltansky, que como es sabido es neoconceptualista, ha destacado sobre todo en el campo de instalaciones en las que las sombras guardan un papel tan protagónico como los sólidos que las proyectan. De los tres hemos podido ver exposiciones en México, la de Boltansky ocurrió en el hoy desaparecido Centro Cultural de Arte Contemporáneo, y las de las dos escultoras en el Museo Tamayo y en el Marco.

Cuando conocí por primera vez obra de César, había dos instancias que le eran emblemáticas: una consistía en el dedo pulgar erecto, que en diferentes dimensiones y materiales se erigía ocasionalmente como monumento. Es posible que la mano enorme de Constantino el Grande, que se encuentra en la Cancelleria de Roma, haya inspirado al artista la idea de tomar su dedo pulgar -y no el índice como ocurre con la mano de la Cancelleria- a manera de símbolo. En la espectacular y excelentemente montada muestra del Tamayo hay un espacio dedicado a los dedos pulgares en diferentes dimensiones; hay uno de oro, pequeñísimo, otro de cristal de baccarat, uno más, de dimensiones considerables abre la exposición, asimismo los hay de mármol, fundidos en bronce o en acero, etcétera.

Abrevar en varias fuentes

Los primeros ensamblados de César realizados con material de desecho eran figurativos y mediante láminas, tornillos, tuercas, etcétera, recreaban figuras de animales, principalmente aves. Son piezas graciosas y denotan, entre otras cosas, un incontestable sentido del humor porque captan ``el ánimo'' de estos seres. El empleo de láminas de plomo y alambre, los ensamblajes que dan lugar a esculturas, la inclusión de piezas mecánicas que funcionan como entrañas, son una constante en su producción, pero no son privativas de él. Hubo un tiempo (a partir de la década de los cincuenta) en que varios artistas optaron por realizar esculturas con esos materiales y todos empleaban soplete como instrumento básico de trabajo, igual que los tallistas se valen del cincel.

La producción de César, a lo largo del tiempo. asimila varias fuentes. Por un lado, hay admiración a dos artistas opuestos entre sí: Giacometti y Maillol; por otro, el ligero humorismo de Tinguely los emparenta, cosa que no quiere decir en modo alguno que César no sea un innovador. Si un artista no admira o rinde homenajes a otros, entonces su función es la de descubrir eternamente el Mediterráneo o el Mar de Cortés.

César, en esta exposición, hace evidente su afición por Giorgio Morandi con dos piezas en las que un mismo modelo de jarra doméstica, alineada como si se tratara de una fila escolar o militar, asume diferentes posturas y texturas a través de variantes mínimas.

Lo que más impresionó en cierto momento, en sitios como el Museo Cantini de Marsella, en la Galería Claude Bernard y últimamente en la versión 1995 de la Bienal de Venecia, que tuve oportunidad de ver, es el modo como plantea las comprensiones de vehículos, a los que somete a un procedimiento que los convierte en algo así como calcomanías volumétricas, trabajándolos después de tal manera que obtiene relieves de gran impacto tanto formal como decorativo. Las comprensiones no sólo tienen que ver con automóviles, las hay de diferentes tipos, entre las más llamativas están las de cintas de cobre angostas que se doblan hasta formar un prisma cuadrangular achaparrado. No pude menos que recordar los típicos paquetes de tallarines que al ser sumergidos en agua caliente vuelven a desdoblarse en sentido longitudinal.

Existe otra compresión prismática lograda con base en módulos con la que si no me equivoco el artista homenajea los obeliscos minimal de Lewis. Una comprensión más (1995) está integrada exclusivamente de partes de bicicleta. En todos los casos la idea de una colisión, de un choque tremendo, es muy patente, pero es precisamente eso lo que confiere a los objetos una dimensión estética nueva, ya que los espacios sombríos alternan con colores y con las zonas esmaltadas, brillantes que provocan destellos.

Renato Barilli, autor de uno de los textos que aparecen en el catálogo, dice algo muy cierto: la vista está siempre estrechamente ligada al tacto: ``No se limita a ver los objetos, igualmente los toca, arriesgándose a remodelarlos para obtener un conocimiento más completo'', esto produce crashes en el caso de César. Barilli se refiere al modo como el escultor ha recreado a Morandi, pero lo que dice se extiende a otros productos del artista. Asimismo, Otto Hahn en Edditions de la Différence y Pierre Restany (misma casa editora), entre otros, han dedicado amplias monografías a César.

* Este texto fue escrito por la autora antes de que ocurriera el deceso, el pasado domingo, del creador francés