Stella Calloni
La muerte del bipartidismo

El triunfo del ex teniente coronel Hugo Chávez Frías en Venezuela, candidato presidencial del Polo Patriótico -integrado por cinco partidos de izquierda y el Movimiento Quinta República- marca un hito histórico en ese país, donde el bipartidismo tradicional se derrumbó este domingo.

``Me he comprometido con mis compañeros del ejército a dejar de ser los malditos de la Tierra, como decía Eduardo Galeano, el escritor uruguayo, y a no permitir que nuestro pueblo sea el condenado de la tierra'', dijo en su momento el ex militar a La Jornada, que lo entrevistó recién salido de la cárcel.

Ahora dice que ese compromiso lo asume ya no sólo con sus compañeros de antes, sino ``con todo el pueblo de Venezuela''. Y admite que el camino hacia la democracia ``es muy largo, porque no nos sentiremos demócratas con millones de miserables alrededor. Y esto es lo que vemos y desde allí comenzaremos''.

Marcadas por la tensión, las elecciones presidenciales venezolanas señalan un antes y un después en ese país, donde la vida económica giró mucho tiempo en torno del petróleo y sus dividendos que -como señalan analistas venezolanos- crearon un ``espejismo maldito'' y dejaron de lado la producción con otra grave consecuencia: la profunda fractura social que hoy se expuso como nunca.

El quiebre del bipartidismo reinante hasta ahora se registra cuando ya los propios antagonismos internos habían desgastado a los tradicionales partidos Acción Democrática (social demócrata) y Copei (social cristiano). Su última acción -sustituir a último momento a sus candidatos, el veterano dirigente Luis Alfaro Ucero y la ex Miss Universo Irene Sáez, para aglutinar fuerzas alrededor del independiente Henrique Salas Romer, calificado como un ``modernizador liberal''- fue el reconocimiento de la impotencia frente a la realidad.

Agrupados detrás de Salas Romer, ante el arrasador avance del ex líder militar, quien protagonizó un levantamiento en 1992 contra la corrupción -a la que identificó como la principal fuente del drama social que vive el país-, y para rechazar la utilización de los militares en la represión popular, los viejos partidos se desmoronaron. La política venezolana entra ahora en una nueva etapa.

En febrero de 1989, Carlos Andrés Pérez, con una larga historia política y quien había accedido nuevamente al gobierno, determinó tras su triunfo duros ajustes sobre una población desesperada. Los barrios pobres de Caracas se levantaron y fueron reprimidos por orden presidencial, dejando unos mil muertos -aunque las cifras pueden llegar a tres mil-, un hecho que marcó a fuego el principio de esta década. En 1993, Pérez terminó yendo a prisión tras ser destituido por la justicia y el Parlamento por el delito de malversación de fondos.

El intento de golpe de 1992 actuó como un despertador, dinamizó la protesta política y muchos analistas venezolanos comenzaron a reclamar a las cúpulas de los dos partidos que se sucedían en el poder, especialmente cuando ya el espejismo del petróleo comenzaba a evaporarse. Una Venezuela partida, con el interior abandonado a su suerte y el poder del dinero petrolero acumulado en una ciudad brillante cercada por morros (cerros) donde la pobreza se extiende y se exhibe, mostró su cara verdadera, dejando atrás las épocas del esplendor.

Sin embargo -como denunció Chávez en su momento- ese esplendor no redituaba en producción, en desarrollo real, y sí dejaba un inmenso arrabal de pobreza.

En 1994 se produjo la gran crisis, ante la cual el presidente Rafael Caldera tuvo que accionar con emergencias. Ya anciano -tenía entonces 79 años- maniobró dentro del esquema venezolano que, hay que reconocerlo, marca una fuerte resistencia a caer en la red globalizadora mundial.

Ese mismo año, Chávez fue liberado, y de inmediato se advirtió la fuerza de su liderazgo en los barrios pobres, en la izquierda estudiantil y en sectores intelectuales que fueron constituyendo una unidad hasta llegar al actual Polo Patriótico.

``Ya ante la crisis y la verdad, nadie podía engañarse con la ilusión de bienestar y de potencia petrolera que adormeció durante años. Se olvidaron que es el trabajo, el esfuerzo y los sacrificios -pero de todos, no sólo de las mayorías- lo que hace crecer un país'', decían los seguidores de Chávez.

``Candidato del Polo Patriótico, un frente donde hay partidos y agrupaciones de izquierda y de derechos humanos, Chávez representa un tipo de líder que, sin orígenes políticos, se apoya en una ciudadanía hasta hoy invisible para los aparatos partidarios y establece con ella un contrato de fidelidad que pasa por encima de los canales de intermediacion política'', señala Sergio Chejfec, editor de la revista Nueva Sociedad de Caracas.

Chávez propone un cambio profundo de régimen. ``Sin embargo -añade el analista-, hay que decir también que esta figura aluvional está brindando la posibilidad de que el sistema político recupere su legitimidad perdida, cuyos signos más evidentes son la crónica abstinencia electoral y el oportunismo de las estructuras partidarias. Su proyecto de reforma constitucional apunta a institucionalizar canales de participación popular''.

Lo cierto es que ya desde abril pasado, cuando comenzaba a imponerse la figura del ex militar, calificadoras de riesgo financiero como Duff & Phelps vaticinaban que los inversionistas ``se retirarían de Venezuela si gana Chávez''. Estampida de divisas, alertas ``chantajistas'' de otras empresas, como Santander Investment, Merryl Lynch, Banco de Boston, todos actuaron tratando de detener el avance de la oposición.

Si Caldera debió enfrentar la dureza de un empresariado que llegó a acusarlo de ``socializante'' cuando en 1994 dictó medidas de emergencia, Chávez es visto como una especie de huracán revolucionario por esos mismos empresarios a los que se llamó en la jerga venezolana como ``los amos del valle'' y que amasaron su fortuna sobre la inequidad, la injusticia social y la corrupción.