Los lectores míos, amigos por definición: Saramago
César Güemes, enviado, Guadalajara, Jal., 4 de diciembre Finalmente, a tan sólo unos días de que José Saramago reciba en Estocolmo el premio Nobel de Literatura, estuvo en la Feria Internacional del Libro. Claro, en espíritu, o de modo virtual mediante una videoconferencia sostenida por él, en Lisboa, y Sealtiel Alatriste, aquí. Este es un fragmento textual de la charla que el autor de Todos los nombres sostuvo este mediodía con el responsable del Grupo Santillana.
-Antes de hablar contigo, comentaba con el público que vino a escucharte, la emoción de que hubieras venido a México el año pasado, que estuvieras en Guadalajara. Y hablábamos del entusiasmo creciente por ti y por tu literatura. De eso ha pasado casi un año, José.
-Es cierto. Los recuerdos que tengo de Guadalajara y de México en general son tan fuertes y siempre tan vivos, que aunque haya pasado casi un año, siento como si estuviera viviendo aquello ahora mismo. Aprovecho el hablar contigo para saludar a todos los que están ahí, lectores míos, que son mis amigos por definición. Los saludo a todos a esta distancia inmensa en que nos encontramos. Les envío un fuerte abrazo.
-José, comentaba algo que es curioso y que tú has declarado: las personas en Portugal, más que felicitarte te dan las gracias por el Nobel. Creo que ese premio que has recibido es uno de los más esperados y que más alegría ha suscitado. ¿Cómo sientes ese fervor de los que te agradecen que seas tan buen escritor y nos regales con el Nobel?
-Mira, dejemos a un lado eso de que soy un buen escritor o no lo soy. Lo que cuenta en este caso es que las personas en Portugal se han sentido tan alegres que es como si todos hubieran crecido dos o tres centímetros. Es decir, todo mundo aquí se sintió más alto, más fuerte, más útil, con más esperanza por el hecho tan sencillo de que un portugués hubiera tenido el Nobel. Si la gente me da las gracias es por el sentimiento colectivo que ha sentido que con el premio se saldó una deuda.
``Amor que pasa por mis libros''
- Dime, ¿cuando te anunciaron el Nobel y que tú estabas en el aeropuerto de Frankfort, según nos contaste esa noche, pensaste que las grandes cosas también son pequeñas. ¿A un mes de eso, qué tal?
-Bueno, no es que las cosas grandes se volvieran pequeñas en ese momento. Creo que todo esto tenemos que relativizarlo. Es decir, el Nobel es una cosa grande desde el punto de vista material, por el carácter mítico que ha ganado a lo largo del siglo, pero de todas formas, si a las cosas le das la importancia que verdaderamente tienen en la escala del tiempo, te das cuenta, como me ocurrió a mí en el aeropuerto de Frankfort poco antes de saber la noticia, que nada tenía tanta importancia. Esto puede parecer que no es sincero, pero lo es. El Nobel es importante en este momento, pero dentro de 50 o 100 años no seré más que un nombre en un calendario. Así que lo que cuenta de verdad es la obra que uno deja, si vale la pena dejarla o seguir leyéndola. Con esto no estoy despreciando al premio, no se trata de eso, pero la verdad es que los libros que he escrito hasta ahora no quedaron mejores por el hecho del galardón. Los libros son los que son. Y con mis lectores comparto las cosas, están contentos por el Nobel. Pero el amor que me tienen pasa por mis libros, y esos libros ya los tenía.
-Has dicho que antes de escribir una de tus novelas necesitas una gran idea para poderlas hacer, concebir y seguirlas. ¿Cuál fue la gran idea para escribir Ensayo sobre la ceguera, por ejemplo?
-Mira, no quiero decir que necesito una gran idea. Lo que necesito es que sea una idea grande para mí. A lo mejor otras personas dirán que no es tan grande como yo creo, pero en el caso de Ensayo..., la idea nació cuando me encontraba en un restaurante esperando la comida.
``Súbitamente, sin que estuviera pensando en nada que tuviera que ver con ciegos, me pregunté a mí mismo: ¿y si fuéramos todos ciegos? Al momento siguiente, reflexionando sobre esta pregunta que se me había metido en la cabeza, me contesté a mí mismo: pero si nosotros estamos todos ciegos. Esa es la idea original. Pero mira, una idea como esta se describe o se explica en diez palabras, pero después se necesita una novela con 200 o 400 páginas para que sea inteligible y directa hacia los lectores.''
-En muchos de los temas que abordas, la palabra representación es muy fuerte. Tu literatura es una representación del mundo. Pero ayer dijiste a La Jornada que Chiapas es la representación del mundo. ¿En qué medida lo es?
-Es una ambición de los escritores y los artistas. No se trata tanto de una representación del mundo interior, sino tener una idea del mundo y tratar de representarla. Una idea del mundo no es sólo la de lo físico que nos rodea, sino que es una representación del mundo en su presente y su pasado como si todo el tiempo pudiéramos ponerlo en el lienzo de un cuadro, en una partitura o en la página de un libro. Sé que eso no puedo hacerlo. Pero recuerdo que un famoso pintor japonés decía, cuando tenía 80 años, que si pudiera llegar a los 90, la más mínima raya que hiciera en un papel contendría la máxima expresión que se puede lograr. Y si llegara a los 100 años, en un simple punto podría poner la totalidad del mundo, de la vida, del hombre y de su relación histórica. Nadie puede hacer esto, pero cuando aquel pintor lo decía yo mismo tenía esa ilusión, que en la lucidez última pudiera introducir la expresión total.
Entre aplausos, se despidió el Nobel de la lengua lusitana José Saramago, y el milagro laico, tecnológico, se cerró.