La Jornada 5 de diciembre de 1998

Como monero mi ignorancia es enciclopédica, afirma Rius

María Rivera, enviada, Cuernavaca, Mor. De todas las definiciones que se hacen de Eduardo del Río, Rius, la que sin duda mejor le queda es la de maestro sin aula. Durante 44 años este humorista gráfico ha maleducado, según sus palabras, a generaciones de mexicanos en las más diversas materias. Con libros como Marx para principiantes o ABChé ha vuelto comprensibles los temas políticos; con su best seller La panza es primero ha convertido a más de un carnívoro en vegetariano y con Dominó para principiantes ha iniciado a otros en los intrincados misterios de las mulas de seis.

Ahora, en la Feria Internacional del Libro (FIL) presenta Filatelia para cuerdos, su centésima obra, y anuncia que tiene dos más en preparación. Todo esto mientras trabaja en la redición de diez de sus libros en la Editorial Grijalbo. Será por eso que confiesa ser ``un hombre contento con la vida''.

-Usted aborda los temas más diversos. ¿Acaso es un monero enciclopedista?

-Más bien, el más ignorante de los moneros. Mi ignorancia es enciclopédica. Me he puesto a hacer libros para educarme. Al mismo tiempo que aprendo, lo hacen mis lectores. En este país hay una ignorancia impresionante, no sólo de temas políticos, sino en todos los sentidos.

-¿Por eso ha tratado todos esos temas a manera de divulgación?

-Ese ha sido mi trabajo: divulgar. Siento que es necesesario compartir con las personas todo lo que a uno le interesa.

-Sus libros han servido como guía para muchos jóvenes. ¿Qué pasa cuando usted, como ahora, ha reconsiderado su postura sobre algunos temas, como el de Cuba, por ejemplo?, ¿se siente responsable?

-Ocurre muy seguido que los lectores me reclamen: ``yo me hice socialista por usted, y ahora está renegando de todo eso''. Pero yo les contesto que el socialismo que se ha practicado no es el que nosotros queríamos. Cuando hice Cuba para principiantes estaba pasando lo que yo reseñaba, pero cuando vi que las cosas estaban cambiando escribí Lástima de Cuba. Mi responsabilidad termina a la hora de decirle a las personas lo que está pasando. Las decisiones ya las toma el lector. Que cada quien se forme su propia idea de acuerdo con su conciencia.

El humor, elemento esencial

-En la izquierda los cambios de posturas se viven a veces como traiciones.

-Es difícil reconocer que uno se equivocó, pero hay que hacerlo. Cuando uno llega a conclusiones distintas de las que tenía, como en el caso de Cuba, es necesario decirlo, por doloroso que sea. Aunque se exponga uno a que lo tachen de vendido o chaquetero. Yo, en mi conciencia, estoy tranquilo. No he cambiado.

-¿Y cuál es ahora su postura sobre el compromiso político?

-Uno de los riesgos de la caricatura, cuando uno milita políticamente, es que tiende a volverse muy serio. Soy de la idea de que el caricaturista y el periodista, en general, no deben militar en ningún partido político porque eso impide criticar a la corriente con la que se simpatiza. El resultado de la falta de crítica lo hemos visto durante toda la historia del socialismo. En esos países no hubo nadie que señalara lo que estaba haciéndose mal. En Cuba es lo que está pasando.

-Rius, ¿qué debe contener un cartón político?

-El humor es el elemento principal. La caricatura esencialmente es humor. Yo, más que caricaturista, me defino como humorista gráfico. Por otra parte, como soy mal dibujante -no me puedo comparar con Naranjo, Helio Flores o El Fisgón- para mí lo principal es el texto. Yo me voy más hacia el uso de las palabras, las que complemento con un dibujo muy elemental. Pero la idea depende del medio al que uno se dirige. Las caricaturas de Naranjo, por ejemplo, son para un público muy politizado. Pero en los periódicos hay que exponer algo accesible para todo tipo de lectores. Con el paso del tiempo me dí cuenta que las caricaturas dedicadas a insultar al gobernante no dan resultado. Estas nunca han provocado un cambio en las prácticas de gobernar o en el modelo económico. Pienso que es preferible dirigirse a las personas, educarlas políticamente.

-¿Un caricaturista es también un analista político?

-Tiene que ser. Es muy importante que el caricaturista esté bien preparado, que tenga cultura, y no sólo en el ámbito político. Eso le permite defender su trabajo ante los editores. Antes, ellos decían esto no se publica y ya. Ahora podemos discutir por qué no se publica ese trabajo, podemos argumentar.

Saber hasta dónde se debe llegar

-En ejemplares de Siempre!, de 1967, hay caricaturas suyas donde estaban ya algunos elementos de lo que pasaría en 1968.

-En ese año el país era una olla express a punto de explotar. Uno en la caricatura debe reflejar lo que está pasando.

-Y la actual generación de caricaturistas, ¿también lo hace?

-Cuando puede, sí. Desgraciadamente eso sólo sucede en unos cuantos medios, sobre todo en La Jornada. Ahora hay más libertad de expresión en la caricatura, aunque no nos hacen mucho caso.

-¿Cuál es el chiste de la caricatura política ahora, cuando aparentemente se puede decir todo?

-El saber hasta dónde se debe llegar. En el afán de decir cosas se le pasa la mano a uno, sobre todo en el uso del lenguaje. Hemos llegado a conclusiones equivocadas. Se piensa que entre más chingaderas ponga uno en el cartón, este va a ser más fuerte, pero no es así. Creo que con la experiencia se pasa esa etapa. En general, creo que se está haciendo muy buena caricatura en México, aunque nunca faltan los corruptos. Y, otra cosa a destacar es que en los estados están surgiendo muy buenos caricaturistas.

-Usted no ha dejado títere con cabeza, ha abordado hasta los temas más difíciles, desde el presidente en turno hasta la Virgen de Guadalupe. ¿Qué se le quedó en el tintero?

-Con el Ejército todavía no nos hemos metido. Todavía no podemos tratar el tema de manera real, sobre sus atropellos, por ejemplo. Ese es el último tabú. Existe la idea de que si uno se mete con el Ejército o con la virgen, entonces en qué van a creer las personas.

-¿Y qué les respondería usted?

-Que va a creer en sí misma.

-¿Cómo ha sido su relación con los presidentes?

-Empecé a trabajar durante el gobierno de López Mateos, en los que hubo momentos de gran represión. Durante ese tiempo militaba en el Partido Comunista, y estuve a punto de parar en la cárcel. Sin embargo, no fue sino hasta el gobierno de Díaz Ordaz cuando la represión se institucionalizó. En 1969 me secuestraron por órdenes de Echeverría, que era secretario de Gobernación. Así que cuando llegó él a la Presidencia fui a preguntar qué me iba a pasar. Yo era amigo de Fausto Zapata, que estaba en el gabinete, y le dije: ``¿a qué le tiro?'' Me contestó, después de consultarlo con su jefe: ``Dice el licenciado que tú no tengas ningún temor de seguir haciendo tu trabajo, que no te va a pasar nada. Lo único que te pedimos es que cuando vayas a dibujar al licenciado traigas el trabajo antes, para verlo''. ¡Con qué cinismo me pedían eso! ¡Cómo iba a prestarme a esa censura! Con López Portillo todo estuvo bien. A partir de ahí como que se dieron cuenta que en el fondo éramos inofensivos. También se volvieron más cínicos. Hasta nos pedían las caricaturas contra ellos para ponerlas en sus casas. Los de ahora ¡tienen una concha! Con todo lo que se ha denunciado en Proceso y en La Jornada ya era para que hubieran caído varios gobiernos, pero ni siquiera renuncia el oficial quinto de alguna secretaría.

-¿Hay un dejo de frustración?

-¡Pues sí! A veces me invade la frustración porque el país está peor que cuando yo empecé a hacer caricaturas. Entonces no había tanta pobreza, tanta corrupción. Creo que la peor época de México la estamos viviendo ahora.

Del perdedor, ¿quién se acuerda?

-¿Entonces, no ha tenido caso tanta denuncia?

-Sí, sí ha tenido, es que también se ha ganado mucho. No es que hayamos logrado que los gobernantes cambiaran, pero lo que sí se ha modificado -y que en parte ha sido gracias a nuestro trabajo- es la participación de la sociedad. Es notable el aumento de medios de difusión crítica. Nuestro granito de arena ha servido para eso, para que haya más personas con mayor conciencia política.

-Usted le ha apostado siempre a los nacidos para perder. Si hasta le va a un equipo de futbol que sus seguidores apoyan con gritos de ¡Con el Atlas aunque gane! Como que le dan escozor los ganadores.

-No, lo que pasa es que los ganadores tienen muchos defensores. Pero del perdedor, ¿quién se acuerda? Nosotros somos una especie de voceros de toda esa gente. Es el chiste de los que estamos haciendo, que no vamos a ver los resultados, pero hay que hacerlo, ¡qué más...!

-También es autor de best sellers como La panza es primero.

-Sí, de ese libro se han vendido más de 500 mil ejemplares. Esta área es una de las que más satisfacciones me han dado. Sé que he cambiado los hábitos alimenticios de muchos. También los libros de plantas medicinales han ayudado a muchas personas. Un naturista me decía alguna vez: ``Te vamos a hacer un monumento con una zanahoria en la mano''.

-Recapitulando, ¿cómo se siente con lo logrado en 44 años como caricaturista?

-Creo que la del humor es una de las profesiones más envidiables que hay. Tenemos el privilegio de burlarnos del poder y, a veces, hasta nos pagan por eso. Yo estoy muy contento con la vida, realmente.