Enrique Calderón Alzati
Engaños y fracaso
El planteamiento del gobierno del presidente Zedillo en torno al presupuesto para 1999 es, ante todo, el reconocimiento del fracaso del modelo y la política económicos impuestos por sus predecesores inmediatos, De la Madrid-Salinas, que él mismo ha defendido con obstinación digna de mejor causa. De nada sirvieron las advertencias que con oportunidad se hicieron para evitar que se aplicarán las restricciones orientadas a frenar el crecimiento de la economía y del mercado interno; ellas se tradujeron en pérdidas de empleos para miles de mexicanos y mexicanas, con la destrucción de miles también de pequeñas y medianas empresas. Los resultados de esas políticas saltan hoy a la vista, a partir de una base fiscal minimizada, que ha representado reducción a los ingresos del propio gobierno.
En su tiempo, se habló de los enormes beneficios que la privatización de la banca y del aparato productivo en manos del Estado traerían para la sociedad, argumentando que esas desincorporaciones permitirían al gobierno dedicar su atención y su recursos a dar respuesta a las grandes demandas sociales; hoy, en cambio, el gobierno no parece tener más opciones que incrementar los impuestos e imponer nuevas cargas fiscales, para enfrentar la nueva crisis que se nos viene encima.
De los recursos obtenidos con esas ventas, nadie conoce su destino, pero éste nunca fue atender las demandas sociales, ni el desarrollo.
En su tiempo y hasta ahora, se han dicho hasta el cansancio sobre las ventajas de traer a México plantas maquiladoras y manufactureras que generarían los miles de empleos que el país necesitaba; lo que no se plantearon es que esos empleos eran de ingresos tan reducidos que los impuestos que ellos representaban serían prácticamente nulos, haciendo al gobierno víctima de sus propias cuentas alegres.
La atracción de capitales especulativos y golondrinos ha constituido para todos estos gobiernos una tentación tan irresistible como inexplicable, en cuanto a la capacidad que esos recursos tienen para vincularnos y ponernos en resonancia con las crisis financieras externas, sin importar dónde ocurren; además, los costos que implican son siempre los más altos.
Ignorando el viejo dicho de ``farol de la calle y obscuridad de su casa'', el gobierno de Zedillo propuso como prioridad nacional el crecimiento de las exportaciones, aunque ellas se dieran de manera totalmente desvinculada a la economía doméstica y golpeando al mercado interno; la estrategia choca hoy con una economía mundial deprimida por la crisis asiática. En este fenómeno, resalta la gravedad de la estrategia equivocada de petrolización de la economía y las finanzas públicas, cuando se había informado, en repetidas ocasiones, que ese riesgo estaba superado.
Para culminar toda esta cadena de desaciertos está el asunto del Fobaproa, que seguramente por muchas décadas se recordará como el máximo engaño cometido en perjuicio de la nación. Como en ocasiones anteriores, el gobierno puso oídos sordos a las recomendaciones de apoyo a los deudores para reactivar la economía y darles la oportunidad de resarcirse, crecer y pagar luego a sus acreedores, los bancos. En lugar de ello y en una serie de acciones irresponsables, el gobierno entregó los recursos a los banqueros, actuando con irresponsabilidad y felonía a la vez. Como resultado, el país enfrenta hoy un problema archimillonario que amenaza a toda la economía, logrando precisamente el efecto contrario al requerido.
En medio de este desastre, el gobierno de la República, lejos de reconocer su error y corregir el rumbo de la economía, se obstina en mantener su postura de sacrificar a la población para seguir beneficiando a quienes más tienen. Su argumentación pareciera ser, que ellos iban bien, tal como les habían dicho sus mentores del gobierno estadunidense y de los organismos financieros internacionales, sólo que de repente el mundo se les descompuso y les echó a perder todo.
La imagen que surge de inmediato es que nuestros genios gobernantes han estado imaginando que en la economía global, el mundo es color de rosa y pues, ...la realidad es otra. El gran fracaso de este gobierno, como el de los que le han precedido los últimos 10 o 20 o 30 años, es y ha sido su propensión a las cuentas alegres y al engaño, sólo que hoy los tiempos están cambiando y normalmente los engaños sólo generan fracasos.