La Jornada 2 de diciembre de 1998

Escribo al margen del lector, si no es que a espaldas de él: Millás

César Güemes Ť La fortuna le sonrió cuando a nadie le sonreía: su primer libro, Cerbero son las sombras, le valió el Premio Sésamo en 1974 y de ahí en adelante hasta pasar por el Nadal, en 1990, su obra es vasta y leída: Visión del ahogado, El jardín vacío, Papel mojado, Letra muerta, El desorden de tu nombre, Volver a casa, Ella imagina, y su más reciente título, El orden alfabético(Alfaguara), que se distribuye en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Millás en México.

-De un tiempo a esta parte, quizá diez años, el mundo editorial en España se ha vuelto hacia sus propios escritores. Usted está en la generación a la cual correspondió este beneficio desde el principio.

-Eso es muy real. Quienes comenzamos a publicar en los años setenta tenemos memoria de ello. Por ejemplo, hoy miramos la lista de libros más vendidos y los primeros puestos están ocupados por españoles. Hace no mucho, 20 años, la novela española no se vendía en absoluto. En parte porque se había desconectado de los intereses del lector. Todo esto ha funcionado un poco a ritmo de péndulo. En los años cincuenta, por referirnos a una fecha no muy lejana, en España empieza a darse el realismo social, en el cual se considera que la novela ha de ser un arma de combate contra la dictadura. Entonces, todo lo que no cae en ese rubro es condenado. Como reacción a ese exceso realista, aparece el experimentalismo en los años sesenta y setenta. Pero esta tendencia se desconecta de las personas y el público deja de leer. No es sino hasta los años ochenta cuando el escritor español comienza a recuperar al lector. Se da un proceso de normalización. Todavía estamos viviendo el entusiasmo de eso que debería ser lo normal pero que se ve desde fuera como un fenómeno.

-Las novedades bibliográficas españolas son cuantiosas mes a mes. ¿Así crece el índice de lectores o hay un desfase?

-Lo hay. Existe un exceso de oferta de novela española. No siempre se establecen los criterios que uno desearía, no todo lo que se publica tiene los méritos suficientes. Vivimos en un mundo en que la masa lectora no tiene capacidad para absorber todo lo editado. Ahí es donde se están produciendo los desajustes. Por ejemplo, sucede que atravesamos en España un momento en que es muy fácil publicar pero es muy difícil que te lean. Hay escritores con cuatro o cinco novelas en el mercado que resultan completamente invisibles al lector. Ni los suplementos ni las revistas tienen tampoco la capacidad para dar cuenta de todo lo que se edita. Mira, cuando empecé a publicar casi había que ganar un premio para que una editorial se fijara en uno. Pero si se conseguía la edición, tenías garantizado que te iban a leer, pocos o muchos, pero bien. Por otra parte, el libro ha entrado en el proceso de rotación de los productos de consumo. Llegamos al extremo de que si los ejemplares están en la mesa de novedades tres o cuatro días, y no han dado el rendimiento que se espera de ellos, van a la bodega. Ni una semana tienen de gracia. Esto es un desastre porque hay libros que precisan más tiempo. Y si eso ya es dramático, en el caso de una novela adquiere tintes más fuertes, cuando hablamos de volúmenes de ensayo que requieren más tiempo para abrirse camino.

Suerte que dan los años

-Era de esperarse que creciera el público de lectores en tanto la oferta es más amplia y, como dice, la literatura española ha vuelto a conectar con la realidad.

-Las cifras siempre son contradictorias. Se puede decir que se lee más y que se lee menos con igual autoridad y con el mismo número de argumentos. Es una contradicción que no consigo conciliar. Los índices de lectura en España no son satisfactorios, y seguramente nunca lo serán. Sin embargo, por otro lado se produce allá una cantidad de libros tremenda.

``Es cierto que los tirajes han aumentado, pero de 15 o 20 autores, para el resto siguen siendo de unos cuantos ejemplares. A mí me invitan con frecuencia a colegios para ofrecer charlas y sé que ahí se obliga al estudiante de bachillerato a leer, se lee un libro por trimestre en cada asignatura. Pero sabemos que el libro compite además con medios como la informática y la televisión. Y a la contradicción se suma el hecho de que a la industria editorial le va muy bien económicamente.''

-Todo esto nos lleva al hecho de que su caso, Juan José, tiene ya un amplio público lector. Estos vaivenes del mercado no afectan su relación con la literatura.

-El exceso de oferta ha producido algunos vicios, como los que te mencionaba antes. El público lector, ante la amplitud de la oferta, se ha refugiado en una docena de autores. La persona que adquiere libros no se arriesga a comprar un autor que apenas comienza, aunque su obra sea estupenda. Yo he tenido la suerte que dan los años, estoy en un sector con un público amplio. Naturalmente unas novelas conectan con más personas que otras, pero El orden alfabético, por ejemplo, tiene en el mercado 50 mil ejemplares.

-¿Es posible que después de tantos años de escribir, de recibir galardones como los que le han conferido, intente gustar para no quedarse sin ese público ya conquistado?

-La verdad es que escribo muy al margen del lector, si no es que de espaldas a él. Quiero decir que no tengo en cuenta al destinatario de mis libros porque no tiene rostro. Uno ve al lector en muy escasas ocasiones, cuando se da una conferencia o se firman ejemplares. Pero esos rostros se desvanecen en seguida.

``Creo que una mejor forma de llegar al lector no es pensando en él sino trabajando las propias obsesiones con honestidad. Finalmente, los seres humanos no somos muy distintos los unos de los otros. Si hablas con la verdad hay más posibilidades de establecer lazos con las personas que llegarán a leer los textos.''

-En su más reciente novela hay un peculiar humor y varias paradojas. ¿Cómo aprecia este aspecto en relación con el resto de su obra?

-Venía poco a poco desde otros trabajos anteriores, y lo que pasa es que aquí ha estallado. Ciertamente es peculiar porque es un humor cercano al terror. Creo que toda novela de terror es de humor y viceversa. El misterio y la risa están indisolublemente trenzados. Kafka, me parece, en La metamorfosishace una novela de horror pero muy humorística. Ese es el tipo de gracia que me interesa, aquella que al otro lado tiene al miedo.

El periodismo, antídoto contra la vanidad

-Una de las preocupaciones muy claramente expresadas en El orden alfabético es el cuidado del lenguaje. ¿Está de acuerdo?

-Sí, me parece que el lenguaje es un bien escaso y hay que cuidarlo efectivamente. El lenguaje en esta novela está tratado como si fuera un ecosistema en donde no hay ningún animal que sea más importante que otro, sino que la pérdida de uno puede provocar que la armonía se pierda. Alguien me ha dicho que recomienda mi libro sobre todo a los ecologistas, lo cual me halaga. El lenguaje, si lo pensamos, es el único instrumento que tenemos para interpretar la realidad. Si se deteriora, nuestro modo de entender el mundo mengua también. Y por lo tanto el mundo mismo se deteriora porque en gran medida vale por la descripción que hacemos de él. No hay realidad sin lenguaje. Ese es uno de los asuntos que efectivamente están como puntales de la novela.

-Hay una postura crítica, pues.

-Es inevitable. Si miramos la historia de la literatura vemos que todas las novelas que han sobrevivido son de tesis, lo que no quiere decir que toda novela de tesis sea buena. Podemos apreciar que hay en ellas una visión crítica del mundo. En este caso la crítica más observable sería la que se dirige al hecho de relacionarnos con la realidad en términos de consumo. Parece que todo aquello que no consumimos o no nos consume, no existe. Por eso el personaje en la segunda parte se inventa una familia, porque con ella puede tener una relación que no se da en términos de consumo.

``Hoy parece que el padre se ha vuelto un producto de consumo para los hijos y al revés. Si no se compra y se vende, sucede que al parecer nada cuenta. En eso estribaría la crítica de El orden alfabético.''

-Los reconocimientos que ha recibido, al igual que los tirajes altos que tienen sus libros, ¿lo presionan aunque no tenga presente al lector? Finalmente, escribir es un oficio y se vive de él.

-El tono de los premios va cambiando. Cuando empecé a publicar era requisito para ser leído. Hoy no. En cualquier caso los reconocimientos los he agradecido en su momento. Pero nunca me veo presionado. Escribo a partir de mis propias necesidades. Además, ejercer el periodismo me salva de la vanidad.