La Jornada 30 de noviembre de 1998

El `pequeño México' en el corazón del sur

Una empresa de autobuses tiene una ruta directa entre Zacatecas, San Luis Potosí y Durango y este pueblo escondido a una hora de Atlanta, y los pasajeros llegan aquí para trabajar en las 12 plantas de procesamiento de pollos que tanto justifican el orgulloso calificativo del lugar como ``la capital del pollo de Estados Unidos'', así como su más reciente apodo: ``Pequeño México''.

Hace unos 15 años, tal vez vivían aquí entre 50 y 60 trabajadores mexicanos. Ahora, se calcula que en este pueblo y el condado en que se encuentra viven unos 40 mil. La mayoría proviene de Durango, Guanajuato, Michoacán y Jalisco. Este es un pueblo segregado, los blancos ricos viven de un lado, los negros y ahora los mexicanos viven del otro lado, donde están las fabricas, los desechos tóxicos, vivienda de Tercer Mundo.

De la nada, en pocos años, surgieron varios restaurantes mexicanos, una empresa de taxis ``El Palmar'', un supermercado llamado La Flor de Jalisco, salones de belleza, videos en español, ``Auto repair del Norte'', iglesias con misas en castellano. ``Transportes Regiomontanos'' asegura en su publicidad: ``no paramos en centrales de autobuses''. Ofrece la lista de destinos: Querétaro, Celaya, Morelia, La Piedad, Irapuato, Salamanca, Moroleón, Zacatecas, Hidalgo, entre otros. Bienvenidos al ``Pequeño México'' en el corazón de Georgia.

El padre Jorge Christancho, de la Iglesia católica, es el que mejor conoce a esta comunidad. A pesar de su obvia presencia, el sacerdote dice que esa comunidad todavía no tiene una voz, es nueva y fragmentada, y dado que gran parte de quienes la integran es indocumentada, no se atreve a elevar su perfil en los circuitos políticos y sociales. ``Los hispánicos aquí tienen voz económica, pero no tenemos voz política'', afirma.

Al circular el rumor de que la economía de este pueblo necesitaba mano de obra, los mexicanos siguieron llegando, tanto del interior de su país como desde California. La gran mayoría, comenta el padre, llegan de zonas rurales de México. Hoy día, ``el crecimiento económico y el desarrollo de este condado es resultado de la población hispana. Sin ellos, esta nueva vida de la que todos gozan en este pueblo no sería posible''.

Miles trabajan en la dura labor de procesar carne de pollo en 12 o 13 plantas que desde aquí surten a mucho del país. No están sindicalizados, esta región está entre las más antisindicalistas del país. Las condiciones de salud en el trabajo son pésimas, y los movimientos físicos repetidos provocan lesiones. Pero nadie se queja: es trabajo fijo, y no les piden documentos de inmigración.

``Es muy difícil intentar promover el sindicato'', comenta Graciela Cuevas, organizadora del sindicato de trabajadores del sector alimentario UFCW en el sur. Entrevistada por La Jornada, afirma: ``el temor prevalece en Gainesville, en parte porque muchos son indocumentados, y por el clima antisindical en esta región''.

Aunque no tienen voz política, ni defensa sindical, todos entienden que esta mano de obra genera la prosperidad que se goza en este pueblo. El padre Jorge, como lo llaman aquí, dice que aunque los ciudadanos entienden que los mexicanos están haciendo los trabajos que nadie mas desea hacer, en vez de reconocerlos ofreciéndoles mejores condiciones de vida y un mayor respeto, sólo les interesan ``las ganancias, las ganancias, y las ganancias''. ``Uno no tiene que ser comunista para hablar de justicia social'', indica, pero aquí, añade, ``sigue cundiendo el racismo, no sólo en la ciudad, sino hasta dentro de las iglesias''. Christancho dice que ``este es un pueblo bueno, cordial y blanco, con muchas fronteras que cruzarÉ es un pueblo segregadoÉ. Los fantasmas del pasado aún se mueven por este lugar''.

Comenta sobre expresiones de odio de grupos del Ku Klux Klan, o de la desatención --y a veces hostilidad-- ante los nuevos inmigrantes. Todavía se dan cuenta de que el mundo es diverso, y que estamos en 1998, señala el padre Jorge. Por cierto, activistas negros informaron que un muñeco representando a un negro colgado de una soga, que suele aparecer en las colonias negras durante el ``Halloween'', apareció por primera vez este año en una colonia mexicana.

Sin embargo, hay indicios de nuevas posibilidades para responder contra el racismo y la hostilidad que se manifiesta aquí. Los que históricamente han sufrido las condiciones sociales en esta región, la comunidad negra, se presentan como un aliado potencial para los mexicanos. ``La agenda de ellos es la justicia social, de una perspectiva que resulta de la historia (de los negros) en el sur, y de la cual necesitamos aprender'', comenta el padre.

Hace poco, indica, después de que tres jóvenes murieron en una balacera en esta ciudad, el padre Jorge y una de las organizaciones locales negras de derechos civiles y por la justicia ambiental más activa organizaron la primera acción entre ambas comunidades, demandando respeto para los jóvenes, y solicitando el fin de la violencia entre bandas. Cientos de jóvenes y padres de familia marcharon, y celebraron con música, poesía y baile de ambas comunidades.

Los que llegaron hace un par de siglos para trabajar en estas tierras y los recién llegados comienzan a entrelazar sus historias, y con ello a cambiar el futuro de esta región.