Eulalio Ferrer Rodríguez
En el homenaje a Jesús de Polanco

El título que más ennoblece a Jesús de Polanco, el de amigo, es el que ahora elegimos e invocamos para sumarnos al justo homenaje que se le tributa en una Guadalajara tan representativa de la geografía hospitalaria de México.

Antes de conocernos, me unía a Jesús de Polanco el lazo entrañable de la tierra santanderina de nuestro origen común, el acento afín de la palabra libertad, el olor distintivo de la letra impresa... El vínculo generoso de la amistad vendría después a refrendar y ampliar nuestras coincidencias, estableciendo una larga cadena de afectos y lealtades.

Pero con Jesús de Polanco nos une no sólo el título privilegiado de amigo, sino el sentimiento de admiración que merece un hombre formado a fuerza de hacerse en esa gran faena de la vida en la que el esfuerzo se corona con el éxito y el éxito se defiende con mucho coraje y valor apasionado. Es la admiración a la trayectoria de un hombre de acción y creación, esto es, de un empresario en todas las extensiones dinámicas y multiplicadoras del término. Incluidas en él, la firmeza de la voluntad, y el encanto de la metáfora como gozo existencial. Hablamos de un empresario de intensa caladura humana: de ideas renovadoras, de ímpetu renacentista.

En mi caso, este sentimiento de admiración se acentúa porque el territorio en el que Jesús de Polanco ha asentado sus logros y honores es el de la comunicación, al cual pertenece, con variantes de distancia y emplazamiento, mi andadura profesional. Quiero decir que conozco históricamente -y en algunas de sus prácticas- los meandros y laberintos de ese complejo territorio y que he asistido, en gran parte, a su impresionante desarrollo entre el vuelo de la palabra hablada y la huella de la palabra escrita; de la fijación visual de las imágenes a la explosión cibernética y al espacio digital, sin límites todavía, de su sistema nervioso. Sé, por eso, cuán difícil y arriesgado es avanzar por un territorio tremendamente competitivo, donde el futuro nace y se juega todos los días, en el que el poder de la inteligencia y la inteligencia del poder requieren la audacia de la decisión y el principio ético de la honestidad. Sé, por eso, y sobre todo, el enorme mérito que significa el nombre y la obra de Jesús de Polanco. A él se debe en lo fundamental que su grupo, tan rico en talentos y colaboradores, ocupe hoy un lugar de vanguardia, con la letra impresa por cabecera, en el mundo de la comunicación de habla española. Lo que es inseparable del signo trascendente de un magno esfuerzo realizado en el escenario internacional de los gigantescos consorcios, cada vez más concentrados, que dominan los universos de la comunicación.

Se trata no sólo de una obra equilibrada y coherente que por sus magnitudes es ya historia de la comunicación, entendida ésta como comunidad de hábitos y cultura, como aliento de respuesta y de comprensión, como punto de apoyo del uno en el otro, como asamblea del consenso y la convivencia, de cara al sabio aviso de Jaspers: ``Lo que no se realiza en la comunicación no existe''. Pero es, además, una obra de excepcionales relieves en la historia de la transición democrática de España, a cuyo nacimiento y mantenimiento ha cooperado decisivamente.

Dentro de la comunicación hemos puesto énfasis especial en la letra impresa, porque Jesús de Polanco es un noble hijo de ella. Lo que le acredita e identifica como hombre de letra y de letras, por cuanto las letras no han dejado de ser emblema alfabético, distinción intelectual de raro encuentro entre los que se incorporan, sin más, a las nuevas tecnologías de la comunicación. Y no es que Jesús de Polanco las ignore, obligado como está a asumirlas y ejercerlas desde su genio empresarial, como hombre de nuestro tiempo. Es que Jesús de Polanco nunca ha negado, por el contrario la ostenta, su fe parroquial en el vínculo amoroso de la letra impresa, bautismo de su hacer y de su pensar. Ha contribuido ejemplarmente a su difusión y progreso, atento siempre a sus nuevos cambios y adaptaciones. La letra impresa, capitana emblemática de sus empresas, es para Jesús de Polanco fondo recóndito de su vida, razón de ser, brújula dominante de su pensamiento, estímulo fértil de su inteligencia. Esto es, la cultura del diálogo en sus más prístinas esencias.

Este es el hombre que hoy nos convoca para celebrar sus méritos. Un hombre con nombre: Jesús de Polanco. Vale afirmar, un hombre con memoria, quizá la conquista menos fácil de la vida. Sólo al final de ella se sabe lo que vale un hombre con nombre. Jesús de Polanco, que ha de vivir muchos años más, puede sentir desde este anticipo testimonial la satisfacción de un reconocimiento otorgado con justicia y dignidad. Premio, sin duda, al hombre que ha sabido honrar su nombre.

Y un encarecimiento final, querido Jesús, del que seguramente participamos todos: que la letra impresa, que tanto has impulsado, siga siendo la vanguardia de tu obra, como lo es de tu trayectoria personal.

Necesitamos convivir con las nuevas tecnologías, pero a condición de que éstas sirvan al hombre, no que le sustituyan. El lenguaje mecánico de los dedos no debe desplazar el lenguaje de la emoción, el de las manos abiertas y tendidas; ni el del efecto al del afecto, ni el de la máquina al del intelecto. Queremos que la luz de la imagen no sea oscurecida por el aturdimiento de los excesos, que la parálisis de la soledad no desplace a la cultura de la convivencia y que el espacio virtual sea, antes que huida o dispersión, texto y lectura de la realidad, ámbito de la ciudadanía de las letras. Todo lo cual está asociado, sin duda, al destino irradiador de la palabra impresa. Palabra con alma, latido y huella de vida; templo del tiempo, de todos los tiempos; guardiana y refugio último, quizá, del ser pensante y repensante. En su índice está la conclusión vigente de Alejo Carpentier: ``La palabra impresa embalsama la verdad para la posteridad''. Unida al recuerdo de que la antigua Grecia inventó el epitafio, para que la palabra escrita congraciara al hombre con la muerte.

¡Gracias Jesús, con el abrazo fraterno de la amistad, en este día inolvidable de tu presencia y de nuestro homenaje!

Guadalajara, Jalisco,

29 de noviembre de 1998.