Película complaciente y anticlimática

Salvador Quiauhtlazollin Ť Climática y anticlimática, poblada de clichés y muy autocomplaciente y acrítica. Ya no puedo esperar, estelarizada por Jennifer Love Hewitt, Lauren Ambrose y Ethan Embry; y dirigida por los debutantes Deborah Kaplan y Harry Elfont, resulta un remake innecesario de un asunto al que se le ha dado vueltas desde todos los puntos de vista: la noche de graducación.

Mientras que en nuestro territorio generalmente este evento se celebra en un salón con entrega de diplomas, desfile de catedráticos y grupo desafinado interpretando La del moño colorado y La copa de la vida, allende el Bravo la cosa es muy distinta: la fiesta es una bacanal preprogramada en la que el incauto que puso la casa terminará llamando al seguro para que cubra los daños de una horda desenfrenada. Quizá por eso, el hacer películas sobre esta temática, resulte atractivo para los departamentos de mercadotécnica de las compañías que nos vuelven a entregar el mismo filme cien mil veces, sin cambiar un ápice las reglas generales para estas cintas:

1.- El nerd pondrá en su lugar al deportista de la clase y se convertirá en una máquina de ligue.

2.- La chica más popular de la escuela realizará el sueño dorado de su callado pretendiente, a despecho de su novio insoportable.

3.- Los raros de la clase se darán cuenta que los une algo más que el rechazo generalizado.

4.- Una chica logrará que su anuario sea firmado hasta por el más insignificante de sus compañeros, y

5.- La policía terminará con la fiesta cuando ésta alcance casi la categoría de orgía.

Por ello, la actitud de los actores al enfrentarse a la prensa es aún más complaciente que en la pantalla. Charlie Korsmo, el nerd, nos dice de su trabajo en Ya no puedo esperar: ``No creo que sea necesario decir que una comedia juvenil siempre se verá como algo menor en el mundo del cine, más aún con una cinta como Ya no puedo esperar. Por eso todos en el equipo enfocamos nuestra labor al escenario de la diversión pura del espectador. Sé que son repetitivos los estereotipos, pero creo que en esta cinta funcionan bien''.

Con amplias posibilidades de descollar en el cine juvenil sin pretensiones, Jennifer Love Hewitt, la bella protagonista de Ya no puedo esperar, nos dice lo que piensa de su actitud juvenil: ``Me desespera, como a cualquier persona inteligente, que se me encasille. Creo que mi papel es cómodo para el desarrollo de la trama, pero créanme, es actuación, no es por mucho lo que he vivido o me gustaría vivir. Amanda Beckett (su personaje en el filme) es la chica más popular de su escuela; Jennifer Love Hewitt quizá lo haya sido, pero creo que tenía un cerebro para respaldarlo''.

Sobre la misma línea especula el actor principal de Ya no puedo esperar, Ethan Embry: ``Muchos quieren reducir la fiesta de graduación a un momento divertido, a una oportunidad de ir más allá y romper las reglas. Yo no opino así, siento que si en ese momento piensas que vas a escribir el argumento de la película que será tu vida, estás equivocado; pero no por ello debes de tomar a la ligera la última oportunidad que tendrás de convivir con algunos que desaparecerán de tu vida después de esa noche''. Y cerrando todos los clichés de este tipo de cintas está Lauren Ambrose, que en esta producción desempeña el papel de la chica extraña. Dice Lauren Ambrose: ``No creo de ninguna manera que el ser extraña en una escuela te predisponga a un actitud necesariamente rebelde. Para mí la rebeldía debe estar encausada y sobre todo fundamentada, y creo que vestirse descuidadamente y oír heavy metal de ninguna forma justifica una actitud''.

Quizá las lecciones que sobre el tema nos dieron los ochenta han sido olvidadas por el equipo de producción de Ya no puedo esperar. Es en esa década donde tenemos extremos que van de la comedia escatológica y vulgar como Porky's hasta el melodrama de tintes a la Shakespeare llamado La sociedad de los poetas muertos. Los jóvenes son vistos como rebeldes con causa en un pueblo reaccionario que prohíbe el baile en Todos a bailar; como minorías dispuestas a jugar limpiamente con talento en Con ganas de triunfar o como feroces criminales que hacen de su escuela un infierno en Clase de 1984. Desde esa perspectiva, los ochenta ofrecen para el espectador un cine para jóvenes menos mercantilistas y más inteligentes que el de los noventa. Y al respecto, Ya no puedo esperar es, para su mala suerte, el mejor ejemplo.