Ernesto Márquez Ť Diminuto, de mirada serena y hablar amelcochado, Papo Lucca no representa a primera vista ese personaje mayúsculo de la música afroantillana. Pianista, arreglista y director de orquesta, el Gigante del Sur, como le llaman los salseros, es sencillo en el trato y pródigo en la charla. Tiene 42 años, 30 de los cuales los ha dedicado a la Sonora Ponceña, orquesta que heredara de su padre, y su historia, según nos dice, no es muy diferente a la de cualquier músico del Caribe.
``Yo nací y crecí escuchando todo tipo de sones. Eso lo tenía cerca porque Ponce es una ciudad muy musical, además la orquesta de mi padre ensayaba en casa. A la edad de cuatro años tocaba el bongó, luego estudié clarinete y saxofón para después dedicarme al piano, instrumento en el que me hice profesional a los dos años''.
Portador de manos rápidas y sensibles, dueño de un finísimo oído y exquisito gusto musical muy pronto se convirtió en el principal arreglista de la orquesta de su padre haciéndola destacar por encima de agrupaciones ya consolidadas.
``Por esos años, principios de los 50 -narra- La Ponceña no tenía una personalidad musical definida; hacíamos muchos covers, copiábamos de los discos y seguíamos el patrón de las orquestas de bailes, sobre todo de la Sonora Matancera. El asunto mío era cambiar todo eso, encontrar y desarrollar un timbre que la identificara. Empecé a experimentar con las trompetas, con las voces de los cantantes, con otros armónicos en el piano... Creo que eso y el mantener un cuadro rítmico ajustado a las pretensiones del bailador fue lo que le dio personalidad a nuestra agrupación''.
Al decir de Papo dos hechos son los que han determinado la consolidación de un estilo para la Sonora Ponceña: la concentración de buenos músicos, ``grandes soneros todos ellos'', y su acercamiento al jazz, que le ha ayudado a desarrollar otro tipo de arreglos.
Considerado el mejor pianista de la salsa, con espléndidos desarrollos instrumentales, resultaba evidente que el camino para dar riendo suelta a sus capacidades interpretativas era el jazz latino, por lo que empezó a trabajar un tema instrumental en cada disco hasta concluir con una obra completa: Papo Lucca latin jazz (Fania 1993)
``El jazz siempre ha sido mi catalizador. Siempre estoy deseoso de hacer algo en ese rubro. Por eso, en cuanto tengo oportunidad corro y me río. Hace poco tuve un mano a mano con Gonzalo Rubalcaba y resultó una experiencia muy agradable (...) Yo creo que la pianística latina en el jazz está creciendo y muestra de ello son los trabajos realizados por Michel Camilo, Danilo Pérez y Hilton Ruiz. El jazz latino no es sólo ``descarga de tambores'', como alguien ha señalado. Es eso y mucho más''.
Otra de las innovaciones de Papo Lucca es la de haber incorporado a su repertorio canciones de la nueva música cubana, en especial la de Adalberto Alvarez y los cantautores Pablo Milanés, Pedro Luis Ferrer y Silvio Rodríguez.
``Ese hecho bastó para que en Miami me vieran como el diablo, lo que yo no entiendo es por qué un hecho artistístico lo convierten en político. Lo único que sé es que mi música está contra toda cerrazón''.
Ahora, nos cuenta, se encuentra trabajando con Emilio y Gloria Estefan sobre una producción musical para este último y el tema de su simpatía para con la isla y sus creadores musicales ni siquiera se ha tocado. ``Ellos son muy abiertos y están lejos de caer en ese tipo de confusiones'', acota.
Por lo pronto, mientras planea un nuevo disco para la Ponceña y un álbum propio de jazz latino, se le podrá escuchar, hoy en el recién estrenado Salón 21 y mañana en el mítico Salón Los Angeles.