Patricia Peñaloza ``Somos parte de la historia músical de México, les guste o no'', afirma la guapísima Sasha al terminar el primero de los 14 conciertos que ofrecerán en el Auditorio Nacional los muchachos que en sus tiernas edades se hicieran llamar Timbiriche y ahora se reúnen para darle rienda suelta a la nostalgia. El espectáculo fue pintando rayitas interesantes, pero hacia el final quedaron más puntitos que casillas llenas.
¿Búsqueda de varo tras el jugoso ejemplo de Menudo, con todo y disco recopilatorio? ¿Deuda con el trampolín que los hiciera ser a cada uno compositor, dizque cantante, animador, o un nadie? ¿Homenaje al nacimiento, con ellos, de la maquinaria creadora de niños-objeto-Televisa? ¿Ridículo previsible al pensar que, todos grandotes, fueran a entonar: ``vamos a jugar, vamos a volar, con el nuevo juego que acabamos de crear?''. ¿Serían capaces de volver a corear: ``Hey, hey, hey, yaaa llegó la banda''? ¿Podríamos emocionarnos de nuevo con: ``cantando, la vida es mejor cantando''? La respuesta estaría en el escenario y en los miles de niños bien que son ahora fuerza laboral trajeada o con cabelleras a rayitos Clairol.
Unos niños saltan la cuerda, hacen rondas. De repente, se juntan en bolita y, como pariendo una ocurrencia, se quitan sus ropas y debajo aparecen unos jumpers en amarillo y azul, tal y como vistieran los timbirichos en 1982; bailan un poco, se introducen en unas cajas de madera, las cuales se retirarán para dar lugar a... Paulina, Sasha, Mariana, Alix, Diego y Benny --tocando muy bien la guitarra eléctrica, como muestra de que al menos uno se aplicó en un instrumento. Erick, que se integró hasta el tercer disco, también se asoma dizque tocando otra guitarra, pero se le nota lo farsante. Desafiando al absurdo, visten símiles de aquellos trajecitos, algo modernizados (pegaditos de las nalgas para las chicas). El primer tema es, ni más ni menos que... ``Tiiiiiimbiriche, Tiiiiiimbiriche'', con todo y pasitos originales. Los acordes pop también están algo arreglados, y no suenan mal tomando en cuenta que en el elenco se hallan los talentosos Fernando Toussaint en batería, Sabo Romo al bajo y Santiago Ojeda en guitarra. Las voces suenan saludables. La multitud ovaciona porque dentro de cada quien un click truena, se nos pone chinito el cuero... y hasta a esta autora se le salieron las lágrimas al recordar su infancia.
Después de todo, pensó un instante quien escribe, no es mala idea esta reunión, tras su disolución en 1992. Es como si miles que hubiéramos ido juntos a primaria y secundaria nos hubiéramos puesto a jugar a lo que hacíamos, cuando a los ocho o nueve una bailaba y actuaba: ``y yo soy Sasha, tu amiga quiero ser'', y no pensaba si eso era enajenante o televiso.
Los timbis se lo tomaron con humor, y a quienes han seguido en la cantada se les notó: Benny quezque muy roquero de a pelos rojos y reticente a echar pasitos, pero sentimental, juguetón; Sasha con su sencillez y poca voz de siempre pero dulce y expresiva; Paulina muy bien en la proyección de la voz, la energía, los bailes, buenota y de a microfalda, tal vez la más profesional; Alix con buena voz pero desencanchada y embarazada de gemelos, bailando poco; Mariana y Diego, sin mucho chiste, y Erick acartonado, inseguro y farol.
Del repertorio no hay queja. Que nadie mienta, todos nos sabemos, Somos amigos, Sólo tú, sólo yo, Micky, Princesa tibetana, El baile del sapo, La vida es mejor cantando, Hoy tengo que decirte papá, Pasos de baile, Tú y yo somos uno mismo, Corro, vuelo, me acelero. Pero hacia el final las fallas aumentaron. Si íbamos a jugar, que al menos no hubiera sido tan al vapor. Sabemos que no son grandes cantantes y que están acostumbrados al playback, pero sus voces se escuchaban muy bajito. En Si no es ahora, Erick se descuadró y Paulina se sacó de onda, mientras no le llegaba a las notas que ahí cantara Thalía. En Con todos menos conmigo no se supieron bien la letra. El escenario estuvo piñatón y los arreglos, al principio interesantes, se fueron tornando simplones. El público no coreó mucho porque ya muchos olvidaron las letras. Sin duda, el súper-maxi-oso llegó en la última rola, tras dos encores, cuando en México se cuatrapearon gacho en el orden de los versos. Tal vez de niños nos engañaron, pero a los veintitantos pedimos algo de corrección. Habrá que ver si para los restantes ensayan más y nos ponen a jugar timbiriche como se debe.