La Jornada lunes 30 de noviembre de 1998

Héctor Aguilar Camín
Siete

Convocado a una conferencia sobre las vulnerabilidades de México, hablé de siete:

1. Descontrol de la violencia. El problema número uno de México es la baja eficacia gubernamental para controlar la violencia -la violencia política, la criminal, la social. Es una doble crisis

en el corazón del Estado. Primero, una crisis de prioridades históricas de gobiernos que durante las últimas décadas olvidaron que su tarea fundamental es la seguridad y el control de la violencia. Segundo, es una crisis de legitimidad en el uso de los instrumentos de coerción del Estado, los cuales no son usados por la autoridad para aplicar la ley y castigar su violación, ni son reconocidos por los ciudadanos como instrumentos legítimos de acción del gobierno

2. La cultura de la ilegalidad. La crisis de seguridad pública es una expresión de un problema más amplio: la no vigencia del estado de derecho. La tercera parte de los mexicanos creen que las leyes no deben respetarse si no son justas, es decir, si no les parecen justas Los ciudadanos no se sienten obligados por la ley, se sienten injustamente constreñidos por ella. La autoridad no se siente capaz de aplicar la ley, se sabe absolutamente desbordada por ella. Pero el único referente estable en la democracia es la ley. Si la ley está sujeta a sospecha y a aplicación parcial, unilateral, ¿quién será el árbitro de la sociedad democrática mexicana?

3. La erosión del presidencialismo. Una tercera zona frágil es la erosión del actor principal de la vida pública de los últimos cincuenta años, la Presidencia de la República, sin que la haya sustituido otra fuerza conductora equivalente. La democracia mexicana se ha construido en gran parte acotando los poderes del presidencialismo. A fuerza de acotar ese poder, México podría estar ante la paradoja de haberlo hecho un poder débil, lo cual puede conducir no al buscado equilibrio de poderes sino a la parálisis gubernativa y aun al vacío de poder.

4. Mayorías minoritarias. Si las cosas siguen como van, la elección del 2000 dará lugar a lo que ya tenemos hoy: mayorías frágiles, superables por alianzas de la oposición. En esas condiciones, cobra la mayor importancia una de las peores ausencias de la transición mexicana:

5. Ausencia de un pacto en lo fundamental. Las dos transiciones exitosas que solemos citar, la española y la chilena, funcionaron sobre la base de un acuerdo en lo fundamental. Sobre ese mismo principio tácito funcionan las democracias modernas. Perdido el horizonte de la Revolución Mexicana y el populismo, México no tiene zonas duras de consenso nacional. Hay una disputa sobre el modelo de desarrollo que el país debe asumir. Hay una disputa sobre aspectos esenciales de la política económica. Hay una disputa sobre el lugar histórico y geopolítico que México debe ocupar. Hay una disputa por la nación, que se expresa en el hecho de que, una vez sueltos los actores políticos y los grupos de interés de la mano presidencial, es cada vez más difícil que se pongan de acuerdo en algo.

6. La transición burocrática. No hay acuerdo en lo fundamental y tampoco hay una estructura burocrática que garantice la continuidad y la estabilidad de los gobiernos. No hay rutinas de relevo de equipos burocráticos en áreas fundamentales que incluyen, por definición, asuntos de alta confidencialidad. No hay previsiones para pasar información de un equipo de gobierno a otro en materia de política económica. Tampoco la hay en las áreas de seguridad nacional. La alternancia exige continuidades burocráticas, estabilidades operativas en la administración pública.

7. La desigualdad. Un país con las desigualdades de México no podrá despegar duraderamente. Será siempre vulnerable ante sus propias inercias y rezagos.

En resumen, el México de fin de siglo tiene al menos siete vulnerabilidades:

1) una crisis de control de la violencia,

2) agravada por una crisis de su cultura de la legalidad,

3) en medio de la disminución de su régimen presidencial,

4) en un escenario democrático de mayorías frágiles,

5) sin un pacto nacional que garantice los acuerdos básicos,

6) sin una burocracia que garantice continuidades operativas de gobierno en caso de alternancia en el poder,

7) en un país con un problema de pobreza crónica sin cuya solución no se puede ir demasiado lejos antes de topar con nuevas crisis.

¿Estamos frente al precipicio?

No. Fuimos invitados a hablar de vulnerabilidades.