La Jornada Semanal, 29 de noviembre de 1998


(h)ojeadas


Comunidad dividida

Emilio Zebadúa

Jorge Carpizo y Diego Valadés,
El voto de los mexicanos
en el extranjero,

UNAM-Instituto de Investigaciones
Jurídicas,
México, 1998

Según el INEGI, que lleva a cabo los censos poblacionales cada diez años en todo el país, en Chinantla, Puebla habitan 2,356 personas. Los viejos del pueblo dicen, sin embargo, que ``siete de cada diez chinantecos andan fuera''. De éstos, la mayoría se gana la vida en Nueva York. Son parte de los cerca de diez millones de mexicanos que, por distintas razones económicas o sociales, han tenido que, sin perder su nacionalidad mexicana, radicar temporal o permanentemente en otro país -la mayoría en Estados Unidos. Son parte también de los ciudadanos que poseen el derecho constitucional a votar en las elecciones mexicanas.

La prerrogativa de votar fuera del territorio nacional fue conferida por una reforma constitucional en agosto de 1996. Es curioso, por ello, el momento en que Jorge Carpizo y Diego Valadés decidieron publicar un libro en contra de este derecho: No lo hicieron durante más de dos años en que el artículo 36 constitucional reformado ha estado vigente, permitiendo (junto con el artículo 35) que los ciudadanos voten en las elecciones independientemente de su ubicación geográfica. Pero tampoco esperaron a que saliera a la luz el estudio de la comisión de especialistas del Instituto Federal Electoral que fue creada para realizar el primer estudio objetivo y serio en esta materia. Carpizo y Valadés decidieron publicar sus argumentos en contra del voto de los mexicanos en el extranjero precisamente en vísperas de la discusión que sobre este tema habrá en el Congreso de la Unión -y sin haber esperado a conocer los resultados sobre la viabilidad técnica, logística y material del proceso electoral en el extranjero.

Se trata de dos destacados constitucionalistas que, sin embargo, reconocen que las reformas a la Constitución (y la aprobación de las disposiciones relativas en el Código Electoral) pasaron ``desapercibidas'' para ellos. Pero en el momento en que el IFE inició los estudios para conocer las condiciones bajo las cuales los mexicanos en el extranjero puedan votar, Carpizo y Valadés deciden ocuparse de un tema sobre el que no tenían un conocimiento específico y, en un plazo muy breve, pronunciarse en contra.

Los argumentos de Jorge Carpizo y Diego Valadés son, fundamentalmente, sólo dos. Para Carpizo (autor de La Constitución Mexicana de 1917 y Estudios Constitucionales) el que la Constitución otorgue el derecho de votar a todos los ciudadanos mexicanos le resulta indiferente. Más le preocupa que el voto de un sector de la ciudadanía pueda resultar determinante en la elección. ``Si esa clase de voto no tiene ninguna posibilidad de decidir qué candidato ganará la elección, escribe Carpizo, ``a la misma no le encuentro mayores problemas''.

Y añade un posible escenario: ``Es muy probable que las elecciones presidenciales, dentro de la pluralidad que existe en nuestra sociedad, sean cada día más competidas y que las diferencias de votos entre los principales candidatos presidenciales sean pequeñas. Así el triunfo en una elección presidencial lo podrían otorgar el sufragio de los mexicanos que residen en Estados Unidos.'' Carpizo no proporciona ningún estudio estadístico o científico que demuestre en qué condiciones (aún en una elección que, en efecto, resulte muy cerrada) el voto de los mexicanos podría ser ``determinante''. Pero lo que es más grave es que, en una sociedad democrática, el argumento de Carpizo sugiera subordinar la extensión de un derecho político-electoral que la Constitución confiere a los ciudadanos mexicanos al posible sentido de su voto.

El argumento en contra que presenta Diego Valadés (autor de Constitución y Política y La Constitución Reformada) es que las reformas combinadas a la Constitución en sus artículos 32, 36 y 37 por medio de los cuales se le otorga el voto a los mexicanos en el extranjero y se permite que los ciudadanos mexicanos posean doble nacionalidad, abre las puertas a que ``los extranjeros puedan(...) votar en las elecciones mexicanas''. Para Diego Valadés se trata, ni más ni menos, de una potencial intervención extranjera: ``Sucede que ahora no sólo votarán los mexicanos en el extranjero, sino que existe la posibilidad de que varios millones de personas, con nacionalidad mexicana y estadunidense a la vez, voten en las elecciones mexicanas. Diciéndolo sin rodeos, ahora se trata de que millones de ciudadanos estadunidenses participen en la elección del presidente de México.''

Diego Valadés no se preocupa en conocer el número efectivo (en términos absolutos o en relación a la población total o, incluso, del padrón electoral) de los mexicanos que poseen actualmente, o pueden llegar a poseer la doble nacionalidad para el año 2000; tampoco funda sus argumentos en la realidad socio-demográfica de los mexicanos que radican en el extranjero. A los que poseen doble nacionalidad los considera extranjeros y, en la práctica, desconoce que jurídicamente son ciudadanos mexicanos.

La debilidad principal de Carpizo y Valadés en El Voto de los Mexicanos en el Extranjero no es, sin embargo, que ninguno de ellos presente argumento jurídico alguno, sino que en su análisis simplementeÊdejan fuera a la comunidad mexicana que radica en el extranjero. Quizás es porque saben poco o nada sobre estos mexicanos o porque sencillamente deciden ignorarlos. En todo el libro no aparece ninguna mención o referencia a los mexicanos que radican temporal o permanentemente en el extranjero. Y mientras Valadés explícitamente los considera ``extranjeros'' (integrantes de un universo indeterminado de ciudadanos con doble nacionalidad), Carpizo hace lo mismo implícitamente al suponer que su voto tiene un carácter y una calidad distintas al de los ciudadanos que radican dentro del territorio nacional.

El grado de desconocimiento sobre los mexicanos que viven y trabajan fuera del territorio nacional es, en realidad, el tema más profundo que el debate sobre el voto pone en cuestión. En un país como México, que tiene una comunidad dividida por una frontera, ¿qué responsabilidad tiene (o debe tener) el Estado con una parte de su población que, además, contribuye social, cultural y económicamente a la definición de MéxicoÊcomo nación? ¿Qué relación tiene o debe tener México con los habitantes de pueblos como Chinantla que, durante más de veinte años de vivir y trabajar en Nueva York han aportado recursos para que sus comunidades reparen la iglesia, distribuyan agua potable y construyan escuela?


AUTOBIOGRAFIA


Herir las buenas
costumbres


Antonio Contreras

Salvador Novo,
La estatua de sal,
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes,
México, 1998.

Una de las primeras motivaciones para leer La estatua de sal es el morbo. Famoso y temido por la contundencia y elegancia de su pluma, por sus amaneramientos públicos, por sus enfrentamientos con personajes de diversos calibres, por vivir sin ocultar sus deseos, una autobiografía de Salvador Novo necesariamente llama la atención.

Propenso a la autobiografía desde la adolescencia, Novo ha dejado testimonio de sus vivencias y opiniones políticas en numerosos artículos y ensayos. A los 16 años ya tiene una primera versión de sus memorias, que escandalizan a Xavier Villaurrutia por su crudeza, su sinceridad

y la mención de nombres auténticos. Pero también parece que se escandaliza él mismo. Esa primera versión, ``largo y romántico mamotreto'', fue incinerada por el propio autor. Sin embargo, Novo no ceja en su empeño y en 1945 inicia, pese a saber que ``la biografía de un hombre comoÊyo, heriría las buenas costumbres'', la que sería la versión definitiva de La estatua de sal.

El texto abarca los primeros 20 años de Novo, pero debió abandonarlo porque ingresó a trabajar en el Instituto Nacional de Bellas Artes, según le confiesa a Emmanuel Carballo. Aun así no se decepciona. Escribe sus memorias no por lo que su vida tenga de ejemplar, sino para regozar sus andanzas y con el propósito expreso de escandalizar a sus eventuales lectores. Por ello, privilegia la narración de sus cuitas sexuales sobre los acontecimientos políticos y sociales que le tocó vivir, la ``brutalidad insensata de la revolución'', ni más ni menos.

Aun cuando la considerada primera novela con temática gay mexicana, El vampiro de la colonia Roma, fue publicada 20 años antes que La estatua de sal, la autobiografía de Salvador Novo es un documento pionero en la picaresca homosexual de nuestro país. Al igual que el personaje de El vampiro..., Novo reivindica gozosamente su singularidad. Cuando tenía cinco o seis años, jugaba con un sirviente a ser madre e hijo, escribe: ``Y él entonces tenía que chupar mi seno derecho con sus labios duros y su lengua erecta''. Meses después, otro amigo de Novo informó a la madre de ambos que ``Salvador y yo somos los dos afeminados de Torreón.'' La orientación sexual del autor de Nuevo Amor, aún sin práctica consistente, ya estaba definida y asumida sin culpa.

No es exagerado afirmar que Salvador Novo es el Oscar Wilde mexicano. Paralelismos hay muchos: el teatro, la literatura, el escándalo, el desafío a la moral imperante, el refinamiento, la atracción por los jóvenes de su mismo sexo y, sobre todo, la ironía convertida en arma contra los ataques a sus personas.

Dice Emmanuel Carballo en Protagonistas de la literatura mexicana que Novo es un cínico, ``Un ser que llama a las cosas, por prohibidas que éstas sean, por su nombre de pila. Desde joven supo ser lo que algunos de sus contemporáneos se negaron a aceptar: un ser humano distinto.'' Esa honradez consigo mismo, continúa Carballo, le valió la incomprensión, el repudio y la hostilidad. En efecto, Pedro Henríquez Ureña, por ejemplo, lo desterró de su grupo al enterarse de su homosexualidad, y muchos otros escritores le restaron méritos literarios, a Novo y a otros miembros de Los Contemporáneos, por su preferencia sexual.

Todo lo cual no parece importarle a Novo, quien exterioriza sin reparos sus gustos más íntimos: ``las piezas (penes) más descomunales'', la cocaína, el dinero. Afirma Guillermo Sheridan, en Los Contemporáneos ayer, que en 1932 a los 28 años de edad, Salvador Novo es un hombre rico. No hay sorpresa. En La estatua de sal el autor de En defensa de lo usado reconoce que ponía su fe ``en el milagro del enriquecimiento, no importaba cómo accedido''. También pensaba que le convendría aparejarse con un hombre maduro y rico que ``me sostuviera y eventualmente me legara su fortuna''. Con Carballo, se jacta de ser la única persona que ha cobrado 4 mil pesos por un soneto. Su afán por el dinero no es en ese entonces el lujo, sino la posiblidad de la independencia económica que le permitiera vivir su sexualidad. Antes de cumplir los 20 años, junto con Xavier Villaurrutia, de quien nunca menciona el apellido, y Gustavo Villa, la ``virgen de Estambul'', instala un ``estudio'' en la esquina de Donceles y Argentina, por lo que pronto serían conocidos como ``las chicas de Donceles''.

Satisfecho el morbo, no queda sino reconocer que la publicación de La estatua de sal es todo un acontecimiento por varias razones: un escritor de la talla de Novo desnuda su alma como ningún otro (y al hacerlo milita a favor de la diversidad sexual); la reedición de 19 poemas eróticos y el prólogo de Carlos Monsiváis, que es una pieza literaria que se cuece aparte. Dice el autor de Días de guardar que Novo escribe para ser leído algún día, y paraÊser leído en ese instante por él mismo. Pareciera que escribe también para ser prologado por Monsiváis


CRITICA


De la vida
literaria servidumbre


Adolfo Castañón

Christopher Domínguez,
Servidumbre y grandeza
de la vida literaria,

Joaquín Mortiz,
México, 1998.

El crítico -dice George Steiner- se parece mucho al cartero que trae noticias de países remotos y parece tanto más valioso cuanto más remotas son esas noticias. Ahora bien ¿qué nos es más remoto y elusivo que el presente? No hay nada tan difícil como la conciencia del ahora en el ahora, el recuerdo del presente. El historiador desdeña la historia inmediata porque el registro del acontecimiento en curso lo puede echar de cabeza y exhibir su política. Quien asume encarar con la inteligencia el presente sabe que corre el riesgo de pasar del civismo a la política; de la utopía ciudadana a los riesgos de la responsabilidad; de la mística a la miseria. Perteneciente a un linaje que lleva la política en la sangre -la estirpe de los intelectuales misioneros de la utopía y de su crítica-, Domínguez ha seguido un itinerario pautado por una política del espíritu, por una exigencia de jerarquización de los valores éticos y estéticos. Si en Tiros en el concierto había emitido divisas de alta denominación para exponer las condiciones y los límites de un orden clásico en la cultura mexicana, con Servidumbre y grandeza de la vida literaria consigna en la cuadrícula de la escuela cotidiana la caligrafía del gusto y la puntuación de la historia acuñando generosamente moneda de baja denominación. Generosidad porque en la literatura, como en la vida, es preciso traer cambio y moneda fraccionaria: ¡cuántas oportunidades no hemos dejado escapar, cuánto no hemos perdido por no traer suelto! Y eso que en la cultura con mayor frecuencia se nos escapa el presente, la prosa constante y sonante de la vida que se nos escapa porque no sabemos nombrarla, porque la prosa...

La existencia de un lector audaz y de un exponente brillante de la imaginación crítica y de la memoria literaria -como lo es Christopher Domínguez- no es en modo alguno un milagro. Ese lector pertenece a una comunidad lectora compuesta por numerosos ensayistas y críticos que han llevado a más de uno a pensar que la literatura mexicana contemporánea goza de buena salud. Lo que sí es milagroso es la existencia de esa comunidad inquieta, curiosa, enamorada de la controversia (de baja o de alta denominación) pero todavía más ávida de construir, discutiéndolos, un gusto y una sensibilidad.

Subrayo la expresión comunidad lectora. Dejo de lado la discusión de si hay o no crítica en México. Recalco un hecho: en México hay un grupo de comentaristas de diversas edades que han compartido algunas lecturas, que se leen, critican y polemizan entre sí, y que han ido creando o salvando la existencia de una conversación y auspiciando el nacimiento de un idioma crítico. Los hongos -dice Montale- no nacen aislados; afloran en familia. Christopher Domínguez, Guillermo Sheridan, Alberto Ruy Sánchez, Sergio González Rodríguez, J.J. Blanco, Luis Miguel Aguilar, Evodio Escalante, Jorge Aguilar Mora, Héctor Manjarrez, Roger Bartra, Fabienne Bradu son algunos de los nombres que conforman esa cosecha. Este libro es testimonio y signo de esa búsqueda de un idioma crítico. La crítica existe porque existe un puñado de lectores que leen en voz alta y en público, que comentan entre sí lo que leen. Esa comunidad no sólo funda la crítica: renueva tal vez la fundación de la ciudad.

Christopher Domínguez sabe transformar -¿quién dijo que no era un buen cocinero?- la crítica del presente enmascarado en las figuras públicas de los autores que no siempre son buenos actores de su discurso (por ejemplo aquellos que son tan buenos actores de su papel que resultan prescindibles como autores), Domínguez sabe transformar la crítica del presente en el presente de la crítica. Ese presente es, por definición, controversial y dialéctico, polémico y político. Pero si Tiros en el concierto ensayaba dibujar una política del espíritu, Servidumbre... adelantará una política del gusto. El gusto, decía el Dr. Jhonson, no depende de la voluntad; pero la crítica que es exposición del gusto no sabría prescindir de una voluntad -una voluntad pública y relativa, ávida de relacionarse. El presente de la crítica es así un presente relativo, comparte la exposición de las circunstancias vivientes entre nosotros a una red capaz de darles sentido. Esa red, en el caso de Domínguez, está compuesta por un sólido y saludable sentido común que en su caso funciona como sentido de orientación. De orientación en el espacio literario -por entre las escalas y escalafones de la jerarquía intelectual- y de orientación en el orden del tiempo. Una de las cosas que llaman la atención de este libro, donde la crítica del presente conjuga el presente de la crítica, es un cierto sentido histórico; la sensación ávida de ser descifrada de que se está en la historia, la conciencia aguda de que autores y actitudes representan, personifican nudos y enredos, argumentos mayores. De ahí que esta especie de catálogo razonado del museo mexicano vivo literariamente entre ciertos sectores de la República Literaria pueda ser leída al mismo tiempo como una biografía intelectual de la cultura mexicana de hoy.

La vida de la imaginación (los diversos retratos críticos, hechos de ideas, historia y de un gusto, escenifican los argumentos...) va contrastándose con la imaginación de la vida patente en exposiciones. El crítico como un voyeur en la historia, en la vida y obra de los otros; el crítico como oyente. Juez, árbitro, mensajero de la cordura. Como aquél que oyendo al guía en el museo le pide que se calle para dejarle mirar el cuadro. Como el testigo familiar que va dejando constancia de la vida de una familia. Como el que va llevando cuenta memoriosa, registro de lo grande y lo pequeño. El crítico como testigo que observa las palabras y la sombra que arrojan las palabras. El crítico como catador de los vinos y vinagres de la vida literaria. Porque la crítica se concibe como una tarea de justicia: poner las cosas en su lugar, dar a cada cual lo suyo, discernir los hilos que enlazan a la historia con la letra, a la cultura con la fábula. Saber leer las entrañas y contraseñas de la vida literaria como un presagio o una confirmación de la historia; saber cristalizar, mediante la escritura, los gaseosos bancos de la opinión ambiente en bancos de cordura y sentido.

Crónica de la vida privada de la inteligencia pública, libro ambiguo donde el mercado y el museo alternan sus corrientes rituales, obra donde el juicio sobre el arte y los artistas busca desarrollar un arte del juicio, Servidumbre y grandeza de la vida literaria aparece como una máquina donde lo primero que se disuelve es la opinión mecánica, y lo primero que se coagula y cristaliza son los mecanismos de la opinión -por ejemplo en los tiempos disímbolos de la argumentación en Jorge Aguilar Mora. La máquina incluye un dispositivo conceptual, un sentencioso manual de operación donde el crítico supo dibujar la traza de la ciudad literaria muestra que también sabe ejercer la técnica del autorretrato. Entre los personajes creados y recreados por el autor a lo largo de su libro, destaca uno por su mezcla de audacia y candor, imaginación crítica y sentido del humor. Se llama Christopher Domínguez, no hay duda de que tiene cierto parecido con la sabrosa intransigencia del que además del resultado final del juego, aprecia los episodios que han marcado en la piel de los jugadores la pasión por el juego de las ideas y de las letras.

Servidumbre y grandeza literaria se inscribe en ese género híbrido de crónica y pensamiento que en nuestro medio han practicado, entre otros, Alfonso Reyes (en Calendario), Jaime García Terrés (en La feria de los días) o el mismo Carlos Monsiváis en algunos episodios literarios (por ejemplo en Días de guardar). El libro puede resultar hoy incómodo para algunos aludidos pero su arte de la opinión será inestimable para descifrar el idioma jeroglífico de una edad cultural -el de nuestro interregno mexicano- que no siempre sabe liquidar puntualmente los pagos a créditos de su incesante eclipse


TEATRO


Conspirar contra
la vieja musa de la academia


Ricardo Sevilla

Emilio Carballido,
Tejer la ronda. 16 obras en un acto,
Editorial Grijalbo,
México, 1998

Debido a un tácito acuerdo -que para esta época me parece insoportable, acaso por su dogmatismo ortodoxo y retrógrada- algunos escritores abrazando la pose romántica y dándose aires de Enrique de Ofterdingen, acusan a otros autores menos puristas (y más sinceros) de negligentes, cuando estos últimos, han optado por revelar el método de composición empleado en su obra.

A pesar de lo desgastado del cliché que atribuye toda creación artística a la ``musa inspiradora'', y pese a que la frase ha sido derrotada (apabullando de paso a la pobre musa) un número indeterminado de ocasiones, lo cierto es que a la fecha existe todavía un grupo de mendaces tozudos, que siguen adoctrinados en la idea de que la obra está obligada a ser enigmática y su construcción deberá guarecerse en el más absoluto misterio. Tan arraigada es la creencia de los pusilánimes, y su ``pudor'' es tal, que una declaración sosteniendo lo contrario no deja de causar cierto revuelo. Es por eso que no me parece de ordinario, y lo celebro, que un dramaturgo de la importancia de Emilio Carballido (1925) declare, sin el menor empacho, que en su nuevo libro Tejer la ronda. 16 obras en un acto, tuvo a bien tratar los temas propuestos por jóvenes de la Escuela de Arte Teatral.

Un tabú, o al menos eso parece, que se ha cultivado en teatro, es la idea de que las obras se escriben sin seguir otro eje que el establecido por el autor y ya; a lo que ulteriormente se procede, es a encontrar a los actores que reúnan las características del personaje. Don Emilio, arrebatando tapujos, desacraliza, y no midiendo sinceridad, afirma que la mayor de las veces ``en teatro, bastante usual es hacer obras a la medida de los actores o empresarios en especial...'' Carballido no sustenta su parecer sobre la nada, y para muestra nos da un botón: Tejer la ronda. 16 obras en un acto, libro conformado en su mayoría por piezas que fueron elaboradas por convenio con la Escuela de Arte Teatral.

El texto se compone de dos series de obras cortas: Tejer la ronda, que representa un declarado homenaje al vienés Schintzler. En ella se abordan temas juveniles, que atañen necesariamente sus problemas y las opciones que hay de probables consuelos. La obra está dividida en nueve secuencias, y fue ideada como una pieza independiente, pero incluso, si se prefiere, puede ser apreciada como una producción dividida en segmentos, para lo cual es de gran ayuda la atmósfera de los siete interiores que se utilizan.

Por otro lado, inspirado en los libros de Valentín F. Frías: Leyendas y tradiciones queretanas y El otomí en busca de la vida de Lydia van der Fliert, Querétaro imperial contiene nueve obras, cada una de carácter independiente, donde la coyuntura es lo más sobresaliente, debido al hecho histórico que protagonizó aquella ciudad en la época donde se sitúa: precisada a mediados del siglo pasado e inicios del presente. Este trabajo toca algunos temas fundamentales: La caída del imperio de Maximiliano, basándose de una manera central en la noche previa a su fusilamiento en el Cerro de las Campanas; la represión del ejército, y el hostigamiento de las religiones protestantes al pueblo otomí; y por último, el advenimiento de la clase burguesa a la zona. Y es que según la percepción de Carballido, además de ser Querétaro un ``lugar complejo y vital'', representa geográficamente ``...la convergencia de todas las fuerzas de nuestra historia''.

En este periodo finisecular en que vivimos, donde la literatura se encuentra transida de refrescantes propuestas, recomiendo Tejer la ronda. 16 obras en un acto; Emilio Carballido, con la calidad que le imprime a sus obras, y cuyo trabajo no en balde lo ha situado entre los dramaturgos mexicanos de primer orden, nos ofrece la oportunidad de conspirar contra la vieja musa de la academia.


NOVELA


Homenaje a Carlos Gardel

Luis Humberto Jhon

Fernando Cruz Kronfly,
La Caravana de Gardel,
Editorial Planeta,
México, 1998.

La Caravana de Gardel, escrita por el colombiano Fernando Cruz Kronfly, resulta un homenaje al famoso cantante de tangos. El protagonista de la misma, Arturo Rendón, no se cansa de hacerlo evidente.

Más aún, todas las acciones y pasiones desatadas en esta historia, parecen bailar al ritmo de ``Cambalache'', esa canción del inmortal cantante argentino de tangos que comienza así: ``La vida es y será una porquería, ya lo sé...''

El tango, la milonga y el vals criollo, son fuerzas que se han apoderado de Arturo Rendón, quien hace muchos años formó parte del grupo de arrieros que, sobre mulas, transportaron el cadáver de Gardel hasta Valparíso, desde donde un tren se lo llevó hacia el sur; hacia la Argentina.

Ese pasaje marcó la vida del ex arriero. De tal manera que ahora Rendón, que viste y calza como una caricatura rioplatense, vive con una idea fija en la cabeza: recuperar las reliquias del mítico Gardel, que dice le pertenecen, y que se las quedó Heriberto Franco, su compañero en aquella loca aventura con el féretro del cantante.

El pretexto para reconstruir la caravana que trasladó los restos de Carlos Gardel desde Medellín hasta Valparaíso, en Colombia, es el viaje que Arturo Rendón emprende hacia Umbría, ciudad en la que se supone que vive Heriberto Franco.

Enredada en toda la prosa que utiliza el narrador para contarnos las peripecias de Rendón, hay una imagen que destaca e impregna toda la novela: la de los cadáveres que flotan a lo largo y ancho del río Cauca, como islas de carroña sobre las que viven los gallinazos, o buitres, adormilados de tanto comer carne humana putrefacta.

Pero no sólo deambulan cadáveres por el río, todos los personajes con los que Rendón se cruza en su regreso a Umbría parecen muertos vivientes que se las pasan bebiendo aguardiente en los prostíbulos. Y las mujeres, todas prostitutas, también forman parte de este cortejo fúnebre que acompaña los pasos del protagonista.

Precisamente son esas prostitutas y esos maleantes los que se inclinaron, en aquel lejano diciembre de 1935, ante el paso del féretro de Gardel, y que en algunos arranques de histeria, hasta profanaron el cajón para quedarse con un recuerdo del cantante argentino.

Como todos saben, Carlos Gardel murió en un accidente aéreo en 1935. Es quizás este detalle, el de fallecer en medio del fuego, lo que le permitió a cuanto curioso se asomó al féretro con los restos del cantante, apoderarse de alguna prenda o, en los casos más radicales, arrancarle algún pedazo de piel o cabello.

En su camino hacia Umbría, Rendón encuentra que en cada pueblo por el que pasa, todos los prostíbulos tienen un pequeño altarcito con la imagen de algunos cantantes famosos que rodean la del inmortal cantante argentino. Por supuesto que en esos reductos de la fe al tango, no faltan algunos cabellos o molares con el consabido ``certificado de autenticidad'' expedido por Heriberto Franco.

Así es como el protagonista ahonda en su fijación y no se detiene a meditar su insano proyecto; y como lo dice a lo largo de la novela: ``Yo voy a lo que voy.''

Pero en medio de todaÊesa sordidez hay un pequeño espacio para el sexo, aunque queme como el hielo. Y es que Arturo Rendón tiene tiempo para hacerse acompañar de dos mujeres. Primero de Clavelina Lopera, ``La Leona'', y luego Dulcinea González, ``La Gata''. Por supuesto que a ambas las recoge en un prostíbulo, y después ellas lo abandonan cuando se dan cuenta de que Rendón está más loco que una cabra y no tiene dónde caerse muerto.

Finalmente, esta novela, que impregna a la sierra colombiana de acordes rioplatenses, contiene un final que no deja lugar a suspicacias: se trata de un homenaje al famoso cantante de tangos Carlitos Gardel


FICHERO

Ensayo (bibliográfico)

Francisco Díaz de León, creador y maestro,Víctor Manuel Ruiz Naufal, Instituto Cultural de Aguascalientes, Aguascalientes, México, 1998, 358 pp.

Ensayo (científico)

El último teorema de Fermat, Simon Singh, col. Vitral, Grupo Editorial Norma, Santafé de Bogotá, Colombia, 1998, 380 pp.

Libro infantil

Barney va a la granja, Sherly Leach, col. Aprende con Barney, Grupo Editorial Norma, Santafé de Bogotá, Colombia, 1998, 24 pp.

Barney y Baby Bop van a la escuela, Sherly Leach, colec. Aprende Grupo Editorial Norma, Santafé de Bogotá, Colombia, 1998, 24 pp.

Barney y Baby Bop van al doctor, Sherly Leach, col. Aprende con Barney, Grupo Editorial Norma, Santa Fé de Bogotá, Colombia, 1998, 24 pp.

Narrativa

De paso por la tierra (Crónica de viaje), Marco Antonio Campos, Ed. Aldus, México, 1998, 136 pp.

El cuento contemporáneo, Rudyard Kipling, Material de lectura Núm. 108, Dirección de Literatura, Coordinación de Difusión Cultural/UNAM, México, D.F., 1997, 25 pp.

Meshugah, Isaac Bashevis Singer (Premio Nobel de Literatura), col. La Otra Orilla, Grupo Editorial Norma, Santafé de Bogotá, Colombia, 1998, 231 pp.

Nunca se sabe, Imma Monsó, trad. Javier Cercas, col. Andanzas, Tusquets Editores, Barcelona, 1997, 251 pp.

Shooting Elvis, Robert Eversz, col. La Otra Orilla, Grupo Editorial Norma, Santafé de Bogotá, Colombia, 1998, 200 pp.

Un caracol en la Estigia, antología del cuento norteamericano contemporáneo, Ana Rosa González Matute, Ed. Aldus, México, 1998, 200 pp.

Poesía

Furor por México, Claude Beausoleil, coedición Aldus/UNAM, México, 1998, 212 pp.

Las 12:00 en Malinalco, col. Letras mexicanas, Fondo de Cultura Económica, 1998, 53 pp.

Poema sucio,, Ferreira Gullar, trad. Elkin Obregón, col. Poesía, Grupo Editorial Norma, Santafé de Bogotá, Colombia, 1998.

Poesía moderna, Vicente Quirarte, Material de lectura Núm. 198, Dirección de Literatura, Coordinación de Difusión Cultural/UNAM, México, D.F., 1998, 34 pp.

Una sangre, Julio Trujillo, col. Tristán Lecoq, Trilce Ediciones/FONCA, México, 1998, 61 pp.

Revistas

Demos, Carta demográfica sobre México, 1998,Núm 11, Coordinación de Humanidades de la UNAM/Fondo de Población de las Naciones Unidas, Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática y el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, México, 1998, 43 pp.

Teatro

Curso breve de Teatro,para secundarias, normales y preparatorias, Dagoberto Guillaumín, FONCA/IVBC/SEC/Teatro Ambulante, Xalapa, Ver., México, 1998, 99 pp.