Lo sucedido en la Cámara de Diputados el jueves 26, durante la comparecencia del secretario de Hacienda, mueve a la preocupación, pero también a la reflexión. A menudo se intenta comprender las motivaciones, la estrategia, los propósitos a largo plazo que pueden motivar o explicar lo que dice o hace un actor de la política. No siempre es fácil lograrlo.
A veces parece que la explicación es la ausencia de propósitos de largo plazo o, tal vez, una incomprensión de los cambios que viven el mundo y el país. Para ilustrar con un ejemplo de actualidad, si Pinochet hubiera entendido que el mundo cambió y está cambiando, no se hubiera ido a operar a Inglaterra como si todavía estuviéramos en los tiempos de Margaret Thatcher.
No sé si la poca ecuanimidad del secretario de Hacienda -que se reporta en la información- tenga motivaciones explícitas o si los elementos emotivos fueron los determinantes. Pero sí es muy posible que en el estado de ánimo de varios de los presentes en la comparecencia haya contado una especie de pensamiento residual. Si este secretario hubiera notado cuál es la actual situación, no hubiera planteado públicamente gravar con IVA a alimentos y medicinas, sólo para tener que negarlo un par de días después, ante la generalizada reacción que despertó. Y una especie de desesperación, porque la realidad no se ajustaba a los esquemas preconcebidos desde años y décadas anteriores, puede haber motivado el estado de ánimo de quienes llevaron la violencia al salón de sesiones de San Lázaro.
Sin embargo, lo que debe estar en un primer plano es el ámbito de la situación nacional, en este caso, de la situación política del país. Tanto en el plano de la política económica como en el propiamente político, el país necesita llegar entero, en todos los sentidos, al año 2000, a las elecciones generales de ese año y al cambio de gobierno que, sea cual sea el resultado, representará un cambio importante.
De ahí que sea muy necesario el trato civilizado entre las fuerzas políticas del país. Diferencias las hay y las habrá, pero es importante que éstas se puedan procesar políticamente. Además, es importante la búsqueda de consensos básicos, aunque sean elementales.
Una parte de este proceso político necesario incluye el sistema electoral. Hay planteamientos de retroceso a normas de años anteriores, de quienes se angustian por la pérdida de espacios políticos a los que se habían vuelto adictos durante las décadas de partido casi único. Por otro lado, está detenido un proceso de discusión política que incluye reformas políticas que tendrían que ir en otro sentido.
Otra parte, muy relacionada con la anterior, es la discusión sobre la política económica. Aunque lo d el Fobaproa es un punto muy candente, no es la única definición importante. ¿Qué es lo que sí se debe hacer en la materia? La discusión de las alternativas será de gran importancia, y esto, durante dos o tres semanas, se va a centrar en las posibles reformas fiscales, la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos. La necesidad de acuerdos en este plano puede facilitar otros en el plano político también.
Esto, sin embargo, requiere de un trato civilizado y racional.