Una nueva luz de paz y esperanza. Así vimos al encuentro entre la sociedad y el EZLN antes de realizarse en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Transcurrido del 20 al 22 de este noviembre es grato informar que, en efecto, dicho encuentro ofrece un futuro luminoso.
Para empezar, la asistencia rebasó las propias expectativas de quienes integramos la comisión organizadora del encuentro. A punto de partir hacia San Cristóbal, el registro ni siquiera llegaba a 300 participantes. Al iniciarse el encuentro la cifra se elevó a 3 mil, y al final se acercó a 5 mil, si incluimos los cinturones de paz. Además, predominó la participación colectiva a contrapelo del efecto atomizador del neoliberalismo. Se contabilizaron representantes de unas 400 organizaciones. Y a contrapelo del patriotismo xenofóbico del gobierno, participaron observadores de 18 países.
La calidad y la diversidad de la participación resultó aun más significativa que la cantidad. Al encuentro llegó gente de casi todo el país (28 de las 32 entidades federativas). Y no sólo ``los de siempre'', sino un abanico que se extendió hasta el empresariado chiapaneco. Por lo mismo, ni siquiera faltaron voces abiertamente racistas y antizapatistas. Pero no hubo linchamiento alguno. Ahora sí pudo palparse lo que es el respeto y la tolerancia.
Del mismo modo pudo palparse el achicamiento del protagonismo en todas sus modalidades: desde la lucha por el poder tragicómicamente convertida en la lucha por el micrófono, hasta la cultura del rollo para ver de qué discurso salen más borregos, pasando por los sueños de una hegemonía supeditada a la conquista del cargo de moderador (o al menos de relator). En contrapartida, se palpó el agigantamiento de otros ingredientes, junto a la tolerancia, de una cultura democrática. En vez de privilegios a los notables (y los había), todos participaron simplemente como mexicanos preocupados por México, comenzando por la sucia y cobarde guerra que sufren los indígenas de Chiapas. En lugar de los rollos interminables, todos se apegaron a las normas democráticamente establecidas, lo que de paso permitió terminar a tiempo las tres mesas del encuentro: la consulta, la lucha por la paz y la situación nacional.
Lejos del caudillismo, privó el sentimiento de que todos somos importantes y de que el verdadero poder está en nosotros mismos... juntos y bien organizados. Y aquí aflora un dato no menor: pese a la ausencia del sup Marcos y de don Samuel Ruiz, el EZLN y la sociedad realizaron un encuentro muy fructífero. Un Tacho, un Zebedeo, un David, una Leticia o un Moisés -todos indígenas biológicos, por cierto- inspiraron y en su caso impusieron el mismo respeto de siempre (si no, pregunten a la Cocopa). Y por el lado de la sociedad, cientos de ciudadanos comunes ganaron nuestro respeto, no a base de rollos, sino de entrega y espíritu de sacrificio.
Por si no fuesen suficientes los frutos en cultura democrática, el encuentro de San Cristóbal también arrojó una línea de acción inmediata y de incalculables beneficios. Nos referimos al acuerdo de impulsar en los 2 mil 500 municipios del país la consulta sobre derechos y cultura indígenas. Urgido todo México de negociaciones sanas (no concertatranzas), la consulta realza el aporte respectivo del EZLN. Sus demandas originales ya fueron rebajadas, primero en los acuerdos de San Andrés y luego en la correspondiente iniciativa de la Cocopa. Entrampada ésta por la provocadora iniciativa de Zedillo, y la del PAN, el EZLN vuelve a ceder y lo hace con no otra arma que la democracia: que sea entonces la sociedad quien decida cuál iniciativa beneficia más a México.
De esa manera, el Ejército Zapatista además ayuda a que el país transite a una democracia profunda: en forma, al consultar antes de decidir; y en fondo, al prefigurar una nación donde participemos todos. También ayuda a una democracia eficaz: cimentada en la movilización de la sociedad. Para ello, y en congruencia con la ética que tanto urge a México y al mundo, el EZLN vuelve a predicar con el ejemplo. Por delante ofrece 5 mil zapatistas para organizar la consulta, dos por municipio. Y de pilón coayudva al equilibrio de género: un hombre y una mujer en cada caso.
Por eso el encuentro de San Cristóbal vuelve a alumbrar el horizonte de México y, al mismo tiempo, el horizonte de un mundo urgido de ética democrática. A ver cómo correspondemos los no indígenas.