Luis Rafael Sánchez: cuando escribo me interesa ir contra los cánones
César Güemes Hoy inicia la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y en esta ocasión el país homenajeado, Puerto Rico, trae a México un nutrido contingente a cuya cabeza está Luis Rafael Sánchez (1936), autor, entre otros libros, de En cuerpo de camisa, La guaracha del Macho Camacho, La hiel nuestra de cada día, La importancia de llamarse Daniel Santos, Los ángeles se han fatigado, La guagua aérea y el recientísimo No llores por mí, Puerto Rico -Me gustaría que nos acercáramos a su obra de ficción mediante el ejercicio ensayístico de su nuevo libro, No llores por mí, Puerto Rico.
-Es, en efecto, una colección de ensayos en la que recopilo trabajos que hice para Europa y América. Es un viaje por mis propios fantasmas, mis obsesiones literarias y mis pasiones políticas; por mi fe en Puerto Rico como una nación y por mi entusiasmo por una forma de escribir que sea capaz de tomar el latido de los espacios marginales. Diría que es un libro síntesis de todo lo que he hecho hasta ahora en la literatura, una reflexión sobre mi propia obra, mi país y mis demonios a la hora de escribir. Y también, por qué no decirlo, de una reivindicación de todo lo que se ha tachado de marginal, el espacio donde me siento siempre instalado.
Los mitos populares, sueños públicos
-La preocupación social en lo escrito, ¿desde dónde vendrá, Luis Rafael?
-Creo que viene desde muy pronto, pues provengo de una familia pobre. Mi padre era panadero, mi madre costurera, y es por eso que la intencionalidad de mi literatura está desde los textos iniciales, aquellos que aparecieron bajo el título de En cuerpo de camisa. Así que es una preocupación que ha señalado toda mi obra un poco como reflexión de mi vida.
-En su novelística, ¿diría que en lugar de desmitificar a los personajes que aborda, los remitifica?
-Sí, creo que hay un trabajo de remitificación. Sucede que siempre me han interesado los mitos populares porque no son otra cosa que sueños públicos. Por eso he abordado como personajes literarios a Iris Chacón, Daniel Santos o el Macho Camacho. Son fenómenos de la cultura de masas. Y a esto hay que sumarle la música popular, un tema que me ha interesado capitalmente; me inquieta saber quién de todos nosotros es capaz de recoger géneros como el tango, la guaracha, el bolero, y demás. Me gusta proponer la idea de que con este tipo de trabajos se está propiciando una biografía sentimental de nuestro continente.
-¿Es posible encontrar equivalencias entre el ritmo musical de los géneros que menciona y el ritmo narrativo en su obra?
-Sí, definitivamente. Escribo con el oído, casi. Después de que la palabra llega a la página en blanco me agrada ver si tiene una cadencia que se ajuste a cierta musicalidad explícita. Y eso tal vez se debe a que mi formación existencial viene por la radionovela, por las noticias que nos llegaban a mi casa en la zona oriental de Puerto Rico.
``Toda mi obra está endeudada con la palabra que nos llega mediante el oído más que por la vista. Pero, además, realmente siempre me ha entusiasmado la cadencia que emerge de la prosa. De hecho uno de los entusiasmos que en mí desata la obra de García Márquez, por ejemplo, es eso, la presencia de una musicalidad que subyace en todo texto suyo.''
Ser confesor más que predicador
-¿Era necesario salir de Puerto Rico para observarlo y escribirlo?
-Un texto que aparece en La guagua aérea me permitió poner una mirada en cómo somos cuando nos trasladamos a este otro pedazo de Puerto Rico que se llama Nueva York. Aquí hago casi una vida puertorriqueña y también, claro, me doy el gran banquete de la cultura que esta ciudad ofrece. Creo que a partir de mi primera salida a Nueva York y mi marcha grande a España, Puerto Rico se me volvió claro a la distancia. No quiero decir que haya acertado del todo, sino que algunas configuraciones, algunos perfiles de mi país se me aclararon o por lo menos lo entendí mejor.
-Es poco conocida, al menos en México, su estancia en España. ¿Qué le deja?
-La pasión por dos escritores que me gustaban desde antes de llegar allá. Es decir, la confirmación de que me entusiasma la prosa de Pérez Galdós, uno de los primeros narradores que llegaron a mis manos, cuando era un estudiante de secundaria. Y la obra de quien se coloca en la antípoda de Pérez Galdós que es Valle Inclán. Ya sabemos todos que este último acusa al primero de garbancero, porque le interesaba la comida, lo realista en el sentido más común. Sin embargo, ambos escritores han quedado para mí entre los mejores elementos que me dio España. Pero también me dio la calle como libro. Una de las cosas que me apasionaban era descubrir una placa en la que decía: ``Aquí vivió Azorín y escribió tal o cual obra''. La idea de que la calle puede ser un libro enriquecedor, me la dio Madrid.
-Existe una suerte de nueva característica de los escritores, sobre todo de los latinoamericanos, pues buena parte de ustedes tienen doctorados.
-Lo que pasa es que en nuestros países no existe la menor posibilidad de vivir de la literatura. Hemos tenido que hacer carrera académica para desarrollarnos. En ese sentido, si algo les aconsejo a los jóvenes escritores es que por favor hagan sus cosas fuera de la academia; si tienen la posibilidad de resolver sus necesidades básicas en otra profesión, mejor. Pienso que en mi caso particular hay una contradicción en trabajar siempre en el canon, cuando en mi vida privada lo que trato es hacer un trabajo demoledor del canon. Es una extraordinaria tensión irme a enseñar a Darío, a Neruda, a Borges, a los maestros que me enriquecen pero cuya literatura no tengo como modelo más que para nutrirme. Me interesa lo anticanónico cuando escribo porque quiero hacer una literatura desgarrada, estrujada, sobre lo coloquial y lo visceral.
-Luego, mucho de su trabajo literario debió haberle implicado ser periodista.
-Por lo menos tener la pupila del periodista, es decir, mirar mucho y tratar de ver qué hay detrás de esa realidad que a veces se monta con palabras. Me gusta mucho más ser confesor que predicador.
Nutrirse con la canción y el cine
-Dé noticia de su desempeño docente. ¿Será que en Nueva York la literatura hecha en castellano avanza?
-Definitivamente sí. Nueva York se ha convertido en una suerte de Roma del antiguo imperio. Todo el mundo pasa por aquí, todos de alguna manera vienen a contaminarse de la existencia jugosa que en este sitio abunda. Ahora trabajo con un grupo de distintas procedencias a partir de un curso que he llamado de novela hispanoamericana breve. Después, pensé que debí llamarlo novelas de formato menor. Veo desde El túnel hasta lo reciente, y en medio a los grandes modelos de esa extensión: Los cachorros, El coronel no tiene quien le escriba, El lugar sin límites y Las batallas en el desierto, entre otras. La fascinación de estos trabajos consiste en la cantidad de riqueza narrativa que se alcanza en dicha brevedad.
-¿Trabaja en alguna nueva novela?
-Sí, en una novela en particular. Justamente me alegra que con el viaje a México cierre mis andanzas de este año. Quiero volver a esa novela que tengo abandonada desde hace más de un mes, lapso en el que he estado dando saltos de aquí para allá. Es un trabajo a medias que espero ver terminado para mayo o junio.
-Ha hablado de lo que le dejan Puerto Rico, España y Estados Unidos. Ahora que en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara el país homenajeado es el suyo, ¿qué le dice México?
-Lo que México ha sido siempre para mí, y esto no tiene que ver con feria alguna, es que se trata del país que nutrió a toda mi generación. La alimentó desde el cine. Yo fui desde muy niño un cinéfilo entusiasta. Por eso otro de mis libros recientes es María Félix en el cine Luna. Son siete ensayos de investigación de la realidad marginal. De ese libro leeré un capítulo de nombre En un verso la vida. México, para nosotros, fue el alimento mediante la canción y el cine.
``Cuando en tu país se habla de la época de oro del cine, a lo mejor no saben que realmente esa cinematografía fue para nosotros de una fuerza y una resonancia extraordinarias. Incluso fue un cine que ayudó a dotar a todo el continente de una enorme inspiración nacional, de patriotismo, de orgullo de ser lo que se era. Todo lo que relaciono con México lo asocio con el pasaje de mi vida en que me alimenté de su cine y de su canción. México era lo máximo para todos nosotros cuando muy jóvenes. Es un país que siempre entusiasma. Voy a reencontrarme con el México lindo y querido que lo es siempre para todos nosotros, los latinoamericanos.''