La resistencia de los mexicanos a las políticas del gobierno es cada vez más abierta, y esa es la razón del nerviosismo de Ernesto Zedillo y de la clase gobernante.
1. El encuentro del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) con la sociedad civil es San Cristóbal de las Casas (20-22 de noviembre) constituyó un acontecimiento histórico, pues permitió a los comandantes indígenas zapatistas reunirse con miles de delegados y representantes de cientos de organizaciones sociales a fin de escuchar propuestas sobre los posibles caminos para la paz, los principales problemas del país y la consulta nacional sobre los derechos de los pueblos indios, pero fue también el escenario de un ríspido encuentro de los insurgentes con los legisladores de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa), que por su ineptitud (y su mala fe) una vez más le fallaron a los mexicanos.
2. Los integrantes de la Cocopa, que tenían casi dos años de no encontrarse con la comandancia del EZLN, no estuvieron a la altura de sus responsabilidades y actuaron con evidente negligencia (y mala fe) en la preparación del viaje. Los legisladores quedaron en entredicho, ya que con una actitud que con justicia fue calificada como ``racista'' por los zapatistas, no proveyeron a lo mínimo necesario para las estadías de su contraparte, asumiendo que mientras ellos bebían bourbon en un hotel de cinco estrellas, los 29 campesinos indígenas que se habían comprometido a atender podían dormir en el suelo, a lo que había que agregar otro agravante: reaccionaron a ese señalamiento con expresiones de provocación, inexcusables en quienes son representantes populares y deben hacer el mayor de los esfuerzos para impedir que se siga deteriorando la situación.
3. La tarea del legislador, se les ha olvidado a los diputados y senadores mexicanos, entraña el saber escuchar la voz del pueblo por muy indignado que esté, porque en la teoría política ellos son ``representantes populares'' y no de los partidos, como ellos suponen.
4. La ruptura del diálogo de paz ha sido responsabilidad del gobierno de Ernesto Zedillo, que se niega a cumplir lo pactado con los zapatistas, pero también de los legisladores que poco hicieron por impedir esta vergonzosa retractación, y por lo mismo es preocupante que ahora no sólo los diputados y senadores del PRI y del PAN, sino también los del PRD, actúen sin seriedad en un escenario de tanta gravedad.
5. El papel de la Comisión de Concordia y Pacificación ha sido cada vez más deplorable y urge por lo mismo una reacción de esos supuestos ``representantes populares''. Tras la suspensión del diálogo de paz en 1996, la Cocopa no ha exigido a Ernesto Zedillo que respete la ley del 11 de marzo ni que cumpla los acuerdos de San Andrés; no ha defendido ante la opinión nacional ni ante el Ejecutivo el proyecto de reformas constitucionales en materia de derechos y cultura indígenas, que ella misma elaboró por acuerdo con las partes, como tampoco nada ha hecho por coadyuvar a la distensión promoviendo la desparamilitarización de Chiapas y tratando de frenar la guerra de baja intensidad librada por el gobierno contra los pueblos indios. Los miembros de la ``nueva Cocopa'', integrada en 1997, lejos de actuar con mayor independencia, se mostraron en creciente sumisión al Ejecutivo aceptando recibir un trato poco digno del titular de Gobernación e incluso servirle de emisarios ante el EZLN, lo que culminó con su descalabro en San Cristóbal en su primera entrevista con los zapatistas (20 de noviembre), que apenas pudieron remediar en la segunda (22 de noviembre).
6. Los legisladores mexicanos preconizan que se viven ``tiempos nuevos'', pero actúan con la mentalidad del ancien régime: los priístas con disciplina ciega a Los Pinos, coadyuvando a que se lleve el país al despeñadero; los panistas aguardando la concertacesión, y algunos perredistas haciéndole ahora el trabajo sucio al gobierno.
7. El foso que hay entre la sociedad mexicana y el gobierno es de tal manera el mismo que la separa de los legisladores, pero ellos parecen ignorarlo porque no entienden lo que es la representación popular.
8. El Congreso de la Unión no ha sido nunca, es cierto, un poder autónomo en México, y esto no ha cambiado en los últimos años. Tras las elecciones de 1997, tanto los partidos como el gobierno pretendieron que se había producido un cambio significativo al no ser ya el Partido Revolucionario Institucional la mayoría en la Cámara de Diputados, pero los hechos no han dejado de desmentir cualquier optimismo. Las cámaras federales no funcionan más que por los acuerdos de las cúpulas de los partidos y no constituyen freno o contrapeso alguno al Ejecutivo, que ha logrado impedir cualquier convergencia PAN-PRD. Por la vía del presupuesto, en ejercicio de una de sus escasas ``facultades exclusivas'', la Cámara de Diputados habría podido frenar en 1997 la guerra de Chiapas e impulsar la paz al recortar el presupuesto militar y votar fondos para la educación, la salud y la vivienda, como lo podría hacer ahora, en 1998.
9. ¿Podría ser hoy en día la hora del Congreso? Los legisladores parecen empeñados en que no sea así.
10. Lo que es cierto es que el país está viviendo la hora de la sociedad que se organiza, porque como lo señalaba el mayor Moisés en su entrevista a Detrás de la noticia (22 de noviembre), ``el pueblo sabe en lo que está de acuerdo''. Y es claro que quiere un país muy distinto al de los tecnócratas, y por eso está resistiendo a sus políticas.