Por encima de las desavenencias partidarias que las enredan; alejadas de los enquistados intereses de grupo e individuales que dilatan su diseño final; adicionadas con las torpezas e irresponsabilidades de los que debían vigilar la transparencia y la operación de las instituciones bancarias; condicionadas, eso sí, por los abusos y delitos cometidos que sacaron de proporción todo cálculo previo, las nubladas y famosas salidas para hacerle frente al quiebre financiero que tuvo lugar en el 95 aumentan sus costos y encuentran sus reales fronteras en la capacidad misma de los recursos públicos para darles sustento y hacerlas manejables.
Simplemente no se cuenta con los haberes presupuestales para honorar los compromisos que se derivarán de esas salidas, planteadas como factibles por el gobierno o los partidos. Claro está que en dichos haberes se tienen cantidades similares o aún mayores a las requeridas, pero su destino primero obliga a preservarlas para un uso ya bien comprometido. De lo contrario, el castigo a la población se hará intolerable y el tiempo dará una respuesta que ahora no se puede medir pero que, se anticipa, indudablemente acarreará costos mayores a lo hasta ahora previsto. La incapacidad para generar ingresos adicionales es una palpable limitante que se acentúa debido al exiguo crecimiento y la pésima distribución del ingreso.
El PRI y el PAN dicen que encontraron puntos de confluencia para aprobar, con sus votos, una salida ``viable'' a los compromisos del Fobaproa. Tal pretensión, llena de malabares lingüísticos, contables y legales, no puede esconder una verdad hasta ahora insoslayable: el inmenso hoyo causado a la capacidad financiera nacional.
Las diferencias entre la propuesta original del Ejecutivo y la que alega el PAN que ellos dibujaron no son opciones que mantengan distancias notables. El monto que quedará a cargo de los contribuyentes es similar, dependiendo sólo del cálculo hecho en anticipado y por tanto aún intangible, sobre cuánto se cobre de la cartera cedida al fondo, el prorrateo de las pérdidas con los banqueros y lo que se desautorizará debido a que fueron operaciones fraudulentas o indebidas.
Algo ya se avanzó, es cierto. Unos cuantos miles de millones menos son, por demás, relevantes y jugarán a favor del PAN y en perjuicio del PRI y el gobierno, quienes querían hacerlos perdidizos entre el gran montón. Pero de todas formas, el pago recaerá, casi por completo, sobre las espaldas de los contribuyentes. Los banqueros cargan con muy pequeña proporción de su quiebra. Algunos deudores, los chicos, sufren fuertes mermas en sus activos; otros muchos, los grandes usuarios del crédito, pusieron mañosamente a salvo sus capitales. Los ahorradores salen por completo ilesos de la debacle general.
A pocos días de que se voten en la Cámara de Diputados las alternativas ya acordadas entre PAN y PRI -al menos en sus características básicas- no se conocen con precisión los montos a suscribir por el erario público. De la transparencia de todo el numerito, ya ni hablar. Los resultados de las auditorías tardarán hasta el día del juicio postrero y, cuando salgan, carecerán de interés por la tardanza y de precisión por la escasa de información relevante. Los burócratas hacendarios se encargarán de destilar, enredando los detalles y disfrazando a los culpables hasta dejar, ocultos a conveniencia, los datos requeridos para un juicio exhaustivo y fundado.
Pero dejar fuera de las negociaciones y de la votación camaral al PRD tendrá un costo agregado que caerá sobre los aprobadores, sobre todo si se piensa en que las penurias del gasto público serán de proporciones inmanejables. El daño que se causará a los mexicanos se prevé será mayúsculo. Los cerrados horizontes de oportunidades acentuarán el sentimiento y la realidad de una postración densa y ominosa que buscará a sus autores.
Por intensa y creativa que sea la campaña de difusión para cargar sobre el PRD el mote -merecido por otra parte- de irredento impugnador de acuerdos, al finalizar el sexenio se irá asentando en la mente colectiva, donde radica la justeza de las posiciones y la responsabilidad de lo ocurrido. Entonces ya será tarde para recular y para arrepentimientos.