Bernardo Bátiz Vázquez
Actitud radical

El sistema, encabezado formalmente por el presidente Zedillo, se manifiesta en un gobierno intransigente de derecha, incapacitado para admitir siquiera a discusión sus planteamientos de política económica, a pesar de que la realidad se le viene encima.

El secretario de Hacienda y Crédito Público, en su comparecencia de ayer en la Cámara de Diputados, dio muestras claras de lo anterior, pero él en realidad, tan sólo respondió a los gestos y a las palabras del ``primer mandatario'', y también a las actitudes políticas en general, que hacia abajo se manifiestan en más pobreza, menos empleo, más injusticias sociales.

Como tantas otras veces, el vocero del gobierno en esta materia, ofrece que pronto -el año que viene- veremos el resultado de los incrementos a los impuestos, que se concretarán en un crecimiento de 3 por ciento y un incremento en los empleos. Como siempre, como en esas tienditas de pueblo que tienen un letrero que dice ``hoy no se fía, mañana sí'', las propuestas del gobierno aceptan que hoy no se puede sacar adelante al país, pero que mañana sí, para repetir lo mismo al día siguiente.

La intransigencia se manifiesta también en el endurecimiento político, la cancelación de los diálogos, el cierre de las instancias de mediación y en el revivir de los procesos electorales poco claros y muy costosos.

Frente a esta intransigencia, frente a la falta de flexibilidad, y ante la carencia de sensibilidad social del sistema, las actitudes de la oposición nos ponen frente a dos actitudes totalmente diferentes.

Una ha sido la del PAN, que a toda costa quiere deslindarse de las propuestas oficiales con explicaciones confusas y nada creíbles, entre otras cosas porque contradicen el sentido de los votos, de los que se han dado antes y de los que se esperan para muy pronto.

La otra actitud, la encontramos en el documento presentado el 20 de noviembre -aniversario de la Revolución Mexicana- por el dirigente del PRD, Andrés Manuel López Obrador, que con gran acierto denominó Proclama al pueblo de México.

A quienes dirigen desde el poder Ejecutivo este atribulado país, les haría muy bien leer esta proclama; empieza con un duro diagnóstico, realista y concienzudo, y concluye con propuestas por lo mismo, enérgicas y radicales.

Frente al optimismo algo forzado del secretario de Hacienda, en el texto de López Obrador se afirma que la crisis económica por la que atraviesa la nación mexicana es la más grave de nuestra historia contemporánea; en seguida dice por qué: dos de cada tres mexicanos, se encuentran agobiados por el desempleo, subempleo, ambulantaje, desintegración familiar y delincuencia por hambre. Además, se agrega, la pobreza afecta a sesenta millones de mexicanos, mientras que la riqueza de la nación se controla por una minoría que no llegua a dos por ciento.

La realidad que todos vivimos, conocemos y para cuya verificación no se requiere de gran ciencia, (basta salir a las calles y hablar con la gente), por supuesto que está mucho más cerca de la visión del PRD que la del vocero oficial y esa constatación exige propuestas y medidas efectivamente radicales.

Algunas de estas medidas, enumeradas en el capítulo que se habla de una ética política y una austeridad republicana, son: el esclarecimiento de fraudes e ilícitos, la reducción de salarios de los altos funcionarios, la eliminación de gastos superfluos, el recorte del presupuesto militar.

Requerimos depender cada vez menos del sector externo, valernos, por nosotros mismos, y no esperar todo de fuera, como lo hacen los neoliberales que nos gobiernan. Una actitud de mayor sobriedad y ahorro interno nos vendría muy bien, para destinar los recursos que se ahorren a la producción y a la infraestructura, sin los grandes negocios particulares que suelen acompañar a las inversiones públicas. En esto, hay que ser radicales.