En los mismos momentos en que concluía en la ciudad de México el Consejo Mundial de la organización juvenil de la Internacional Socialista (IUSY), en el otro extremo del mundo, en Yakarta, miles de jóvenes musulmanes fanatizados asesinaban a varios católicos, arrastrando por las calles sus cuerpos como otros tantos trofeos. Difícil imaginar mayor contraste. De una parte más de cien delegaciones de jóvenes socialistas provenientes de todo el mundo dialogando y debatiendo sobre el contraste entre solidaridad y globalización; de la otra, la barbarie. Jóvenes unos y otros; y sin embargo, encarnación de prospectivas que es difícil imaginar humanamente más separadas. De una parte la verdad que se construye con el diálogo, de la otra la verdad rabiosa de la fe.
Invitado, con Luis Maira, el lúcido embajador chileno en México, a discutir con los jóvenes socialistas reunidos aquí, dije algunas cosas que, a la luz de la tragedia indonesiana, tal vez valga la pena retomar.
Nuestro tiempo se enmarca en tres hechos epocales destinados a condicionar en forma profunda el futuro. Primero: la explosión demográfica que en las dos generaciones siguientes multiplicará por dos la población mundial. Segundo: un frágil equilibrio ecológico mundial destinado a deteriorarse, a menos que ocurran cambios sustantivos en formas de producción y consumo. Tercero: fortalecimiento de las interdependencias mundiales y surgimiento de nuevos sujetos políticos regionales, como la Unión Europea.
Mirando hacia el futuro cercano, en medio siglo los jóvenes de ahora habrán vivido gran parte de su vida y con sus respuestas habrán establecido las condiciones para la persistencia o menos de la vida en el planeta. Una afirmación apocalíptica que, sin embargo, la observación de la realidad actual parece confirmar sin muchas dudas.
Podemos imaginar dos escenarios de aquí a medio siglo. El peor: migraciones masivas; criminalidad multinacional poderosa y vinculada a la política; miseria crítica y hambrunas devastadoras en amplias regiones del planeta; deterioro irreversible de las condiciones de vida en las medianas y grandes ciudades; crisis ecológicas asociadas a cambios climáticos, desertificación u otros; difusión de enfermedades endémicas y epidémicas, e inestabilidad política. El mejor: nuevo ciclo de crecimiento mundial; mayor cooperación entre países y regiones; grandes estrategias mundiales de defensa del medio ambiente; reducción de las distancias entre ricos y pobres dentro y entre los países, y difusión de la democracia.
Ninguno de estos horizontes es inevitable. El futuro, obviamente, no está escrito. Y es esto lo que obliga a inteligencias y voluntades a evitar que la primera posibilidad se cumpla y a favorecer las condiciones para un acercamiento a la segunda. El socialismo, después del largo ciclo de los descalabros orientales y de las derrotas occidentales podría ser una de las claves futuras de lo mejor, si sabrá renovarse, generar ideas nuevas y promover estructuras mundiales de mayor cooperación y entendimiento.
Una excesiva confianza taumatúrgica en el mercado podría ser en las próximas décadas un acto de irresponsabilidad global. Y la derecha, demasiado acostumbrada a la retórica contra el Estado y al uso político de la fe religiosa, podría ser más un obstáculo, con recurrentes tentaciones populistas, que una solución a los problemas que conciernen a todos. Le toca así a la izquierda la obligación de fusionar voluntades y realidades a niveles más altos de síntesis que los actuales. Por suerte nuestra, por lo menos a juzgar por los jóvenes conocidos en México en el Consejo Mundial de la IUSY, estamos frente a una juventud más preocupada que las generaciones anteriores por conciliar verdad y política, sin convertir la primera en una ocasión de fanatismo mesiánico, ni la segunda en un juego de equilibrismos de poder. En esta juventud descansan responsabilidades tan gigantescas como nunca antes. Mientras en Yakarta se asesina por razones de fe, Greenpeace informa que las reservas pesqueras en gran parte del mundo están retrocediendo. Y apenas estamos en las fases iniciales del oleaje demográfico destinado a embestirnos en las próximas décadas.
Los jóvenes de la Internacional Socialista estuvieron reunidos aquí cuatro días para discutir de globalización y solidaridad, en libertad y sin padrinazgos. Lástima que la mayoría de los periódicos, incluida esta vez La Jornada, no se enteraran.